El espejo uruguayo le sirve a la Argentina

El espejo uruguayo le sirve a la Argentina

27 Enero 2018

Cristian Mira

La Nación

La protesta de los productores agropecuarios de Uruguay deja algunas enseñanzas sobre el pasado y emite señales de advertencia sobre el futuro argentino.

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En muchas ocasiones Uruguay ha actuado como un reflejo opuesto de lo que se hacía de este lado del Río de la Plata. En el caso de la producción agropecuaria hay varios ejemplos. Cuando la fiebre aftosa reapareció en el Cono Sur en 2001, Uruguay reconoció los focos de la enfermedad, a diferencia de la Argentina, que primero los ocultó hasta que no fue posible tapar el sol con las manos. Esa decisión política, que le provocaba un mayor daño económico a Uruguay ya que el 25% de sus exportaciones provienen de la cadena cárnica, le permitió sostener la credibilidad en los mercados internacionales. Los cierres que padeció fueron temporarios y con el tiempo consiguió acceder a destinos que todavía la Argentina no accede, como México o Estados Unidos.

Tiempo después, mientras el gobierno argentino decidió utilizar al campo como caja recaudadora del Estado mediante los derechos de exportación, Uruguay apostaba al crecimiento de la producción. Esa visión atrajo a productores argentinos que cruzaron el charco y contribuyeron a expandir la agricultura uruguaya. Las innovaciones tecnológicas en los cultivos y las nuevas formas de organización empresarial que ya se aplicaban en la Argentina aumentaron las cosechas de soja y trigo en Uruguay. Esa visión de largo plazo fue sostenida aun por gobiernos a los que difícilmente se los puede acusar de “neoliberales”. El exponente más fiel de ese criterio fue José “Pepe” Mujica que, además, era productor. Primero como ministro de Ganadería y luego como presidente, conocía muy bien las consecuencias que podía tener para su país restringir la producción. Mientras en la Argentina se prohibía exportar carne a Alemania en pleno Mundial de Fútbol en 2006, del otro lado del charco se aceptaba el “asado del Pepe”.

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Ahora las cosas han cambiado. Pese al crecimiento de la economía uruguaya, hay otros problemas que salieron a la luz. Los productores uruguayos que impulsan la protesta objetan el aumento de costos, el exceso de regulaciones del Estado, la carencia de infraestructura y el déficit fiscal. Se quejan de la lentitud de su gobierno en resolver estos problemas. Este es el mensaje de la protesta uruguaya que debería ser tomado como señal de advertencia para la Argentina.

Aquí ya no hay un gobierno que no dialogue con la producción. Ahora, las puertas están abiertas. Sin embargo, existe la tentación por parte de algunos sectores del oficialismo de creer que los problemas de la producción agropecuaria ya están resueltos solo porque se han bajado los derechos de exportación y se liberaron algunas trabas al comercio.

Un informe que Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) dio a conocer esta semana sostiene que un productor de “200 hectáreas necesita realizar unos 270 trámites anuales entre permisos, certificaciones y demás obligaciones burocráticas”. En una encuesta interna, CRA concluye que hay “duplicidad de información solicitada por las diferentes dependencias del Estado; complejidad de tramitación, por los requerimientos; falta de flexibilidad frente a los imprevistos en los datos aportados; duplicidad de imposición de tasas sobre un mismo objeto; falta de capacitación del personal que atiende (en el Estado); superposición de tareas en los organismos; desigualdad frente a lo requerido a otros sectores y falta de utilidad práctica en cuanto al objetivo del trámite”.

El gobierno nacional comenzó a dar algunos pasos para desenmarañar esa red burocrática. Recientemente derogó leyes y normativas antiguas y está impulsando que haya más trámites vía electrónica que en papel, pero todavía falta.

Otro ejemplo es el de la presión impositiva provincial vía los inmobiliarios rurales o las tasas viales de los municipios. Si no vuelven en servicios estatales más eficientes crecerá la percepción por parte de los productores de que algo se está haciendo mal.

El agro responde rápidamente a las señales, tanto a las que incentivan la inversión y a la producción como aquellas que le quitan estímulos. Uruguay deja un mensaje para estar atentos a esas señales.

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