La polémica sobre la libertad acaparó ARCO 2018

La polémica sobre la libertad acaparó ARCO 2018

Por primera vez el comité ejecutivo de la gran feria de arte contemporáneo del mundo latino pidió la remoción de una obra expuesta. Presos políticos en la España contemporánea reavivó el debate sobre la censura y la crisis catalana

INSTALACIÓN. Las 24 fotos con rostros pixelados son de separatistas catalanes que fueron detenidos, acusados de sedición por el gobierno de España, luego de que declarasen la independencia de Cataluña en octubre de 2017. INSTALACIÓN. Las 24 fotos con rostros pixelados son de separatistas catalanes que fueron detenidos, acusados de sedición por el gobierno de España, luego de que declarasen la independencia de Cataluña en octubre de 2017.
11 Marzo 2018

Por Marcelo Gioffré - Para LA GACETA - Madrid

Ya el día anterior a la inauguración oficial la obra del artista madrileño Santiago Sierra, expuesta en la galería Helga de Alvear y con un precio de 80.000 euros, desató una polémica fenomenal que saltó no sólo a las tapas de los diarios españoles sino que llegó a las páginas del mismísimo New York Times. La obra se llama Presos políticos en la España contemporánea y consiste en 24 fotos pixeladas con personajes como Oriol Junqueras, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, todos presos a raíz de la sedición de Cataluña, como Andrés Bódalo, detenido por un episodio confuso con guardias nacionales en Navarra, o dos titiriteros procesados en Madrid en 2016 por montar la obra La bruja y Don Cristóbal. Las fotos iban acompañadas de leyendas que en general contenían errores, tales como señalar que Junqueras y otros ocho separatistas habían sido condenados a prisión incondicional sin fianza cuando, en rigor, la juez de la Audiencia Nacional Carmen Lamela les impuso la prisión preventiva y sólo dos, Junqueras y Forn, siguen presos, ya que los otros seis fueron excarcelados bajo fianza.

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En el caso de los titiriteros, que representaban en escena a unos policías que acusaban falsamente a una bruja de terrorismo por el solo hecho de llevar una pancarta, fueron detenidos pero únicamente cinco días y luego sobreseídos, es decir que tampoco eran presos. La obra era una completa provocación de un artista que ya en otras ocasiones, como en 2010 cuando rechazó el Premio Nacional, había actuado con picardía.

El comité ejecutivo de ARCO actuó rápidamente y solicitó que se retirara la obra y la galerista accedió el mismo miércoles, víspera de la visita del rey Felipe VI y de la inauguración oficial. Fue la primera vez en 37 años de feria que se retiraba una obra. Pero ante ello se suscitó la polémica: el comité de ARCO está compuesto por distintos miembros y varios de ellos alzaron de inmediato su voz de queja.

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También desde la política saltaron voces de protesta y tanto el periodismo como los referentes culturales exhibieron cierta indignación ante lo que consideraron un acto de censura.

Lorena Ruiz-Huerta, portavoz de Podemos, hizo una acción de protesta frente a la pared de la que se descolgaron los cuadros de Sierra. La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, dijo que era un ataque a la libertad de expresión. El partido Ciudadanos condenó la retirada, a través de su líder Albert Rivera. Mariano Rajoy, sin expedirse claramente, negó toda responsabilidad del gobierno; e incluso su consejero cultural, Jaime Miguel de los Santos, aseguró que no debió retirarse el mural. La galerista Elba Benítez calificó lo ocurrido de “desastroso” para ARCO. Y hasta el New York Times sostuvo que España se ha convertido en un país donde los riesgos a la libertad de expresión se han acumulado silenciosamente.

El teléfono celular de Carlos Urroz, canónico director de ARCO, ardía y parecía que iban a rodar cabezas, cuando finalmente el jueves el comité directivo emitió un comunicado limitándose a pedir disculpas. La obra de Santiago Sierra fue adquirida por Tatxo Bernet, un productor audiovisual de Lleida, quien el mismo jueves recibió 20 propuestas de galerías y museos que querían exponer la instalación, cuya gira comenzará por el mismo Museo de Lleida que la exhibirá en la entrada a partir de la semana próxima. Bastan estas últimas consecuencias para mostrar la enorme torpeza de la censura: exalta lo que pretende tapar.

El domingo 25, El País de Madrid publicó un extenso artículo, titulado Las muestras de intolerancia crecen en España, en el cual condenó la censura.

Estos indicios permiten llegar a dos conclusiones. La primera es que el arte conceptual va ganando la batalla contra los conservadores que insisten en descalificar todo lo que no sea figurativo y estético: ninguna florcita pintada, ningún paisaje, ningún desnudo incluso serían hoy aptos para iniciar semejante movimiento sísmico. Sólo una obra política, que equivocada o no reflexiona sobre hechos del lugar y de la época, puede generar estas indignaciones. La segunda, como bien lo señaló Vargas Llosa en la reciente entrevista que le hizo El País de Madrid: el liberalismo no sólo admite sino que estimula la divergencia, reconoce que una sociedad está compuesta por seres humanos muy distintos y que es importante preservarla así, por eso el liberalismo va contra toda doctrina que limite o cancele la libertad en la vida social.

Dicho esto hay un solo paso para entender que la tolerancia es más fundamental con las cosas que no nos gustan, porque de esa materia está hecha una sociedad democrática y liberal.

Logros

Será interesante que esta polémica no tape el resultado de esta feria, superador de la apatía que reinaba en anteriores años. Hasta la propia Helga de Alvear, que antes que ser galerista es coleccionista, desembolsó 500.000 euros por una instalación de Dan Graham llamada Pavilion. Jorge Pérez, el coleccionista argentino dueño del museo de Miami que lleva su nombre, gastó unos 300.000 euros repartidos en doce galerías. El Museo Reina Sofía compró obras por más de 200.000 euros distribuidos en muchos artistas jóvenes y especialmente en videoinstalaciones. Pero la nota la dio la galería neoyorquina León Tovar que logró vender una obra del venezolano histórico Jesús Soto en 800.000 dólares.

Una pieza que llamaba la atención por su excentricidad atrajo la atención del Rey Felipe. Fue la performance Interruption, de William Mackrell, en la Galería The Ryder: una joven acostada sobre una cama de acrílico con un tubo fluorescente que parpadeaba debajo de ella emitía sonidos. Se trataba de una obra que empalmaba con un estudio del artista sobre casos de represión sexual en Medio Oriente.

En cuanto a los argentinos, se mantuvieron muy activas varias galerías. Tal el caso de Del Infinito, que llevó un solo show del mítico Federico Manuel Peralta Ramos, aquel gordo bonachón que trabajaba en el programa de Tato Bores. Consistía en obras que podrían calificarse como poemas visuales y vendió prácticamente todo. Henrique Faria llevó la obra de otra artista secreta, Mirtha Dermisache, cuya principal producción se centraba en cartas ilegibles. Esta galería sumó fotos de Minujin, obras italianas muy raras de Oscar Bony y hasta una obra de Alberto Greco. Barro llevó a Matías Duville; y Benzacar, a la joven Jazmín López y al ya consagrado Jorge Macchi. A su vez Jorge Mara presentó pinturas históricas de Sarah Grilo.

Otros artistas argentinos, ya consolidados en el mercado mundial, fueron presentados por galerías extranjeras. Tales son los casos de la histórica Liliana Porter en una galería francesa; y del artista tucumano Tomás Saraceno, en una alemana. En el caso de Saraceno, una de sus clásicas obras con arácnidos (que el año pasado hicieron furor en su muestra del Mamba) fue vendida en una cifra que rondó los 100.000 dólares.

© LA GACETA

Marcelo Gioffré - Periodista y escritor.

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