Periodista feminista y marxista critica la maternidad subrogada

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08 Noviembre 2017

Laura Belén Yachelini
Centro de Bioética
Laura Belén Yachelini - Centro de Bioética

El presente boletín tiene como objetivo exponer la visión y crítica de la autora Kajsa Ekis Ekman acerca del alquiler de vientres, a fin de evidenciar cómo confluyen las distintas líneas de pensamiento en un denominador común que considera a esta práctica como una nueva forma de sometimiento de las mujeres.

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En el marco de la difusión de noticias sobre una persona referente del mundo deportivo, quien confirmó su nueva paternidad de dos mellizos gestados a través de la maternidad subrogada, Kajsa Ekis Ekman realiza una fuerte crítica y advierte el rol que adquiere la madre subrogante, convirtiéndose en lo que ella denomina una “fábrica de bebés”.

Actualmente, el deportista publica diariamente en sus redes sociales la imagen de los niños en su nuevo hogar. De las múltiples reacciones que tienen dichas difusiones, ninguna repara en la madre que gesto a los niños, de hecho, el único dato que circula es el precio que recibió por concebirlos. Sobre este punto reflexiona Kajsa Ekman, quien observa cómo la sociedad naturaliza el hecho de que, en la realidad, la mujer sólo es un engranaje de una industria que vende niños.

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Industrias

Ekman propone en su último libro “El ser y la mercancía”, partiendo de premisas feministas y marxistas, un análisis sobre el “alquiler de vientres” y lo que llama dos industrias de comercialización, examinando tanto la prostitución sexual como la prostitución reproductiva. Realiza ello en base a una mirada ya propuesta por distintos autores, incluso evocada por la literatura en el visionario libro de Margaret Atwood, “El cuento de la criada” (que supo adelantar en 1985 asuntos como la mercantilización del cuerpo de las mujeres en la maternidad subrogada).

Ekman sostiene que la apropiación y aprovechamiento de la sexualidad y la capacidad reproductiva del cuerpo de las mujeres siempre fue y es uno de los pilares del sistema patriarcal y capitalista, que se encargó de esbozar una serie de argumentos que sirven para legitimar esta explotación, bajo el lema de un supuesto progresismo.

Fenómenos como la disociación, reificación o cosificación, que siempre son repudiados por los movimientos y organizaciones de derechos humanos, no parecen ser advertidos en esta temática.

La autora cuenta cómo la mujer alquilada atraviesa por un proceso de disgregación de su cuerpo, cuando la someten a cursos y tratamientos psicológicos tanto en la India como en Estados Unidos, con el fin de “enseñarle y concientizarse” que el bebé que gesta “no es suyo” y que evite pensamientos o sentimientos de vinculación con el niño o niña.

En su trabajo indica que a la práctica del alquiler de vientres “se le pueden poner muchos nombres pero al final lo que se está haciendo es comprar un bebé por internet”.

La periodista plantea cómo la mirada de la sociedad se posa únicamente en los sentimientos de los compradores, idealizando una situación bajo la presunta necesidad de éstos y que oculta la realidad de la mujer que engendra el niño, entre quienes se genera un vínculo único que luego se desvanece. Se trata, en realidad, de una historia de pérdidas.

Kajsa subraya que el anonimato que se genera alrededor de la maternidad subrogada, sea pagada o altruista, viola el derecho fundamental que tienen los niños a sus padres, tal como lo reza el artículo 7 de la Convención de los Derechos del niño.

“Fondo de chantaje”

Ekman rechaza la versión que defiende que la subrogación altruista es mejor que la comercial e insiste en la importancia de que los países no cedan. “En este debate hay también un fondo de chantaje: si las mujeres de Europa no lo hacen gratis, iremos a explotar a otras en Nepal o La India”.

Ekis Ekman también describe cómo las madres viven el llamado “altruismo eufórico” después de dar a luz, pero que luego de unos años se produce un cambio. Expresión de ello fueron 18 madres de alquiler de Estados Unidos que en la década de 1980 se agruparon en contra de ésta técnica, argumentando que al cabo de 6 meses aproximadamente empezaron a sentir algo diferente, a reflexionar.

La reglamentación de la actividad no constituye un freno a la inmoralidad que supone: “se vende hasta la vida misma, y la campaña publicitaria nos dice que se trata de amor y de libertad”.

En su país, Suecia, se realizó una encuesta oficial que arrojó que la maternidad subrogada se configura como un procedimiento que conlleva un riesgo demasiado alto para mujeres y niños y actualmente se está preparando una prohibición contra la misma.

Durante los últimos años más países han optado por seguir este camino: India, Tailandia, Camboya y México han legislado contra la industria. Además recordemos que el Parlamento Europeo “condena la práctica de la subrogación, que socava la dignidad humana de la mujer dado que su cuerpo y sus funciones reproductivas son usadas como una mercancía.” Mientras que el Comité de Bioética de España , que también rechaza la maternidad subrogada porque “lo que se hace es comprar a un menor”..

En su estudio de la industria del alquiler de vientres pudo observar como las consecuencias de dichas prácticas llevaron a casos escandalosos, como el de un millonario japonés soltero que llegó a tener 16 niños de diferentes clínicas tailandesas, incluso con una intención de llegar a 100; una pareja española que se molestó cuando sus gemelos no fueron de ambos sexos y no quisieron pagar los gastos del hospital; o cuando en 2010 las mafias asiáticas descubrieron esta rentable industria y comenzaron a usar la misma estrategia que en la prostitución, raptando a jóvenes para encerrarlas y usar sus cuerpos.

Algunas reflexiones

Para finalizar debemos decir que las conclusiones de esta periodista, más allá de las diferencias que podamos tener en otros temas igualmente importantes y sensibles, ofrecen un aporte interesante al debate, lo que da cuenta de que la temática excede totalmente cualquier concepción política, económica y sociocultural, porque hace a lo intrínsecamente humano y al valor de defender los derechos más fundamentales.

Creemos que es urgente brindarle a la temática el debate y reflexión que merece, teniendo en cuenta los tópicos que están implicados.

A lo expuesto, pareciera que la verdadera razón de ser de esta industria es el dinero. La subrogación altruista configura tan sólo el 2% de las prácticas.

Ello resulta relevante si se tiene en cuenta que en algunos países como Gran Bretaña o Portugal, esa calificación define el rumbo de la licitud. En dichos estados la maternidad subrogada comercial está prohibida, mientras que aquella “altruista”, en la que la indemnización consiste únicamente en los gastos médicos propios del embarazo, sí es legal.

Recordemos que la maternidad subrogada configura un contrato con cláusulas manifiestamente violatorias de los derechos humanos, rasgo de la realidad que pocos conocen. Quienes se pronuncian a favor de la subrogación como expresión de autonomía poco interiorizados están con los convenios entre las partes, donde justamente esa autonomía está suprimida. Todas las decisiones las toman los compradores, no la mujer. Durante esos nueve meses la mujer puede morir, quedar estéril o sufrir daño psicológico, se hace firmar a las mujeres un contrato donde se les prohíbe viajar, hormonarse o tener sexo, se las obliga a abortar en el caso de que los padres que la alquilan lo deseen.

Creemos que no hace falta inventar ninguna nueva ley y que no hay vacío legal en este punto: el principio más elemental de nuestra naturaleza nos indica la importancia de salvaguardar y preservar la vida prohibiendo las prácticas que enajenen a la persona y su dignidad. La maternidad subrogada se asemeja a ser otra cara de la misma moneda, la venta de menores, a costa del uso y abuso del cuerpo de la mujer.

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