Estrategias y mensajes desde las trincheras

Estrategias y mensajes desde las trincheras

La Cámara de Diputados tendrá una bancada más a partir del mes que viene. Será pequeña, pero a los efectos de la política tucumana, será sustancial. Beatriz Ávila constituirá un unibloque cuando asuma. Se llamará PJS – Cambiemos. Las siglas corresponden a Partido de la Justicia Social, la agrupación política que creó su esposo, el intendente Germán Alfaro, para incorporarse desde allí al oficialismo nacional. Ahora, el matrimonio con más poder en la oposición local consolida esa tendencia: se suman al macrismo como socios; no en relación de dependencia.

Ambos llevaron la noticia a la Casa Rosada durante esta semana. La excusa oficial era presentar en sociedad a Ávila, así que después de las fotos, ella pulió detalles con el viceministro Sebastián García de Lucca, para puntualizar que su bancada unipersonal estará alineada con el Gobierno nacional. Alfaro se quedó con el ministro Rogelio Frigerio a hablar de la necesidad de apoyo real para su gestión en San Miguel de Tucumán.

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El intendente planteó que su gestión ha estado caracterizada por el enfrentamiento con la Casa de Gobierno y un escaso respaldo material por parte del Ejecutivo nacional. Pese a ello, puntualizó, puso “todo” en las elecciones de octubre.

Como a esa votación Cambiemos llegó, por un lado, con una acertada provincialización de la campaña (instaló la problemática del agua y las cloacas); y, por otro, con el escandaloso reparto de tickets de supermercados, Alfaro planteó que las elecciones, en el Norte, no se ganan sólo con las redes sociales. Algo así como que las estrategias de Jaime Durán Barba tienen vigencia desde la Capital Federal sólo hasta el límite con Santiago del Estero.

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Si esperaba alguna recriminación, se sorprendió. Es decir, revertir el “3 a 1” del reparto de las bancas en las PASO y convertirlo en un “2 a 2” ha sido un éxito tan rutilante como costoso para la oposición: no sólo se desautorizó para denunciar de “clientelar” al oficialismo, sino que le ha abierto de par en par la puerta para “salir a jugar” con las prebendas. Sin embargo, Frigerio no hizo reclamos. Su enojo se volcó hacia la “sorpresa” de San Luis. Los Rodríguez Saá revirtieron 25 puntos adversos y pasaron de la derrota en las PASO al triunfo en las generales. Alfaro volvió con un compromiso (habrá financiamiento y obras para la Capital) y una novedad (en dos años, en la Casa Rosada, pasó de “Señor Intendente” a “Alfaro” y, ahora, a “Germán”). La consagración del “lord mayor” como uno de los mayores interlocutores del Gobierno nacional en Tucumán (como delineó Federico van Mameren en el “Panorama Tucumano” televisivo del miércoles) es palmaria.

Con esas herramientas se refuerza la trinchera del peronismo macrista en Tucumán. Cambiemos, después de octubre, sólo tiene “pata radical” aquí. Hasta el punto de que los rumores acerca de que Alfonso Prat-Gay es el “arma política” para 2019 se esparcen con toda clase de variantes. Pero en ninguna de ellas hay un radical en un papel rutilante…

Expansión

La trinchera de la Legislatura es la que más movimientos ha registrado desde que, tras los comicios, estallara la guerra del peronismo.

Osvaldo Jaldo sorprendió a propios y extraños reuniendo en la Legislatura a los ocho concejales de la capital que se declaran afines a la Casa de Gobierno, a quienes les manifestó dos cosas. La primera: la próxima mesa de conducción del Concejo Deliberante debe ser presidida por uno de los presentes en ese encuentro. La segunda: no auspicia ningún candidato porque no hay lugar para los egoísmos ni las grietas internas: se necesitan 10 votos para definir las próximas autoridades y ahora iba a resultar más complicado alcanzar consensos con Fuerza Republicana. Después de que pasara de 30.000 votos en 2015 a 155.000 hace dos semanas, Ricardo Bussi está en condiciones de pedir un lugar expectable en la mesa.

Jaldo, así, mandó mensajes a todas partes. En primer lugar, le comunicó a la Intendencia que su intención es complicar la gobernabilidad de Alfaro. El intendente, en Buenos Aires, también abrió el paraguas al respecto.

En segundo lugar, anotició al sector del senador José Alperovich (al cual le atribuyen haber propiciado la renovación de autoridades del Concejo antes de los comicios) que el jaldismo buscará extender su esfera de influencias fuera de la Legislatura. La primera mesa de conducción que el oficialismo propició para el órgano legisferante municipal (y que Alfaro birló) estaba dominada por alperovichistas.

Es que, cada cual en su trinchera, jaldistas y alfaristas comparten un mismo convencimiento: el alperovichismo trabajó el 22 de octubre para consagrar un reparto de bancas que perjudicara a todos. Esa fórmula común puede traducirse en una suerte de fórmula numérica: “2-1-1”.

En la Legislatura y en la Intendencia repiten que las huestes del ex gobernador mandaron a votar a FR para que Bussi resultara electo diputado nacional. De esa manera, el justicialismo no sentaba tres diputados (como en las PASO), sino dos (como efectivamente ocurrió). Sólo el radical José Cano obtenía una banca en Cambiemos (una doble derrota para Alfaro, porque el espacio perdía una banca y, además, era su esposa la quedaba fuera). Y, bajo la gobernación de Juan Manzur, el bussismo volvía al Congreso.

FR estuvo a unos 4.000 votos de quedarse con la banca que hoy ocupa el Partido de la Justicia Social. O lo que es igual: con un voto más en cada una de las casi 4.000 urnas, la historia hubiera sido otra.

Justamente, el mensaje de Jaldo también es para la Casa de Gobierno: él va a jugar en todas las canchas, después de que le embarraran la cancha electoral.

Contracción

En la trinchera alperovichista, por supuesto, desmienten las acusaciones de traición. Sostienen que la hemorragia de votos del PJ (su ventaja sobre Cambiemos pasó de 200.000 a 140.000 sufragios en dos meses) se debió al fracaso del gobierno manzurista en materia de seguridad. Acusan al jaldismo de montar una “operación política” para endilgarles el resultado. Y, por sobre todo, esperan que Manzur haga o diga algo.

En rigor, la sospecha de que el alperovichismo mandó a votar en contra del Frente Justicialista por Tucumán también es compartida en numerosos despachos de la Casa de Gobierno. El alejamiento de Gabriel Yedlin (ministro de Salud) y de Pablo Yedlin (secretario general de la Gobernación) del equipo político del ex gobernador (consignado en LA GACETA del lunes por Fernando Stanich) refuerza las presunciones de deslealtad. El segundo de los hermanos, en agosto, tenía los votos para ser diputado (era el tercero de la lista). Su salida del alperovichismo, además, es una baja sensible para ese sector: hoy, el oficialismo provincial no tiene un candidato con tantos votos en la capital como él. Las elecciones van y vienen en democracia, pero los hombres no pueden ser tratados como si fueran superfluos...

“Traición / Lealtad” es hoy la divisoria de aguas en el PJ. Con los resultados electorales del departamento Río Chico en la mano, Sergio Mansilla habló con Jaldo a principios de semana. El ex senador declaró que es leal a Alperovich y que no es desleal al Gobierno. Acordó con Jaldo, entonces, un plazo de 20 días hábiles: si la Corte no se expide acerca de si puede asumir -o no- como legislador (su candidatura de 2015 está judicializada con respecto a si es una tercera postulación consecutiva), dimitirá para que el luleño César “Kelo” Dip asuma de manera definitiva. Con las planillas en la mano, el tranqueño aceptó que Mansilla estaba limpio de sospechas y firmó la tregua: si el aguilarense no asume será por su propia decisión. De hecho, la Legislatura no volverá a sesionar durante ese lapso: la Labor Parlamentaria pasó el martes a un cuarto intermedio que se reanudará sólo cuando Jaldo retorne de los 10 días de descanso que se tomará a partir del martes.

Eso sí: las cosas no están ni remotamente bien. Manzur y Jaldo convocaron a los 15 intendentes del oficialismo a una reunión en La Cocha esta semana. Hubo dos ausentes. Uno fue el taficeño Javier Noguera, quien no estaba en la provincia. La otra fue la aguilarense Elia Fernández, cuyo apellido de casada es Mansilla.

Indefinición

En la trinchera del gobernador todavía no llegan los disparos. En la entrevista de antenoche, en el ciclo de LA GACETA TV, se esforzó por mantenerse por arriba de la guerra del peronismo. Cuando le preguntaron qué opina de que Jaldo descabezara la conducción de la Legislatura para consagrar referentes no alperovichistas en la mesa, contestó que la medida le pareció “muy acertada”. Más aún, su versión de los hechos consiste en que se trata de “cambios fantásticos” realizados al solo efecto de reconocer a Fernando Juri y a Juan Antonio Ruiz Olivares como “hombres leales al peronismo”.

Y cuando lo interrogaron sobre su relación con Alperovich, habló de “cariño y agradecimiento”, lo reivindicó como “un hombre de nuestro equipo de trabajo”, y lo exoneró de responsabilidades en el resultado de octubre. “Hay gente malintencionada que no forma parte del espacio y quiere sembrar cizaña”, sostuvo.

Sin embargo, Manzur también se fijó un plazo: hasta diciembre concretará cambios en el Gabinete. Claro que afirmó que modificar el equipo de colaboradores es “lo lógico y lo normal” en cualquier gobierno. Olvidó, sin embargo, que durante los 12 años de gestión alperovichista nunca ocurrió tal cosa. Él mismo es un fiel testimonio de ello: aunque entre 2009 y 2015 fue ministro de Salud de la Nación, el alperovichismo decidió mantenerlo como vicegobernador “de licencia”.

En esos cambios de Gabinete hablarán los hechos, según el alperovichismo gane o pierda espacios. Claro que el gobernador puede mantener los tantos y seguir sin bajar el martillo. Pero la indefinición ya no será gratuita.

Lo acaba de expresar la veintena de legisladores que, reunidos en la comisión de Reforma Política, se manifestaron en favor de modificar la Constitución de 2006. Concretar esa enmienda se presenta improbable. Ni siquiera es necesaria para eliminar los “acoples” (la Carta Magna no los impone, sino que los presenta como una mera posibilidad); y, en verdad, quienes la anhelan son los parlamentarios que han llegado al tope de las reelecciones y buscan eliminar ese límite. Con el agravante coyuntural de que entre ellos se cuentan varios alperovichistas.

Jaldo ya ha dicho que no se tocará la Constitución, porque ni él ni Manzur la necesitan para repetir o alternar sus cargos. Y no van a pagar el costo de una reforma constitucional porque otros la demanden. Pero en el planteo de los legisladores, más allá de las palabras, hay un hecho subyacente: frente al universo de incertezas dentro del cual orbitan las principales cabezas del peronismo local, los legisladores han dado una definición.

Los “compañeros” esperaban resoluciones para después del 22 de octubre. El “después del 22 de octubre” ya llegó.

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