Un distrito bajo la lupa

Tucumán está condenado a ser el laboratorio de ensayos políticos e institucionales. Todo está bajo la lupa, desde las acciones institucionales hasta las reacciones políticas. Las elecciones son como esos análisis de rutina que se hace el dirigente, cada dos años, para saber cómo está su salud política. Algunos gozan de buena salud; otros deben iniciar un rápido tratamiento si quieren curarse hasta el próximo turno, el de 2019. La batalla del 22 de octubre ha dejado a algunos generales en carrera. Y otros escalaron en la carrera por imperio de estrategias ajenas.

Por el lado del oficialismo, el gobernador Juan Manzur sigue ocupando la casilla del medio. Si bien el domingo no exteriorizó su satisfacción, en la tranquilidad (algo que no es habitual después de cada comicio) de su oficina gubernamental, ya comenzaba a delinear sus próximos pasos. El mandatario se ve como una de las principales patas de la nueva mesa de reorganización del Partido Justicialista a nivel nacional. “Si mirás el océano amarillo, vas a percibir una pequeña isla de color celeste; bueno, esa es Tucumán”, indicó el titular del Poder Ejecutivo a uno de sus colaboradores. Hugo Haime, el encuestador oficial, asintió con el análisis. Pero Manzur no quiere levantar la cabeza antes de tiempo. Recibió llamados de sus pares de otros distritos, de algunos barones del conurbano bonaerense y de referentes de la CGT, propensos al diálogo con el presidente Mauricio Macri. También de algunos empresarios nacionales con los que periódicamente se reúne en Buenos Aires. Tal vez por sus viajes, en aquellos lares lo llamen ManSur, un acrónimo anglicista para definir al hombre del sur, más que al referente territorial del norte argentino. Muchos, internamente, especulan que, si el gobernador encuentra la manera de tener protagonismo en la marquesina política nacional, es probable que su mandato dure sólo cuatro años. Quienes piensan de esa manera explican los motivos de los afiches que el lunes siguiente a las elecciones parlamentarios aparecieron en las paredes de la ciudad: Manzur-Jaldo 2019. Se le atribuye la acción a un intendente y a otro que también dirigió un municipio del interior. A Osvaldo Jaldo no le cae nada mal la idea de continuidad en la fórmula. Su poder ha sido limitado por ese empate técnico en el reparto de bancas y por la merma de votos respecto de las PASO. Algunos dirigentes justicialistas están convencidos de que mucho tuvo que ver la mano de un senador en eso. La noche del domingo la sonrisa más amplia se exteriorizó en el rostro de José Alperovich. Un 3 a 1 en favor del Frente Justicialista por Tucumán le hubiera significado cierta pérdida de poder. Dos bancas para el PJ, una para Cambiemos y otra para Fuerza Republicana no le hubiera causado desagrado, según los dirigentes territoriales que apuestan sus fichas a la actual fórmula.

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Cuentan que el martes pasado hubo mucho más dirigencia que siempre en la residencia del gobernador. El aparato alperovichista sigue aceitado en un distrito peronista con liderazgos compartidos o poco definidos. Y eso no es un patrimonio netamente justicialista. En Cambiemos también existe esa misma sensación, pero algo más edulcorada, luego de que el domingo se cumplió el objetivo que habían trazado tras las PASO: recuperar terreno y alcanzar las dos bancas que aspiraba el macrismo. Hacia 2019, hay además algunos ensayos. Por ejemplo, si es que las fuerzas que confluyen en esa alianza se teñirán con más amarillo que lo acostumbrado. O si el anhelo de Alfonso Prat-Gay de postularse para la gobernación del distrito dentro de dos años se convierte en realidad. El diputado electo José Cano y el intendente capitalino Germán Alfaro seguramente pedirán un espacio dentro de la futura fórmula. Hacer futurología en política no es del todo errado. Cada cual atiende su juego, con el fin de preservar su espacios de poder.

El presente, sin embargo, es el punto de contacto entre Cambiemos y el PJ. Macri necesita tanto de Manzur, como el gobernador del presidente. La Casa Rosada no pierde de vista que Tucumán es el sexto distrito electoral más fuerte del país y que puede acordar con su gobernador para las políticas que se vienen. Manzur no rechazaría un pacto con Macri. Su pragmatismo será la prueba de amor para evitar que la ola amarilla sepulte, definitivamente, sus aspiraciones políticas.

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