Entre la ingeniería, Netflix y el triatlón

Entre la ingeniería, Netflix y el triatlón

El tiempo libre no existe para ”Jony”, que disfruta con su familia, el trabajo y el deporte.

DESCANSO. “Jony” estuvo en Bombinhas, donde pasó sus vacaciones.  DESCANSO. “Jony” estuvo en Bombinhas, donde pasó sus vacaciones.
30 Enero 2018

Jonathan Wheeler es triatlonista pero también es ingeniero químico. Es inusual imaginar a un deportista “de resistencia” dentro de un laboratorio con su delantal blanco manipulando tubos de ensayo con diferentes elementos químicos que al fusionarse generan efectos resplandecientes. Pero es sólo eso: un juego de imaginación. “Esa es la imagen que tienen muchos. Yo trabajo sobre los procesos industriales en general, principalmente donde hay transformaciones de materia prima”, explica Jonathan.

El triatlón es un deporte multidisciplinar que reúne a la natación, el ciclismo y el pedestrismo. Jonathan siempre tuvo inclinación hacia los deportes, pero una operación quirúrgica, a los 16 años, lo alejó de las prácticas. Para encarar su recuperación empezó a practicar triatlón, una actividad que forma parte del legado de su padre, Andrew Wheeler, quien lo practicaba también.

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Al ser hijo de profesores de educación, en su niñez y juventud practicó diferentes deportes. A los 12 años se consagró campeón argentino de judo.

Siendo niño jugaba con todo lo que tenía a su alcance buscando nuevas funciones para los elementos que lo rodeaban. Eso seguramente fue desarrollando su faceta que lo llevaría a convertirse en ingeniero y a trabajar en el Conicet.

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Ser un deportista amateur requiere de mucho esfuerzo. Tanto o más que un profesional. “Perdí la posibilidad de compartir muchos momentos especiales con mi familia y mis amigos. No iba a fiestas ni salía por la noche. Incluso resigné ir de vacaciones para descansar; o si iba de vacaciones también me entrenaba”, recuerda.

Este año, “Jony” decidió cambiar la rutina y pasó las vacaciones en las playas de Bombinhas junto a su familia.

El triatlón no le genera ningún tipo de ingreso económico. Compite por el honor. La única recompensa es recibir premios cuando se destaca en alguna competencia. “Para ser profesional de un deporte de resistencia hay que resignar muchos aspectos personales. Eso implicaría tener que viajar constantemente al exterior y planear una vida lejos de mis afectos”, relató el ingeniero, que para competir cuenta con el apoyo del club Central Córdoba, una empresa de indumentaria y una institución de fisioterapia.

Uno de sus placeres es estar con Augusto, su hijo de 8 meses, y su esposa Carolina, con quien se casó hace más de dos años. Los almuerzos y cenas en su hogar son su oportunidad para mirar en Netflix la serie Vikings y los extraños experimentos científicos y la aparición de fuerzas sobrenaturales que se presentan en Stranger Things.

¿Hasta donde habría llegado si me hubiera propuesto jugar al fútbol? Es una pregunta recurrente para “Jony”, que tenía entre sus sueños convertirse en un futbolista.

Otro de sus sueños está a punto de hacerse realidad: participar del “Cruce de Los Andes”, una prueba muy dura y exigente. Él afirma que está listo fisíca y anímicamente para realizarla.

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