Pequeños genios en los talleres del Ciidept: aprendieron a diseñar videojuegos y robots

Pequeños genios en los talleres del Ciidept: aprendieron a diseñar videojuegos y robots

Durante las vacaciones de verano, más de 2.000 chicos tucumanos pasaron por los talleres del Ciidept, donde aprendieron a hacer videojuegos, animaciones, pequeños robots y otros juguetes electrónicos. Sin darse cuenta, absorbieron contenidos de matemática, física, química y plástica. El ciclo tuvo tanto éxito que se decidió mantenerlo durante todo el año.

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Aunque las aulas estén vacías, el saber no se toma vacaciones. Como esponjas vivas los chicos siguen aprendiendo y absorbiendo en forma permanente, sobre todo, lo que más les gusta, que es la tecnología, ese mundo donde ellos nadan como peces hacia el futuro. La escuela tradicional hace enormes esfuerzos por ponerse a la altura del interés de los alumnos, pero no lo logra. Sin embargo, en vacaciones, cuando se levantan las rígidas estructuras de los contenidos básicos y desaparecen las pruebas, los talleres creativos consiguen en poco tiempo lo que la escuela no puede: que los chicos aprendan gozosos, en aulas sin tiza ni pizarrón.

Todos los sábados de enero y febrero más de 2.000 niños y adolescentes de seis a 16 años participaron del programa “Genios en acción” que el Ministerio de Educación ofreció en el Centro de Innovación e Información para el Desarrollo Educativo (Ciidept). Allí aprendieron a programar videojuegos, a crear animaciones y a compartirlas con sus amigos desde sus teléfonos celulares; a fabricar juguetes robotizados y autos con batería que corren carreras. Física, lengua, matemática, química y otras disciplinas se absorbieron allí como jugos de fruta.

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En el acto final del taller, Joaquín Córdoba está sentado en un auto amarillo. Sin bajarse de su coche estira el brazo para recibir su diploma y después, el cuello para que la coordinadora del Ciidept, Alejandra Sánchez, le dé un beso. Joaquín nació con mielomeningocele (una afección congénita de la médula espinal) que le impide caminar sin ayuda. En el pequeño rodado Joaquín se maneja con rapidez y autonomía. Junto a sus hermanas Rosario y Teresita hizo tres talleres donde fabricó un robot mosquito con luces rojas en los ojos (se desliza a pila), una animación digital con figuras hechas con plastilina y un robot pintor que hace garabatos. Su madre, María Isabel Giannini de Córdoba, sonríe emocionada. Con 18 cirugías en sus 10 años de vida, sus deditos tuvieron tiempo de hacerse ágiles para armar y desarmar cada juguete que llegaba a sus manos. Ahora sabe dónde practicar esa destreza.

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A Milagros Milka y a Luciana Juárez les gustan los experimentos. Ambas tienen 12 años y son vecinas en Alderetes. “¿Ves esto?”, dice Milagros detrás de una mesa donde exhibe una masa blanca. “Parece magia pero no es. Es bicarbonato con azúcar. Cuando le prendo fuego se convierte en una víbora negra que crece y se retuerce”, explica.

Alejo Quevedo, de 10 años, muestra con orgullo su robot pintor. “Está hecho con un vaso de yogur, una batería, un envase de cartón y cuatro felpas que pintan mientras el robot da vueltas. “A mí me gustan los animales, voy a ser veterinario, pero también me interesa la tecnología. Capaz que además voy a ser ingeniero”, concluye. Leo Giannini Quinteros, de nueve años, inventó una larga historia sobre un perro y un granjero cuyos personajes representó en plastilina. Filmó cada escena con su celular e hizo un corto de animación. Elías Paredes, de 16 años, se presenta como “el más grande de aquí”. Es alumno del instituto técnico General Belgrano y acaba de crear un auto robot esquivador de objetos. “Mi papá trabajaba en una ferretería, y mi hermano es tornero. Siempre me gustaron estas cosas”, confiesa sin dejar de mirar su obra. Joaquín García Sierra cuenta que le gustan “los robots y las armas”. Pero lo que más le causa orgullo es haber fabricado junto con su papá una moto con palitos de helado, goma Eva y tapitas de gaseosas. Para felicidad de Joaquín, ahora el Ciidept también incorporará a las familias para enseñarles a fabricar objetos para desarrollar en casa.

Los resultados pedagógicos de estas experiencias todavía no se pueden medir. Pero de seguro son el comienzo de un gran cambio, de otra forma de escuela en la que los profesores son guías y en vez de materias hay proyectos, donde se insertan esas materias. Quizás, como dice el programador que ayudó a los chicos en el Ciidept, Daniel Dantur, sea el momento de entrenar a los niños en el “pensamiento computacional”, para que aprendan a estructurar su mente con la lógica de un mundo que hasta ahora, a los adultos, les parecía de ciencia ficción.


Vení vos también al Ciidept 
Las inscripciones PARA ESTE AÑO ya comenzaroN
Si querés participar del programa de “Genios en acción” podés inscribirte en  la sede del Ciidept, de avenida José Ingenieros 260. Hay dos grupos: de seis y 12 años y de 13 y 16, de varones y mujeres. Este año también participarán las familias, porque se trabajará sobre algunos proyectos para desarrollar en la casa como huerta inteligente. Se trata de un sistema con sensores que avisa cuando la huerta está seca o muy húmeda o tiene demasiada o poca luz. La inscripción está abierta en la página del Ciidept. Los talleres funcionan los sábados, de 9 a 12. Son gratuitos y sólo debés ir con muchas ganas de inventar cosas. No hace falta tener conocimientos previos de nada.
Programa2 
Tienen ocho años y diseñan sus propios videojuegos
Algunos recién están aprendiendo a leer de corrido, pero a la hora de diseñar un video juego ¡vuelan! ¿Cómo hacen? El secreto está en el lenguaje de programación, que no es un código común sino por sistema Scratch, un lenguaje visual desarrollado para crear fácilmente animaciones sin necesidad de leer códigos. Los chicos sólo tienen que arrastrar piezas como si fuera un rompecabezas para decidir qué tipo de juego hacer, para diseñar el personaje principal y darle vida a través de un pequeño argumento, con metas y obstáculos, que dan puntaje. Algunas historias cuentan con un pequeño guión que hasta puede tener los mismos contenidos de la escuela pero mostrados de manera ágil y divertida. “Me asombra la facilidad de los chicos para aprender y crear, sobre todo teniendo en cuenta que la gran mayoría de los que asistieron al taller no tenían ningún conocimiento de programación. Superaron los objetivos del curso”, confiesa el instructor en programación, Daniel Dantur. “Los chicos publican en la red sus creaciones y las comparten con otros niños del mundo. También pueden bajar un juego de otra persona y ‘remixarlo’, es decir, modificarlo para mejorarlo o adecuarlo a sus necesidades, con lo que termina siendo un juego nuevo”, explica.
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