Nahuel Silva y el viaje interno de un bailarín

Nahuel Silva y el viaje interno de un bailarín

Inició la carrera de danza contemporánea en el Teatro San Martín, de Buenos Aires.

CONVENCIDO. “Aquí soy yo y esto es lo que quiero hacer”.  LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARÁOZ.- CONVENCIDO. “Aquí soy yo y esto es lo que quiero hacer”. LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARÁOZ.-

Podría pensarse que un bailarín que empezó las clases el lunes pasado en la más prestigiosa escuela de danza contemporánea argentina, la del Teatro San Martín de Buenos Aires, creada por Oscar Araiz a fines de los 60, estudia desde muy chico. No es el caso de Nahuel Silva, que tiene 22 años y empezó a formarse a los 18. Hasta entonces bailaba en coreografías para la semana del colegio. Esteban Sosa, coreógrafo, lo hizo participar en las obras del Ballet de Priscilla Reginato, su primer contacto con la danza clásica.

Fue el maestro Rodolfo Rodríguez quien en sus clases lo estableció en la danza, así como su ingreso a los talleres de Bajo Jardín, donde cursó tres años de clásico y dos de contemporáneo.

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“Estudiaba Licenciatura en Inglés hasta que un día me dije: ‘yo quiero bailar; lo que me gusta es bailar’”. A veces la plata no alcanzaba y su maestra, Alejandra Deza, le permitía que diera clases a los alumnos iniciales a modo de trueque.

“Deza me dio la técnica clásica esencial. Marcela González Cortés (mi madre en la danza contemporánea) me llevó a pasear por la danza. Para mí la danza esa eso: un viaje interno del movimiento donde intervienen el cuerpo, el espíritu, el alma. Me hizo ver la danza desde un lugar maravilloso, como arte. Me enseñó a ser yo, a poder bailar mi propia danza, con mi expresión”. Sin embargo, Silva cargaba los prejuicios del principiante en contemporáneo, hasta que sintió: “aquí soy yo y esto es lo que quiero hacer. Entonces me vi libre”. Fija distancia del clásico, sobre todo con el ambiente restrictivo que exige tipos físicos determinados, “blancos, rubios, príncipes, cosa difícil en Latinoamérica”.

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A volar

En 2017 había llegado el momento de volar, a decir de sus maestras. Se presentó en Danzamérica en septiembre, en Carlos Paz, donde otorgan una beca para ingreso directo al San Martín. “No pude dar lo mejor de mí, pero fue una gran experiencia, que me abrió los ojos”, reconoce. Para superar ese momento se preparó de nuevo, y mandó su video a la preselección del San Martín. Era uno entre 250 postulantes de todo el país, incluyendo extranjeros residentes en Argentina. Fue convocado.

Febrero fue el mes decisivo, en Buenos Aires, con una audición principal y luego un período de tres semanas con pruebas eliminatorias todos los viernes.

“Pasé a ese preingreso, que fue durísimo porque había mucha presión. El último viernes llego a ver el transparente y ahí estaba mi nombre, no lo podía creer”, recuerda, y en su mirada todavía no lo cree. “Ingresamos 13 varones y 12 mujeres”, apunta.

Lo esperan tres años con siete horas de clases por día, de lunes a sábados, de perfeccionamiento en contemporáneo. “Pero se ve clásico todo los años, y se otorga el título de bailarín intérprete en danza contemporánea. Dirige el taller Norma Bighani. Mi objetivo es llegar a la etapa siguiente: ingresar al cuerpo estable del San Martín”, se ilusiona.

Está feliz por esa puerta grande que se le abre, y porque allá se encontró con muchos tucumanos talentosos. Agradece siempre a su segunda casa, Bajo Jardín, y avisa: “anímense chicos: la danza abre no sólo el cuerpo sino, sobre todo, la mente”.

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