A cien años de la doble revolución rusa

A cien años de la doble revolución rusa

Después de la revolución de febrero que destituyó al zar, se formó un Gobierno Provisional liderado por los Mencheviques y acompañado por los Bolcheviques. Tres equipos de gobierno se sucedieron entre marzo y octubre; ninguno pudo resolver los problemas heredados: la crisis económica, la salida de la guerra y el problema de tierras para los campesinos.

EL AFICHE. “Lenin vivió, Lenin vive, larga vida a Lenin”, se lee en el póster de propaganda del soviética de Viktor Semenovich Ivanov. EL AFICHE. “Lenin vivió, Lenin vive, larga vida a Lenin”, se lee en el póster de propaganda del soviética de Viktor Semenovich Ivanov.
10 Diciembre 2017

Por Patricia Kreibohm - Para LA GACETA - Tucumán

De regreso en Rusia, desde el 3 de abril de 1917, Lenin manifestó su posición extrema. En sus célebres Tesis de Abril, proclamó su lema: Pan, Paz y Tierras y ratificó su hostilidad incondicional hacia la república parlamentaria, el gobierno provisional y el proceso democrático.

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En el mes de junio, el ejército ruso concretó su última ofensiva en la guerra y se desmoronó. Así se inició el desastre: la cadena de mandos se rompió y la deserción masiva incrementó el conflicto interno. Simultáneamente, los campesinos endurecieron su pedido de tierras, lo cual intensificó la represión gubernamental.

En agosto, la situación empeoró y en septiembre, las estructuras del Estado se declararon incapaces de salir de la crisis; los bolcheviques aprovecharon la oportunidad.

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La Revolución de Octubre

El 10 de octubre, Lenin reunió a 12 de los 21 miembros de su partido. Después de dos horas de discusión, logró convencer a la mayoría para que votara a favor de la realización de una insurrección armada. Diez de los doce, la aprobaron. Lev Trotsky creó entonces el Comité Militar Revolucionario de Petrogrado, encargado de implementar el golpe; una acción que contradecía absolutamente el principio de la sublevación popular espontánea que siempre había alentado su partido.

El 25 de octubre, algunos millares de soldados de la guarnición de la capital, marinos de Kronstadt, guardias rojos del CMRP y algunos centenares de bolcheviques de los comités de fábrica, se ubicaron en los lugares clave. El proceso fue rápido. Unos pocos enfrentamientos y un número de víctimas insignificante selló el triunfo de esta segunda revolución, cuidadosamente preparada y perpetrada sin oposición. Enfrentados con los hechos consumados, los socialistas debieron ratificarla. Los diputados del Congreso todavía presentes, votaron un texto redactado por Lenin atribuyendo todo el poder a los soviets. Esta resolución, puramente formal, permitió a los bolcheviques crear una ficción que iba a engañar a varias generaciones hacia el futuro: ellos gobernarían en nombre del pueblo en el país de los soviets. Algunas horas más tarde, el Congreso estableció al nuevo gobierno, presidido por Lenin y encarnado en el Consejo de los Comisarios del Pueblo. Poco tiempo después, los soviets perdieron su poder y fueron sometidos a este Comisariado.

La primera medida del nuevo gobierno, fue la salida de la guerra. Su costo fue elevadísimo. Por las cláusulas del Tratado de Brest-Litovsk, Rusia perdió 780.000 kilómetros cuadrados, 56 millones de habitantes, el 73 % de su producción de hierro y el 89% de la de carbón.

A fines de 1917, surgió una pequeña fuerza militar que se oponía al gobierno. Era el embrión del futuro Ejército Blanco, comandado por los generales Alexeyev y Kornilov. Esto decidió a Lenin a fortalecer la dictadura: disolvió la Asamblea Constituyente, en la que no tenía mayoría, trasladó la capital a Moscú e inició la represión contra los campesinos. Esto se explica porque los bolcheviques temían las sublevaciones populares urbanas y uno de los factores que podían desencadenarlas era el hambre. Para garantizar el alimento, decidieron tomar el control de la producción y de los circuitos económicos, incrementando las requisas y prohibiendo a los campesinos quedarse con los excedentes.

El Comunismo de Guerra

Durante 1918 aumentaron notablemente las detenciones de los opositores, lo cual indujo a los líderes a crear los primeros campos de concentración. El 5 de septiembre de 1918, se dictó el decreto sobre el Terror Rojo; una medida que suponía la implementación de un modelo represivo que se instaló y se practicó como un sistema. En otras palabras, se instaló el Terrorismo de Estado y, paulatinamente, se crearon las condiciones para que estallara la guerra civil.

Esta contienda se prolongó durante tres años y enfrentó a los Rojos (bolcheviques) con los Blancos (mencheviques, opositores de toda índole e incluso tropas de EEUU, Canadá, Francia e Inglaterra). Normalmente analizada como un combate entre dos bandos, esta fue en realidad, una guerra sucia cuyas principales víctimas fueron los campesinos más pobres.

Durante su desarrollo, el gobierno se endureció, tanto en el plano económico como en el político. Debido a que los circuitos de distribución estaban rotos, el sistema de transporte no existía y la escasez de alimento para el ejército y las ciudades era gravísimo, se implementó el Comunismo de guerra; un programa que debía contribuir a dos objetivos: garantizar el triunfo del Ejército Rojo y consolidar la revolución. Para ello, se eliminaron la propiedad privada y el intercambio voluntario. Desde ese momento, tanto la producción como la distribución y la asignación de bienes, quedó en manos del Estado.

El costo de este programa fue altísimo. Miles de muertos, campos asolados, cosechas destruidas y ganado exterminado por los propios campesinos que no querían entregarlos al gobierno, fueron sólo algunas de las reacciones que generó su implementación.

En el plano político, se inició el proceso para institucionalizar la nueva estructura. Se creó el Politburó y el partido dejó de llamarse Bolchevique para pasar a denominarse, Comunista. Desde entonces, Moscú se convirtió en el centro del sistema. De hecho, cuando terminó la guerra, el gobierno era más fuerte, pero la situación del país era catastrófica. Esto condujo a Lenin a proponer la NEP; un modelo económico que suponía un retorno al capitalismo. En palabras del líder, se trataba de una huida hacia adelante, que terminaría fortaleciendo al socialismo. Sin embargo, esta política se convirtió en la piedra del escándalo dentro del partido y del gobierno; dos ámbitos en los que se registraron las primeras fracturas.

Otra consecuencia que desencadenó la guerra civil, fue una serie de conflictos entre las regiones del antiguo imperio ruso, las cuales protagonizaron encarnizados enfrentamientos que derivarían en la demarcación de nuevas fronteras y distribuciones de poder. Para solucionarlo, Lenin estableció - en septiembre de 1922 - que todas las repúblicas, incluida Rusia, formarían parte de una federación denominada: Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

En 1924, Lenin murió y se inició entonces un nuevo enfrentamiento; esta vez en el seno del partido. Después de un año, la conducción de la URSS quedó en manos de Josip Stalin. Se abría un nuevo capítulo que marcaría a fuego la historia del siglo XX.

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Patricia Kreibohm - Profesora titular de Historia contemporánea y de Relaciones Internacionales de la Unsta.

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