Manzur PM
Manzur PM

En Tucumán habrá definiciones políticas AM y PM con miras al año próximo. No “ante meridiem” o “post meridiem”, sino antes y post Mundial de Fútbol. Los dirigentes AM son aquellos que ya están con sus pancartas enrolladas y con los tarros de pintura prestos, listos para salir a las calles a dejar plasmadas en las paredes cuáles son sus aspiraciones electorales para 2019. No son adelantados, sino pragmáticos que quieren ir dejando “huellas” en la memoria colectiva sobre los cargos por los que intentarán pelear en los próximos comicios. La votación para estas personas está a la vuelta de la esquina. Son los más osados, que los hay; algunos hasta hacen asados para anticipar sus pretensiones. En ese marco, ¿Manzur estará entre los AM o los PM? Entre los primeros están los que no entienden cómo un gobernador, a 16 meses de las elecciones, aún no le ha dicho a la ciudadanía, y en especial al peronismo, qué quiere ser.

Entre los justicialistas comenzó a circular a manera de broma que es más probable que el justicialismo a nivel nacional genere una alternativa más competitiva para enfrentar con suerte a Cambiemos y a Macri antes de que el gobernador defina qué va a hacer con su futuro político. Muchos de los AM no creen que el mandatario pertenezca al grupo, otros piensan que demorará su decisión lo más que pueda por una cuestión de conveniencia personal. Los “compañeros” navegan en aguas de incertidumbre a causa del mandatario, porque no da señales mínimas de ir para ningún lado, así es que muchos no saben hacia dónde correr, o la sombra de quién cobijarse para encarar la carrera que se viene.

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No pelearse con nadie

¿Qué influiría en Manzur para no determinar una postura que ponga fin a las dudas? Se pueden hacer un par de consideraciones para tratar de entender por qué el jefe provincial mantiene en el freezer su decisión, o por lo menos por qué no la da a conocer AM. Lo primero a señalar es que aquello que parecería una excesiva prudencia por parte del mandatario se debería a que resolvió privilegiar su administración por sobre el internismo, ya que no querría que la gestión se ponga en riesgo por una decisión apresurada. Calcularía que lo que se estaría afectando sería nada menos que la gobernabilidad de la provincia por la calidad y el peso político de los involucrados en la trama: él, Jaldo y Alperovich. La segunda lectura es que preferiría no tomar una resolución pública sobre si aspira a un segundo mandato en medio de una situación económica nacional complicada, como la que observa, según confió esta semana. ¿Por qué? En medio de un malestar social creciente la realidad le estaría aconsejando no salir a hablar sobre su futuro político en medio de tarifazos e inflación. Una moderación política sostenida por las consideraciones negativas que generaría en la ciudadanía salir a hablar sobre candidaturas AM. “No se puede estar disociado de la realidad, hay que ser prudente”, le habrían escuchado decir. Una prudencia que tiene condimentos políticos, ya muchas veces mencionados: que cualquiera sea su decisión societaria -seguir con Jaldo o volver con Alperovich- puede repercutir en su labor al frente del Poder Ejecutivo. El tranqueño maneja la Legislatura y su antecesor tiene dos votos en el Senado (el suyo y el de Beatriz Mirkin), o sea que no puede apostar a soportar ninguna de las dos “intranquilidades”, la local -Cámara en contra- o la nacional -mala relación con la Nación a partir de los votos alperovichistas en la Cámara Alta-. Presiones son presiones.

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O sea, toda esa cautela podrá dejarla de lado sólo PM, muy cerca de los comicios de 2019; hasta marzo habría tiempo. Y como dice alguien que sigue de cerca los pormenores de esta relación tripartita: “los astros se pueden acomodar finalmente y haber un acuerdo que lleve la paz a todo el oficialismo”. Tal vez esta sea una apuesta de máxima de Manzur: la de no provocar un innecesario enfrentamiento tan temprano en las filas oficialistas. Aguardar que los astros se le alineen. Es que, como se menciona por algunos cafés, si se va a enfrentar a Alperovich ya está perdiendo tiempo y si se alía con él es reconocerse como un Gobierno en retirada, de transición.

Si Manzur ha resuelto convertirse en un PM conscientemente, se debería además a lo que se viene observando últimamente: está más preocupado por su gestión antes que por lo que le suceda al peronismo a nivel nacional. De pasar a ser junto a su par cordobés, Juan Schiaretti, uno de los motores de encuentros entre mandatarios justicialistas, pasó a instalarse en un segundo plano. De hecho, no estuvo el jueves en el encuentro de “disidentes” del peronismo -los no “K”-, en Córdoba. Sí asistieron, en cambio, el diputado Pablo Yedlin y la senadora Beatriz Mirkin, una muestra de que el peronismo tucumano está en este grupo que quiere generar una alternativa nueva para 2019.

De hecho, en declaraciones al diario, Manzur se mostró satisfecho de que el peronismo se movilice y trate de unirse. Sin embargo, no quiere ni pelearse con el ala “K”, pese a haber dicho hace un tiempo que “Cristina ya fue”. Lo dejó en claro al apuntar que apoyará la gestión de Beatriz Rojkés en el PJ tucumano. Obvio, no quiere distanciarse de nadie, que es lo mismo que decir que no quiere complicarse la existencia abriendo frentes internos y externos.

Ni siquiera quiere que se abra un frente de “aguacero” con el Gobierno nacional, pese a haber sostenido que la situación económica del país es complicada. A quien lo escuche, Manzur apunta que su relación con el poder central es mucho mejor después de la última visita de Macri a Tucumán. Tanto es así que estaría a punto de festejar un acuerdo con el Gobierno nacional relacionado con la industria azucarera, tras charlas mantenidas la semana pasada en Buenos Aires. Algo relacionado al bioetanol. Sería una muestra de que está privilegiando la gestión en los últimos tiempos más que las definiciones políticas comarcanas que la pueden obstaculizar.

Equipo que gana, no se toca

En ese marco dejó en manos de Jaldo la reforma electoral, pese a que él anunció el proyecto de eliminación de partidos municipales y comunales para disminuir la oferta en el cuarto oscuro, dejando en pie sólo a los partidos provinciales. Se desentendió de la política territorial, de la pelea entre los referentes municipales y apostó al tranqueño. Ya hay proyectos al respecto cuyos textos exponen los intereses de grupo o individuales. El de dividir en zonas geográficas las secciones electorales ya levantó polvareda. “Es anticonsitucional”, bramó Roberto Palina, del Partido de los Trabajadores, actual secretario de Trabajo. Entiende que los legisladores son representantes de cada sección electoral, no de subsecciones. Los referentes capitalinos también lo rechazan porque muchos trabajan en distintos circuitos. Lo cierto es que, más allá de las consideraciones de estudiosos del tema, este aspecto se resolverá por los votos del oficialismo, que será el que finalmente decidirá si se va o no por este lado.

Palina también defiende el acople, al igual que los peronistas. “Si la oposición no lo quiere, que reforme la Constitución, pero que no venga a pedir uno solo”, dijo con ironía. El de la Fotia coincide con la línea oficialista. El sistema de acople será “el” tema en los debates de la reforma electoral. Ya se dijo que pedir al oficialismo que haya un solo acople es como pedirle a Barcelona que juegue sin Messi. A ese partido, el peronismo lo juega con el acople “de 10”. Frente al voto mayoritario del oficialismo, la propuesta de Cambiemos de reducir el acople a uno es un chiste que hasta le puede jugar en contra a la oposición, especialmente después que en la cabeza de los que levantarán las manos por las colectoras estén evaluando dejar que cada partido o alianza decida con cuántos acoples quiere llegar a la elección. Sería una chicana destinada a afectar el planteo opositor. “Si quieren jugar con uno, que jueguen con uno”, se comenta en la Legislatura.

En fin, en los próximos días nuevas propuestas reformistas llegarán a la Cámara. El reto que tienen todos los legisladores es aprovechar el proceso y efectuar una verdadera reforma política, más allá de lo estrictamente electoral. Sin embargo, ese guante parece muy grande de recoger todavía.

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