Roles cambiados, las mismas conductas

Roles cambiados, las mismas conductas

Ni buenos ni malos, ni mejores por ser oficialistas, ni peores por ser opositores -o viceversa-, sólo dirigentes políticos conscientes del rol a cumplir en el lugar que les toca en suerte, más allá de que unos deben gobernar para todos y de que otros deben controlarlos. En la acción política hay condiciones que imponen ciertas conductas a los oficialistas y a los opositores, sean del color político que sean; que incluso se repiten después del recambio de funciones entre ellos tras una elección de renovación de autoridades.

Es que el lugar institucional que ocupan viene con necesidades políticas incorporadas, con mañas de manual, con pasos obligados a dar y de los que es imposible huir; y que hay que respetar hasta con cierta resignación. Es lo que se puso en evidencia en estos últimos días con el debate por las cuentas de inversión del Estado provincial y de la Municipalidad capitalina.

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En ambos casos la oposición (Cambiemos y el PJ) está obligada a requerir al oficialismo los papeles de lo presupuestado e invertido para observar si se gastó lo que se dijo, cómo y en qué se gastó. El oficialismo debe mantener a resguardo esos papeles o negar elegantemente su difusión para ocultar posibles deslices políticos. Caso contrario, no se entiende por qué una y otra vez se repite la misma película, año tras año. Ocurre siempre, unos llevando la iniciativa y los otros pisando el freno. Y desde ambos lados con las consabidas e infaltables chicanas de ocasión.

Hay coherencia opositora al demandar, cumple con el papel de contralor que le dio la sociedad en las urnas. Le pisa los talones al oficialismo, lo incomoda, sospecha, denuncia; busca indagar en los destinos de los fondos para descubrir eventuales irregularidades. Exige el funcionamiento de comisiones especiales para el análisis. Los respectivos ejecutivos no facilitan el camino, como siempre. No es para extrañarse.

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He aquí lo llamativo: ninguno es mejor o peor, ni más pícaro o más ingenuo; ambas partes cumplen casi mecánicamente el papel que les exige el momento. Lo curioso es que el oficialismo en la Provincia cumple el rol de opositor en el Concejo Deliberante de la municipalidad y que el oficialismo en la ciudad tiene sus referentes en la oposición en la Legislatura. Como opositores reclaman las cuentas de inversión en la Provincia y en la ciudad; como oficialistas, obstaculizan. Ironía: son los mismos, pero con roles cambiados.

Contradicciones

Ser opositor u oficialista viene con indicaciones y contraindicaciones. Y, en este caso, viene con contradicciones, ya que por cumplir con el libreto, unos y otros afectan la transparencia que debe marcar al sistema. No son coherentes con la democracia. Cuando la obligación, el deber y la necesidad de respetar al sistema se impongan, los roles serán secundarios; lo principal será cumplir responsablemente cada misión, en el lugar que se ocupe.

A escudriñar

Ahora bien, ¿por qué es importante revisar la cuenta de inversión? o bien ¿por qué se trata de mantener bajo reserva en detalle de los manejos de los fondos públicos? La respuesta más rápida es que lo que no se transparenta de forma fácil y sencilla oculta pecados de origen. ¿Es difícil acceder a una cuenta de inversión? Si se va a la página oficial del Tribunal de Cuentas se podrá encontrar información sobre los ejercicios anuales de la Provincia. Quien quiera trabajar sobre los números o los destinos de los recursos sólo tiene que meterse en los datos y poner a trabajar a varios contadores propios para escudriñar el detalle de los gastos.

Como los números van a cerrar en cuanto a inversiones y recibos de gastos; sólo hay que detenerse en los recursos que fueron dirigidos a obras públicas -por ejemplo- y verificar in situ si esos trabajos efectivamente se hicieron. Es lo más práctico, pero también lo más engorroso y que más tiempo puede llevar. Pero se puede hacer, algunos ya lo podrían estar haciendo, al margen de que reclamen comisiones especiales de investigación.

Las dudas siempre van por el lado de dineros que no habrían ido a parar en su totalidad al fin para el que estaban destinados y que, en cambio, fueron a parar a otros bolsillos o a cajas para tiempos electorales. Lo básico sería meterse en recursos que fueron a clubes deportivos. De manual. Esta semana, vaya por caso, se denunció que hubo trabajos de pavimentación en Yerba Buena que no cumplían con las exigencia técnicas o que los materiales usados no habían sido presupuestados como correspondía. Por ese lado hay que buscar las picardías.

Un funcionario de una intervención federal de hace varios años en el país me contó lo que sigue: “estaba en el área de viviendas, sabía que algo pasaba con el gasto de construcción, mandaba a equipos de técnicos a ver las obras, pero nada descubrían. Estaba seguro que había irregularidades; pero pasaban los días y nada. Hasta que un empleado de la repartición me dijo: ‘jefe, mida la altura de las casas’. En efecto, las viviendas tenían 20 centímetros menos de lo que decían los planos. Dos hileras de ladrillos. Allí estaba la diferencia en materiales, de miles de pesos. Varios se quedaban vueltos”.

Los que se enredan en números y no se aburren con tantas cuentas suelen recordar un caso de hace años que sirve a los fines: hubo un municipio que finalizó el año fiscal un 31 de diciembre con $ 350 millones declarados, pero que el 1 de enero del año siguiente comenzó con $ 190 millones menos. La broma de entonces fue que la diferencia se esfumó con los estallidos de la fiesta de fin de año. Se quemaron en cohetes; se deslizó.

Si se quiere encontrar, sólo hay que estar predispuesto a buscar y a escudriñar, y a quemarse las pestañas en papeles llenos de cifras y de cuadros. Los datos están; sólo hay que saber buscarlos.

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