La Fiesta de la competencia

Con una organización contrarreloj, ya está en pleno desarrollo la Fiesta Provincial de Teatro impulsada por el Instituto Nacional de Teatro (INT). En cada lugar, este certamen competitivo concentra muchas de las expectativas, las ilusiones y las energías de los teatristas del lugar. No es para menos. El festival sirve para elegir la o las obras (dos elencos, en el caso tucumano) que representan a cada provincia en la Fiesta Nacional anual. Por algo se afirma que ese encuentro es el más federal de la Argentina, ya que deben estar representados todos los distritos, sin importar la evolución del teatro de ese sitio. Por esto mismo, quedan en evidencia las asimetrías artísticas entre las regiones, lo cual sirve asimismo para realizar un diagnóstico y tomar el pulso a la actividad independiente (no pueden participar los elencos estatales).

Todavía no se sabe dónde se hará la Fiesta Nacional en 2018, aunque sería nuevamente en mayo: la discusión estaría limitada a Córdoba o a Rosario, y ambas plazas tienen su razón de ser política. La primera es impulsada desde mediados de año por Marcelo Allasino, director ejecutivo del INT nombrado por el Poder Ejecutivo Nacional; y su opción es defendida por el peronista Miguel Ángel Palma, secretario general del mismo organismo, ya que la ciudad santafesina es su lugar de origen. Detrás de la sede se oculta una disputa de poder, en momentos en que el Gobierno Nacional revisa nombramientos, cargos, gastos y funciones con miras a profundizar un ajuste fiscal que ya comienza a verse. El elenco que llega a la Nacional arriba a una vidriera que le permite, además, mostrarse ante programadores de festivales de todo el país y, eventualmente, del exterior. Por eso, de una gira puede devenir otra y luego alguna más, que le permitirá al grupo eventualmente profesionalizarse por un cierto tiempo. Es el caso de “Amar amando (o los ojos de la mosca)”, la obra de Casa Luján dirigida por César Romero que recorrió muchos kilómetros argentinos y que ahora comenzará un recorrido por América Latina, invitada desde varios países.

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La sucesión de festivales en el país tuvo su virtual broche de oro en Santa Fe, con el reciente Argentino de Artes Escénicas, perfectamente organizado por el Foro Cultural de la Universidad Nacional del Litoral (UNL). Allí se vio buena parte de lo mejor que circuló por los escenarios nacionales este año (la políticamente incorrecta “Amar amando...” fue invitada por Tucumán, con su virulencia a cuestas), con una clara exhibición de la variedad de géneros y propuestas estéticas y artísticas. La convocatoria a las salas santafesinas viene organizándose desde hace 14 años, con éxito asegurado por la calidad de lo que se muestra: fueron 16 obras de ocho provincias, más funciones especiales y la presentación de proyectos artísticos propios financiados por la UNL. La búsqueda de diferentes lenguajes teatrales hasta encontrar el propio se reflejó en una diversidad que fue desde un teatro con reminiscencias elocuentes a lo gauchesco, como la brillante y poética “Gurisa”, a propuestas que reflejaban el ritmo citadino como “Empleados”, ambas de Buenos Aires; desde la ágil “El cruce”, de Paraná, hasta la fragmentada rosarina “El arbolito rojo”. En la comparación de los opuestos, quizás la mayor distancia la ocuparon la exquisita actuación de Luis Machín en “El mar de noche”, monólogo de una hora que hace sentado en una silla y casi sin movimientos ni cambios de ritmo en la voz (atrás hay una tremenda dirección de Guillermo Cacace, que cuestiona la idea imperante hasta hace poco de que teatro es movimiento), y los dos cuerpos femeninos entregados a su deformación para responder a las imposiciones sociales de “Relato en fiel simetría”, de Mendoza, donde los textos que se escuchan son en off.

El Argentino de Artes Escénicas es un buen ejemplo de lo que se logra con coherencia y cohesión, detrás de un proyecto que privilegie lo artístico y que dé espacio a las distintas expresiones. Un modelo a seguir, que bienvenido sería que se pueda exportar a otros escenarios para su aprovechamiento.

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Para mejor, en adhesión se ofreció al público una función especial de “(Esto no es) Calígula”, obra que se estrenó recientemente en Santa Fe y que es muy probable que sea una de las tres elegidas por esa provincia para la Nacional, atento a la calidad de las actuaciones (en especial, las de Raúl Kreig y Rubén Von Der Thüsen) y a la impecable dirección de Edgardo Dib, quien viene mostrando que el teatro de calidad no conoce los límites de la Capital Federal sino que puede realizarse en cualquier lado.

Compleja elección

De vuelta a Tucumán, los evaluadores no la tendrán fácil. La selección de las 15 obras que quedaron para la competencia local conformó una grilla que atiende formas de pensar, hacer y ofrecer teatro muy distintas y, por eso mismo, muy ricas.

Luego de bastante tiempo, vuelve a estar presente un infantil en la competencia, lo que es una buena noticia en sí misma. Además, “Hacia dónde venimos” es una muestra de la evolución de la técnica del clown en la provincia. Otra novedad es la presencia del teatro aéreo, con “Gaviotas”.

Como suele suceder, hay teatro danza (“Retratos de bar”); adaptaciones de textos clásicos (“¿Qué sabrán las piedras de amor?” nació de “Las de Barranco”; y “Casa de muñecas” versiona lo escrito por Henrik Ibsen); creaciones colectivas (“La celebración”); una comedia absurda de autor patagónico (“Desesperando”); teatro performántico (“Pedro y las pelonas o exvotos al teatro”); y, sobre todo, obras de autores locales: “Las quietudes”, “El circo de los Marsilli”; “El señor Vizcachón”; “Los funerales del gato”; “Mariposas después de la lluvia” y “Lxs últimxs”.

El primer desafío para Eva Halac, Rodrigo Cuesta y Germán Romano (los jurados) será definir entre ellos un criterio de evaluación que englobe lo distinto, atienda a cada uno en su justa medida estética y artística, y permita calificar a todos en pie de igualdad.

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