La literatura tucumana despide a una de sus principales figuras

La literatura tucumana despide a una de sus principales figuras

Elvira Orphée murió a los 87 años. Admiradora de Kafka, amiga de Alejandra Pizarnik y escritora exquisita.

ILUSTRACIÓN. La realizó Ricardo Heredia, en ocasión de una de las últimas entrevistas brindadas por Orphée. ILUSTRACIÓN. La realizó Ricardo Heredia, en ocasión de una de las últimas entrevistas brindadas por Orphée.
28 Abril 2018

> Elvira Orphée | Un provechoso recorrido literario desde Latinoamérica hasta Europa

un provechoso recorrido literario desde Latinoamérica hasta europa
Elvira Orphée nació el 29 de mayo de 1922 en San Miguel de Tucumán. Estudió en la Universidad de Buenos Aires y en La Sorbona. Su primera publicación fue “Dos veranos”, en 1958, a través de la editorial Sudamericana. Siguieron “Uno” (1961), “Aire tan dulce” (1966), “En el fondo” (1969), “Su demonio preferido” (1973), “La última conquista de El Ángel” (1977), “Las viejas fantasiosas” (1981), “La muerte y los desencuentros” (1989), “Ciego del cielo” (1991) y “Basura y luna” (1996). En Bogotá publicó cuentos y novelas por medio del diario El Tiempo. También editó “Cuadernos” en París; “Asomante” en Puerto Rico; y “Razón y fábula” en Colombia. Sus artículos llegaron a Revista de Occidente (Madrid) y a Zona Franca (Caracas). 

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Elvira Orphée nació el 29 de mayo de 1922 en San Miguel de Tucumán. Estudió en la Universidad de Buenos Aires y en La Sorbona. Su primera publicación fue “Dos veranos”, en 1958, a través de la editorial Sudamericana. Siguieron “Uno” (1961), “Aire tan dulce” (1966), “En el fondo” (1969), “Su demonio preferido” (1973), “La última conquista de El Ángel” (1977), “Las viejas fantasiosas” (1981), “La muerte y los desencuentros” (1989), “Ciego del cielo” (1991) y “Basura y luna” (1996). En Bogotá publicó cuentos y novelas por medio del diario El Tiempo. También editó “Cuadernos” en París; “Asomante” en Puerto Rico; y “Razón y fábula” en Colombia. Sus artículos llegaron a Revista de Occidente (Madrid) y a Zona Franca (Caracas). 


En diciembre de 1970, Elvira Orphée ganó un concurso que estaba dotado con un premio de $ 150.000. Era el reconocimiento municipal de literatura, otorgado en Buenos Aires para su obra “En el fondo”. La escritora, nacida en Tucumán y radicada en Capital Federal, recibió el dinero y de inmediato lo donó a tres familias que habían perdido todo al incendiarse sus casas, ubicadas al borde del canal San Cayetano. El vínculo con Tucumán siempre estuvo presente en la vida de Orphée. Cultora de una incomparable obra, construida a partir de una prosa poética deslumbrante, la escritora murió ayer a los 87 años.

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Había llegado a Buenos Aires en 1940 para estudiar Letras. Luego se casó con el pintor Miguel Ocampo, padre de sus tres hijas, a quien acompañó como diplomático rumbo a Roma. Fue en Europa donde nació su amistad con Elsa Morante, Alberto Moravia e Italo Calvino, entre otros reconocidos personajes de la literatura internacional.

Uno de sus primeros libros, “Aire tan dulce” -recientemente reeditado por el sello Bajo La Luna-, es considerado iniciático y de culto por su conmovedora y excepcional urdimbre del lenguaje, al estilo de Clarice Lispector o Alejandra Pizarnik (que fue una de sus grandes amigas y admiradoras).

“Toda mi niñez la pasé en Tucumán; mi vida adulta entre Buenos Aires y Europa -recordaba Orphée en una entrevista con LA GACETA-. Cuando uno es joven quiere ser todo: el asesino y el príncipe, el aviador y San Francisco de Asís”.

De no haber sido escritora, solía decir que le hubiera gustado ser médica. “Me gusta la investigación científica. Allí están los elementos como están las palabras -apuntó-. Sólo es necesario combinarlos. Describir sus combinaciones es describirlos a ellos mismos... También me hubiese gustado ser bailarina gitana”.

Entre los escritores que más admiró estaba en primer lugar Franz Kafka: “es un hombre como para que a uno le importe enamorarse de un muerto. Le hubiese pedido que me hablara. También por su físico: su mirada arrastra mundos; no por sus libros: cuando lo leo nunca sé a quién le habla. Es como un ser de otro planeta, una estrella solitaria que se habla a sí misma y los demás intuyen y sacan consecuencias”.

“Dos veranos”, la primera novela de Orphée, se publicó en 1956. Siguieron títulos en los que desplegó su personal estilo sin conceder tregua a ninguna premisa ajena al misterio poético mágicamente revelado, según sus propias palabras, “como la más profunda necesidad de expresión del ser humano”.

> PUNTO DE VISTA

“Dama de Letras”

LILIANA MASSARA | DOCTORA EN LETRAS

Elvira Orphée logró ser reconocida porque estableció vínculos con la élite del campo literario y se radicó en Buenos Aires. En el NOA hay muy buenas escritoras y sobre todo grandes poetas, pero la crítica y la academia del Río de la Plata no las investiga y por lo tanto no las integra al corpus de las escritoras argentinas... Parecerían no ser parte de nuestra cultura.

Podría decir, emulando a la gran María Moreno, que Elvira fue una “Damas de Letras”. Así se llama el libro de Moreno en el que hay todo un reconocimiento a numerosas escritoras. Tununa Mercado, Liliana Heker, María Esther Vázquez, Griselda Gambaro, Matilde Sánchez y Elvira Orphée están dentro de ese campo. Dado que ha sido una escritora de ruptura de estilos y de tradiciones, se deduce que ha sido una gran lectora de Virginia Woolf, de Clarice Lispector y, por supuesto, ha sido una defensora del mundo de la mujer.

Elvira deja el sello de una mujer de mucha garra en la escritura, de mucha artesanía en el lenguaje. Dentro de este grupo se ha preocupado por lograr cierto tono de color erótico en su obra. Hay un ritmo, un eros en su escritura. En “Aire tan dulce” se percibe el erotismo que hay en la siesta tucumana, en el mundo rural, de la caña, y también en el mundo urbano.

Además hay una mirada crítica, una perspectiva sobre el interior audaz y casi perverso, por ejemplo en la manera en que describe la intimidad de las familias. En la escritura de Elvira queda expuesto el manejo del cinismo de la sociedad y un humor sarcástico en el que impera esa aguda mirada de Tucumán, al que ella le reprochaba ese aspecto retrógrado, conservador. Ella renegaba de esa quietud norteña cultural.

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