En la Iglesia, ante todo la fraternidad

En la Iglesia, ante todo la fraternidad

05 Noviembre 2017

> LA MISA DE HOY

PBRO. MARCELO BARRIONUEVO

Nos encontramos con la tercera consigna para la Iglesia: es la fraternidad y el servicio, contrapuestos a la incoherencia y la vanidad de los que mandan (cf 1ª Lect.). (La primera consigna fue “Dad a Dios lo que es de Dios; al césar lo que es del césar”, y la segunda es la del mandamiento “Amarás al Señor tu Dios y al prójimo”)

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A los elegidos para establecer la Iglesia, Jesús les dice que no alardeen de sus puestos, porque “uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos... El primero entre vosotros será vuestro servidor”. En la Iglesia, como en las responsabilidades sociales, el poder es sólo servicio y no se entiende sino desde la actitud de que sólo Dios es el Señor de la Historia y nosotros simples administradores. En nuestro tiempo, como en los primeros, tiene también lugar la tentación correlativa: la ambición de los primeros puestos, por parte de los que no los detentan (cf Mt 20,24-28).

La sencillez, la fraternidad, el servicio, son virtudes subrayadas en nuestro tiempo. Proporcionan paz en este mundo tan competitivo. Bella oración la del salmo responsorial: “guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor... no pretendo grandezas...” Es decir el hombre vive en paz cuando busca la sabiduría de lo sencillo y humilde, aun cuando le toque por función desarrollar un cargo de responsabilidad y gobierno.

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Nada tan distinto a lo que vive y considera la cultura posmoderna, donde todo debe ser marketing y posicionamiento mediático. La sobreexposición que nos ofrecen y posibilitan los medios marca tendencia en que se nos “vea” a cualquier costo, aun cuando no hagamos lo que decimos y mostramos. Es el “síndrome de la imagen”, considerando que la única realidad no es la que existe sino la que se comunica, la que se muestra.

El Señor en el Evangelio nos llama a un fuerte servicio desde los talentos que nos dio; hemos de considerar que somos hermanos entre nosotros y hay que servirse como tales, con fraternidad. Ayudar a otros, servir a los demás, poner lo mejor de nosotros para que los otros crezcan y mejoren su vida humana y cristiana. La Iglesia esta llamada a dar testimonio de esa fraternidad que se muestra en el servicio a los hermanos y entre los hermanos.

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