Crece el interés por volar, como profesión o como hobby

Crece el interés por volar, como profesión o como hobby

Nuevas experiencias y oportunidades acompañan el oficio de piloto

EN PRIMERA PERSONA. José María de la Vega en una de sus prácticas.  EN PRIMERA PERSONA. José María de la Vega en una de sus prácticas.
07 Febrero 2018

Algunas historias surgen en la infancia con un avión de juguete, una escena de película al pasar o como parte de una herencia familiar que se transmite. Otras, en cambio, comienzan desde grande como un pasatiempo hasta que la afición se convierte en rutina. Sin importar el inicio, todas las historias conllevan por detrás un mismo deseo que se perpetúa con los años: las ganas de volar.

El auge de aprender a pilotear un avión está viviendo un auge, según informó el Aeroclub Tucumán. A fines del año pasado, la institución había alcanzado la cifra de 33 alumnos, de los cuales ya 13 cuentan con su licencia de pilotos privados y el resto reanudará las pruebas en marzo. Esta cifra es más de dos veces mayor a lo que venía siendo habitualmente, ya que se inscribía poco más de una de una decena por año.

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“Actualmente hay una buena inserción laboral. Los trabajos privados en aviación ejecutiva están creciendo bastante en la provincia y esto también brinda la posibilidad al piloto comercial recién recibido de arrancar y sumar horas de viaje en ese tipo de aviones”, destacó Santiago Sari, secretario administrativo del Aeroclub Tucumán.

“Desde chico soñaba con ser piloto; mi papá trabajaba en el aeropuerto y yo lo visitaba los sábados y domingos”, comentó Sari. En esa época el aeropuerto tenía una terraza desde la cual observar los aviones. “Esa vista no la olvido más. Subías ahí, escuchabas el ruido de cerca y podías ver cómo despegaban y aterrizaban los aviones”, recordó Sari.

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“Es algo que quería hace bastante tiempo”, dijo Jesica Altamirano (31 años), alumna de la carrera desde noviembre. “Arriba me conecto conmigo misma, estoy cómoda en el aire y es mi momento”, explicó emocionada.

Acrobacias

“Es de familia; mi papá tenía aviones incluso antes de que yo nazca; volamos mis viejos, mi hermano y yo”, narró Emilio Pilot, instructor del aeroclub. Emilio no está interesado en trabajar para una aerolínea; su hobby son las acrobacias aéreas. “Comparados con los aviones comerciales, los acrobáticos son menores en tamaño y con comandos más sensibles”, detalló. Estos aviones están hechos para volar en cualquier posición: marcha atrás, boca abajo, hacia arriba; al verlos con música de fondo te imaginás una coreografía. Emilio compara la sensación de volar con una montaña rusa donde el carrito lo maneja él mismo.

En el caso de José María de la Vega (20 años) su historia en la aeronáutica comenzó con el curso de “Tripulante de cabina de pasajeros”. “Mis ganas de volar empiezan a los seis años. Coleccionaba más aviones que autitos de carreras y me encantaba la idea de los superhéroes”, contó. Al terminar la secundaria, buscó un trabajo que solventase sus horas de vuelo. “Trabajo para volar, el 70% de mi sueldo va dedicado a eso”, comentó. El tono de su voz muestra la certeza de alguien que está convencido de su decisión y se encamina en marzo a rendir su primera licencia. Al comienzo, la profesión fue un tema de discusión en el hogar. “Mi papá quería algo diferente para mí y no sabía cómo decirle que no. Después de intentar (y dejar) el cursillo de ingreso a medicina hice un test vocacional. Los resultados dieron que tenía la aptitud necesaria para ser piloto y en ese momento fue cuando mi papá me dio su apoyo”, recordó.

El interés por surcar los cielos atrae tanto a jóvenes que recién terminan la secundaria como a los adultos que prueban los vuelos bautismo, una experiencia donde se pasea en avión por un corto período a modo de prueba. Además, aunque en menor número, las mujeres que optan por emprender la profesión son recibidas con las alas abiertas.

“No hay requisitos que limiten ser piloto pero creo que el mismo estereotipo de la sociedad identifica la carrera con los hombres. Mientras preparaba los papeles, todo el tiempo preguntaban si sería azafata. Tenía que explicarles que no, que yo quería e iba a ser piloto”, recalcó Jesica.

La profesión, hoy

La llegada de nuevas aerolíneas comerciales al país y, en paralelo, el aumento en la cantidad de destinos e interconexiones que ofrecen produjo un importante avance en la aeronáutica y en el mercado laboral.

“Se ve reflejado en el club el crecimiento de la actividad. Antes, el fuerte del aeroclub eran las licencias deportivas y los pilotos llegaban hasta el campo privado. Hoy, un porcentaje mayor al 60% de las licencias son comerciales”, destacó Sari.

La sensación de volar

A tantos kilómetros de distancia del suelo, hay algo en el aire que los pilotos no logran describir con palabras. “Se trata de una sensación de libertad que sólo la entienden los que vuelan. Te das cuenta de lo chico que sos en relación al mundo”, expresó Sari, quien detalló en su relato la armonía de las figuras y formas que se observan desde el cielo cuando se mira hacia la tierra.

Su pasión es compartida por el piloto comercial Javier Glasberg (29 años), “Volar alude a una realización personal. Todos los pilotos tenemos en común una fiebre que viene de adentro, ¿cómo no sentirte así cuando tenés a diario la mejor vista de la oficina?”, preguntó Javier.

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