Costos en la pelea por la supervivencia

Costos en la pelea por la supervivencia

Como esos scrums que se desarman por empujones desordenados y en los que ninguno puede sacar la pelota para jugar con limpieza, Juan Manzur, Osvaldo Jaldo y José Alperovich avanzan amontonados hacia 2019. Sin rumbo claro, cayéndose y volviéndose a formar, el trío que conduce el oficialismo provincial da cada vez menos señales de cohesión.

Las últimas semanas fueron un rosario de desajustes en el oficialismo. Alborotado por no haber ratificado en las elecciones generales el 3 a 1 en el reparto de bancas, el vicegobernador arremetió en soledad contra el senador. La consecuencia fue la renovación de la mesa de conducción de la Cámara y el apuro por cubrir con César Dip la banca de Sergio Mansilla. Fiel a su estilo y en silencio, el gobernador tragó saliva y aguantó. Pero un par de semanas después, trancó a Jaldo y al mismísimo Alperovich, que estaban enfrascados en una pulseada por quedarse con el manejo del Concejo Deliberante capitalino. También sin hacer parte a nadie más, Manzur dispuso que sea Armando Cortalezzi el presidente de ese cuerpo y desactivó la avanzada de sus socios políticos.

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Pero como en el oficialismo los estados de ánimo y las alianzas son efímeras, debió aparecer Beatriz Rojkés con su idea de traer a Cristina Fernández de Kirchner para acercar nuevamente a Manzur y a Jaldo, y distanciarlos del mentor de esa fórmula. Así fue que Alperovich, que había quedado expuesto por la inoportuna movida de su esposa, esperó la ocasión para poder reivindicarse dentro de la mesa tripartita del oficialismo y distanciarse del kirchnerismo. Esa es la verdadera razón por la que el senador se mostró junto a dos de los ministros más influyentes del macrismo luego de votar –y de decirlo públicamente- tal como le había pedido Manzur. El gobernador, que estaba fuera del país cuando debía darse la votación en el Senado de las reformas previsional y fiscal, encomendó al vicegobernador que siguiera de cerca el paso de los dos senadores peronistas. Por eso Jaldo, personalmente, se encargó de hablar en más de una ocasión antes de la sesión con la senadora Beatriz Mirkin para recordarle el compromiso firmado por Manzur ante el presidente, Mauricio Macri. Así se entiende la preocupación del tranqueño por agradecer tan efusivamente el voto de los tucumanos.

La renuncia del vicegobernador a la banca que obtuvo como diputado exacerba esa falta de trabajo en equipo. El tranqueño sabe que apenas haga pública su decisión se expondrá a las críticas por una nueva candidatura testimonial, pero también es consciente de que no tiene opción si es que pretende mantenerse dentro del esquema de poder dentro de dos años. Por eso aguardó a que el gobernador regresara de su viaje a Estados Unidos para acordar cómo presentar su dimisión. El viernes, última vez que charlaron, analizaron la conveniencia y la oportunidad de efectuar el anuncio. Sin mayores precisiones, quedaron en resolverlo a primera hora de hoy. Aunque Manzur seguramente apoyará hoy en público la decisión que adopte su compañero de fórmula, la duda acerca de lo que el gobernador prefería persistirá. Se sabe que Alperovich considera un error político que Jaldo se quede y que lo necesita lejos para que no interfiera en su relación con Manzur. Pero del titular del Poder Ejecutivo sólo trascendió que negociaba con sus pares de otras provincias que la presidencia del bloque peronista en la Cámara Baja recayera en Tucumán, y para eso necesitaba a Jaldo como carta de presentación. Sin el ex ministro del Interior en el recinto, esa posibilidad se desvanece y el peso de Manzur en el escenario nacional puede diluirse.

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Jaldo no está dispuesto a dejar ningún resquicio para que Manzur y Alperovich vuelvan a conformar la sociedad política sólida de años atrás. Y admite que ese objetivo lo obligará a pagar algunas culpas. Entre ellas, los reproches por haberse comprometido en público a hacer algo que finalmente no hará. Es el costo que deberá asumir para sostenerse de pie y luchar por su supervivencia. Así, a los agarrones y tomándose mutuamente de las camisetas, el oficialismo avanza. Por ahora, ninguno puede tomar la pelota para dirigir al resto.

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