Veredas rotas que trastornan al transeúnte

Veredas rotas que trastornan al transeúnte

14 Enero 2018

Parecen haber alcanzado un grado de popularidad tal que se esparcen por una gran parte de la ciudad. Son trampas para los peatones distraídos, los discapacitados motrices o visuales, los adultos mayores, obstáculos para las madres que llevan en cochecitos a sus niños. Quizás las consecuencias desafortunadas podrían resultar beneficiosas para los especialistas en arterias, en males de la circulación y en los huesos. Lo cierto es que las veredas rotas vienen ganándoles la pulseada a los transeúntes y a las autoridades, y lo que es peor, su población se va robusteciendo.

En nuestra edición de ayer dedicamos un amplio espacio a considerar este asunto. Un vecino que se moviliza en silla de ruedas, dijo que las veredas en mal estado son como un campo minado, no solo para ellos. “Si el discurso se centra en un grupo reducido, es muy difícil que el Gobierno haga algo, porque considerará que no les conviene invertir para tan pocas personas (aunque no seamos pocos).... son muchos los lugares a los que no voy por falta de accesibilidad: evito ir a bares o a boliches, porque la mayoría tiene escalones o no tiene un baño para personas con discapacidad”, dijo. Un no vidente señaló que si alguien se cae nadie se hace responsable.

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Las ordenanzas 3.964 y 3.974, sancionadas en 2008, obligan al municipio a informar al vecino que tenga deteriorado el piso de la acera o que no cumpla con las normas vigentes, que deberá efectuar la reparación en forma inmediata. El plazo que disponen los frentistas para el arreglo de la vereda es de 90 días, desde la intimación. Se contemplan multas de entre $3.000 a $6.000, monto que podría ser mayor a los fines de que el propietario se preocupara por mantener en condiciones su vereda.

A fines de 2016, una arquitecta informó que el 45% de las calles y veredas de la ciudad estaban rotas; no tenían mantenimiento ni se pensaba en la especie arbórea adecuada antes de plantarla, para evitar que sus raíces levantaran las veredas. “El centro está lleno de baldosas flojas, de árboles mal ubicados, señales y carteles que obstruyen la circulación, motos y bicicletas mal estacionados, desniveles no salvados con rampas o vados, mesas y sillas de bares mal alineadas, toldos bajos, obras en construcción que invaden las circulaciones y bolsas de basura diseminadas”, dijo.

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En 2012, un edil, que actualmente es funcionario municipal, cansado de presentar notas solicitando la reparación de las veredas desde 2006, dirigidas al presidente del Concejo Deliberante, al intendente capitalino, a los titulares del Tribunal de Faltas y del Ente de Turismo, junto a sus colaboradores hizo más de 90 cruces en varias cuadras del microcentro, donde el peatón podía caerse. Hasta la fecha, no se registraron cambios.

En otras oportunidades, preguntamos quién se hacía responsable si un peatón tropezaba en una vereda rota y se quebraba. ¿El frentista? ¿El intendente, sus funcionarios? ¿Quién paga los gastos sanatoriales? ¿Por qué si existen responsables, estos no hacen cumplir con rigor la normativa en su totalidad? La Municipalidad podría efectuar la reparación y cobrarle luego el trabajo al frentista. Si con la metodología histórica no se obtuvieran los resultados esperados, habría que cambiar estrategias.

El peatón está desprotegido. Por ejemplo, para poder cruzar en las esquinas (incluso las semaforizadas), debe aguardar que los automovilistas pasen, cuando debería ser al revés. La ciudad está diseñada para los vehículos, no para el vecino. Se nota que nuestros representantes no caminan la ciudad, será por esa razón que el peatón no ocupa un lugar importante entre sus prioridades.

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