La injusta brecha del trabajo no remunerado

La injusta brecha del trabajo no remunerado

Un informe reciente del Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD) advierte sobre la necesidad de visibilizar los “cuidados no remunerados” en el hogar o en la jornada, y su incorporación como variable económica. Según datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) para el segundo trimestre de 2016, la tasa de participación de las mujeres en actividades domésticas no remuneradas (cuidado de los niños y de los adultos mayores, tareas del hogar) era del 88,9% mientras que la de los hombres apenas trepaba al 57,9%. Mientras las mujeres le dedican 6,4 horas al trabajo doméstico no remunerado, los hombres cubren apenas 3,4 horas de sus jornadas; y, en general, lo hacen encarando tareas con las que ellos se sienten más a gusto. El informe de la ONU sobre la desigualdad se publica en consonancia con diversas acciones o iniciativas gubernamentales que muestran que la cuestión del tiempo no remunerado debe ser encarado explícitamemte como razón de Estado, con políticas públicas en direcciones diversas. Una de esas acciones, que está en la carpeta del proyecto de Reforma Laboral que impulsa el Poder Ejecutivo Nacional, es la extensión de la licencia por paternidad, que actualmente es de tres días corridos, a 15 días corridos. Otra acción, ya en marcha, es la universalización del jardín de infantes para chicos de tres años; la extensión de la “salita de tres” tiene gran impacto en los hogares vulnerables y, en particular, en madres solas o jefas de hogar. Iniciativas como las señaladas significan darles a las mujeres -en particular a las de sectores más necesitados- un “tiempo extra” para capacitarse, o para sumar ingresos a su economía mensual. Los numerosos programas diseñados por organismos multilaterales como la ONU, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) o el Banco Mundial para el desarrollo educativo y social de las mujeres no es una cuestión retórica, sino que hace a la salud de la economía regional, que muestra profundas brechas salariales, no sólo en la comparación de mujeres respecto de los varones, sino de las mujeres entre sí. Las más damnificadas por la invisibilización del trabajo no remunerado son las mujeres de bajo nivel educativo y alta carga de trabajo doméstico y de cuidados de niños y ancianos. Son aquellas que, en los hechos, no tienen margen para compartir con otros parte de esas responsabilidades; ni de capacitarse para poder acceder a puestos de trabajo calificados. Esos desequilibrios se ven en estos datos del Indec para el tercer trimestre de 2016: las mujeres perciben en promedio un salario equivalente al 74,2% del de los hombres en el ámbito profesional; y en empleos que requieren capacitación técnica, ellas ganan el 82% del salario que reciben los hombres. Las mismas fuentes indican que las diferencias salariales por género se profundizan en las labores no calificadas, en las que las mujeres ganan un 64,6% de lo que se les paga a los hombres. Pero la comparación entre mujeres de distintas clases sociales arroja datos igualmente inquietantes: el 72% de las mujeres de clase media trabajan fuera del hogar, en los hogares pobres no indigentes lo hace el 41%; y en los hogares indigentes, apenas lo hace el 35%. Como hemos señalado ya, son esos sectores los que más necesitan de políticas públicas no asistencialistas, que les permitam desprenderse de la obligatoriedad del cuidado no remunerado, para convertirse en protagonistas del mundo productivo.

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