Levantando vuelo en territorio ajeno

Levantando vuelo en territorio ajeno

Macri no necesita del 22 de octubre tanto como la mayoría de los dirigentes de los 24 distritos del país, oficialistas y opositores, para definir qué hacer con su futuro político, con quiénes negociar, dialogar y consensuar, y con quiénes no. Desde las PASO sabe cómo y dónde deberá dar pelea por la reelección en 2019, mientras que algunos “provinciales” aún tienen que rendir mejor en los comicios que vienen para diseñar sus estrategias. Levantó vuelo, mientras otros siguen en el hangar. Es que las cifras de las primarias le sirvieron más al jefe de Estado que al resto de la dirigencia para mirar al horizonte lejano. El líder del PRO puede aumentar en una veintena la cantidad de diputados propios en la Cámara Baja, pero no tendrá quórum propio. Otro tanto le sucederá en la Cámara Alta. Si bien debe mejorar los índices sociales y económicos para ir por un nuevo período, las primarias le señalaron cuál es la oposición peronista con la que debería asegurar la gobernabilidad del país desde el Parlamento en los próximos dos años. Allí está la mejor pista en democracia.

Una alternativa es la liga de los gobernadores del PJ; porque está clara la estrategia de confrontación del cristinismo, destinada a incomodar a la gestión de Cambiemos. No pueden imaginarse consensos por ese lado; menos desde las chiquilinadas de no dar el bastón de mando a los ojos de todos o de suspender el escrutinio provisorio para evitar alegrías ajenas a los ojos de todos. Con los mandatarios peronistas es más factible una contraprestación de favores institucionales por necesidades mutuas de gestión. Tranquilidades compartidas. El martes último, precisamente, se desactivó un encuentro de mandatarios peronistas que iban a reafirmar el rechazo a las pretensiones de la bonaerense María Eugenia Vidal de exigir la restitución del fondo del conurbano bonaerense. ¿Tregua? El viernes, Macri le sonrió a Manzur en el aeropuerto y si bien volvió a pedirle la adhesión a otra ley –en la anterior visita fue la de la acceso a la información pública, ahora la de las Pymes-, le dijo que a veces sabe decir cosas lindas. Dos a quererse. Por un par de horas, cada cual cumplió su papel en una tácita tregua institucional, mas no política, al habilitar la nueva pista del aeropuerto internacional Benjamín Matienzo, una obra significativa para Tucumán y para el NOA. ¿A quién le significarán más votos? No deben haber pensado en eso. ¿O sí?

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Lo cierto es que se vieron las caras, se sonrieron y festejaron cada uno a su manera: Macri respetando a rajatabla su forma de entender cómo se hace política: con inauguraciones de obras trascendentes, con visitas sorpresivas y rodeado de funcionarios de su espacio. Nada de masividad; política comunicacional distinta. En cambio, Manzur se dio un baño peronista al asistir luego a una reunión multitudinaria de dirigentes y de simpatizantes, tal como ocurriera en la anterior visita del Presidente a Tucumán, para desahogarse y decir lo que no pudo frente al Presidente. Institucionalmente correcto, políticamente peronista. En julio, el líder del PRO estuvo en la provincia pero no quiso hablar con el gobernador, a quien atacó duramente porque no le decía “cosas lindas” como antes. En esa jornada el oficialismo desarrolló un gran acto en Aguilares para decirle “cosas feas” al jefe de Estado. Cada cual hablándole a los suyos, a los que están en su radar.

En el espacio del otro

El viernes, aunque trataron de disimular las incomodidades en la ceremonia, cada uno hizo de las suyas para enviar mensajes. Macri aterrizó territorio de Manzur y de Jaldo y les enrostró una forma efectiva de gestionar la obra pública para beneficio de sus gobernados, sin coimas ni bolsos detrás de muros –“sí, se puede”, gritó la parcialidad “visitante”-; Manzur y Jaldo, en cambio, se “instalaron” después en un club capitalino para devolver “gentilezas” y advirtieron en “territorio” de Cambiemos que sacarán allí la cuarta banca. Otra vez se mojaron la oreja; bravuconadas verbales sólo necesarias para mantener las fidelidades propias.

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Los gestos entre Macri y Manzur en la aeroestación fueron menos beligerantes que antes de las primarias, ya que entonces todo estaba por jugarse y se debía conocer dónde estaba parado cada uno frente al contrincante. El adversario era más adversario entonces, pero después de octubre puede convertirse en un jugador cuyas habilidades e influencias sean necesarias de contemplar para garantizar la gobernabilidad de un país que requiere acomodarse mejor en lo económico, en lo social y en lo institucional, para que haya menos pobres, menos desocupación, menos narcos, menos inseguridad y ningún desaparecido. Por ahora, las necesidades institucionales pintan un tanto lejanas para los simpatizantes más radicalizados; pero desde las PASO, los dirigentes con espacios de poder intuyen con quiénes sí y con quiénes no puede haber diálogos y acuerdos. En esa dirección, el Presidente y el gobernador ya alzaron vuelo.

Y si bien Macri puede trazar su futuro en función de los números de la primaria abierta, Manzur también puede hacer lo mismo, ya que fue el dirigente del PJ que mejor salió parado de las PASO, con una victoria distrital contundente. Se posicionó para jugar donde más le agrada: en el terreno donde se toman las principales decisiones, y en el ámbito nacional del justicialismo. Para algunos referentes del PJ de otras provincias el titular del PE ya no es Manzur, ahora le dicen “Juan”. Tuteos y proximidades interesadas en función de los resultados electorales. De todas formas, su ascendencia e influencia dependerán de sus habilidades para abrirse paso frente a algunos de sus pares que ya están pensando más en la carrera presidencial de 2019, como el salteño Urtubey.

Pero tiene desafíos mayores: junto a los “compañeros” de ruta debe posicionar a la liga de gobernadores del PJ como polo de poder institucional frente a la Nación y como espacio político alejado de la influencia del cristinismo bonaerense. Lo uno va atado a lo otro; la forma en que salgan parados de sus luchas internas determinarán si construyeron una alternativa de poder real para disputarle la presidencia a Macri en 2019. Hoy están lejos de la alternancia, ya que deben gestionar sus provincias, negociar con la Nación, dirimir influencias en el PJ y armar un líder que los represente. Medio mucho para ser resuelto en dos años.

Las primarias le abrieron una puerta a ámbitos que disfruta Manzur y le ratificaron el acierto otorgarle a Jaldo el manejo del peronismo provincial. El vicegobernador selló su primer éxito en ese sentido el 13 de agosto. Y también abrió sus propias puertas. El “dúo de la crisis”, como los llaman algunos dirigentes para diferenciarlos de Alperovich -porque este administró la provincia con un Gobierno nacional de color afín-, tiene motivos para festejar. Sonreirán más si repiten o mejoran los casi 500.000 votos obtenidos en las PASO. Para eso deberán encolumnar nuevamente a toda la tropa. Nadie deberá viajar, mirar para otro lado, no jugarse ni hacerse el distraído porque -como dice una verdad no escrita del peronismo- “si no jugás fuerte el domingo, el lunes no me harás falta”.

De todas formas, el futuro de las relaciones entre el poder central y la liga de gobernadores está atado en parte a una decisión de la Corte Suprema de Justicia respecto de la demanda de María Eugenia Vidal para que se le restituya el fondo del conurbano bonaerense. Y las dos posibles alternativas sobre el planteo de Buenos Aires conducen inevitablemente a negociaciones posteriores entre las partes. Si el máximo tribunal falla en favor de Vidal, la Nación debería socorrer a las provincias con recursos provenientes de eventuales reformas tributarias, las que deberían ser consensuadas en el Congreso. En cambio, si la Corte emite una sentencia en contra de Vidal, la Nación tendrá que seguir saliendo en auxilio de Buenos Aires, o bien reacomodar la torta coparticipable. En ambos casos, si la gobernabilidad es lo que se privilegia, son inevitables las tratativas que deriven en consensos parlamentarios. El Congreso pedirá pista.

En esa mesa que necesita de actores dialoguistas asoma Manzur como uno de los principales interlocutores del peronismo pejotista, a partir de los números de las PASO. “Salió muy sólido de esta elección, ganó bien y querrá ser el líder del grupo de gobernadores. Tiene una personalidad más componedora, pero con esto quiere ganar en autoridad para lo que se viene”, opinó el reaparecido presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, en una entrevista a Perfil. Monzó puede resultar clave en ese proceso. Junto con Urtubey, el chaqueño Domingo Peppo y el sanjuanino Sergio Uñac, Manzur puede liderar un espacio político para pararse frente a la Nación y a la vez apuntalar la renovación del PJ. Para lo último, en algún momento, deberían dirimir potencialidades frente al cristinismo. Esta pelea que no le disgustaría al macrismo, si es que trata de dividir o de debilitar al peronismo, más allá de que en algún punto Cambiemos y la liga de gobernadores puedan coincidir en la elección del adversario: Cristina. Se sostendrían mutuamente en función de sus intereses particulares, y en aras de la gobernabilidad para los próximos dos años. Claro, en 2019, la elección ya no les permitirá decirse cosas lindas; y se impondrá el que haya consolidado mejor su vuelo a nivel nacional. Hoy, después de las PASO Macri sacó ventajas a una oposición peronista dividida, dispersa y desorientada.

La Corte, un actor político

Precisamente, esa imagen de “desunión” es la que pretenden dejar atrás los mandatarios peronistas, tal vez reuniéndose en los próximos días para analizar alternativas frente a la demanda de Vidal. La estrategia es mostrar al interior plantándose en bloque, y no sólo integrado por peronistas. Allí el perfil de Manzur cabe perfecto: “tiene personalidad componedora”, según Monzó. Los hombres del PJ quieren ampliar el espacio para no quedar reducidos a una oposición ideológica. Ya sumaron al rionegrino Alberto Weretilneck e irán por el santafesino Lifschitz. Hasta sumarán al candidato a gobernador de Corrientes, Carlos Espínola, quien lleva de vice al radical Nito Artaza. Casualmente, esa provincia elige autoridades el 8 de octubre, dos semanas antes de los comicios generales. Una forma de decir que los que están y los que vienen están unidos en el planteo de “no nos toquen ni un centavo”. Todas las cartas son válidas para negociar, máxime si se trata de fondos públicos que atienden sueldos.

Sin embargo, la postura de los gobernadores no se agota en la representación territorial. Días antes de que se suspendiera el encuentro de mandatarios peronistas por el “caso Vidal”, hubo una reunión autoconvocada de fiscales de Estado de todo el país que pasó inadvertida. No asistieron los representantes de Buenos Aires, Capital Federal, La Rioja y Neuquén. Una muestra de que las provincias no desatenderán la vía judicial para defender sus recursos. En el caso de Tucumán implicaría ceder $ 3.500 millones anuales. Aunque se decidió que cada distrito defina su estrategia procesal, entre los fiscales no faltaron las expresiones jurídicas con sentido político: “no corresponde por esta vía afectar a 22 provincias para beneficiar a una”, “la Corte no es el órgano para redistribuir fondos, sino el Congreso”, “se tiene que rediscutir todo el régimen de coparticipación”, “es una cuestión no justiciable”.

Los fiscales de Estado fijaron la posición lo que no pudieron días después los gobernadores a causa de la suspensión del encuentro. El mensaje ya había sido dado al poder central, ¿para qué repetirlo? La responsabilidad de la respuesta quedó en manos de la Nación. En la Cámara de Diputados, pocos días después, habló Marcos Peña. Negó que se aliente una pelea entre provincias y dijo que hay que esperar lo que decida la Corte para dar el debate. Cada lado dijo lo suyo y mira al máximo tribunal; la Nación con cierto optimismo y las provincias con algún pesimismo, dando a entender que la Corte le dará finalmente la razón a la dama bonaerense. La Corte, indirectamente, falle lo que falle, se convertirá en un actor político, ya que obligará a las partes no sólo a dar un debate sino a consensuar una salida alternativa para que todos alivien sus cuentas. En ese punto, Macri y Manzur cruzarán llamadas sin que nadie se entere, no precisamente para decirse cosas lindas o feas. La gobernabilidad los obliga.

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