La tendencia que crece: elaborar cerveza en casa

La tendencia que crece: elaborar cerveza en casa

Hay quienes miran la veta comercial, pero la mayoría disfruta el simple proceso de elaborarla y saborearla en casa. Bienvenidos a un mundo apasionante.

 GONZALO MARTÍN, CERVECERO AMATEUR. GONZALO MARTÍN, CERVECERO AMATEUR.
03 Septiembre 2017

Así como en la década del 2000 el furor pasaba por preparar los chacinados en casa, por estos días están burbujeando las cervezas artesanales que pueden fabricarse en cualquier garaje, en cualquier casa de barrio. Es un proceso relativamente sencillo, respaldado por una infinidad de variables para crear el producto final. Quienes se sumergen en este mundo se apasionan.

Hay quienes le han encontrado a esta tendencia de las cervezas caseras un filón comercial, a modo de microemprendimientos personales, pero también están los que lo hacen por hobby y para calzarse un traje a medida a la hora de los brindis.

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Se trata de un mundo interminable, tan misterioso y diverso como el del vino, pero con la diferencia de que puede crearse en casa, con un par de ollas, un freezer y materias primas que se consiguen en cualquier lado. El desembarco de las grandes cervecerías artesanales -Porter primero, Antares después- fue una de las ventanas que permitió a los entusiastas comenzar a explorar las posibilidades.

En primera persona

“Comencé a preparar cerveza en 2013, como parte de mi trabajo final para recibirme de biotecnólogo. En ese momento éramos cuatro o cinco los que las hacíamos. Ahora debemos ser más de 60, contando a quienes las hacen con fines comerciales. Hace poco estuve en un cumpleaños, a algunos invitados los conocía, a otros no, y en esa mínima reunión había cinco personas que estaban experimentando con sus propias cervezas”, compara, celebra y se entusiasma Mariano Mauvecín. Él pasó por esas dos etapas: la del emprendimiento comercial y ahora la de cocinar su cerveza por placer. “A lo sumo le puedo vender a amigos, para algún evento especial, por encargo”, confiesa.

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El biotecnólogo sostiene que la cultura de las cervezas que escapan al circuito industrial se expandió definitivamente en Tucumán gracias al desarrollo de las cervecerías. “Antes de que llegaran Porter o Antares, tomar cerveza tirada era algo no muy común. Creo que no muchos estaban dispuestos a pagar lo que costaba el chopp, porque por el mismo precio se tomaban dos botellas en la ‘Chacapiedras’. Con este cambio quedó demostrado que hay mucho más que las cervezas que todos conocemos y comienza a modificarse el paladar”, define Mauvecín.

Realidades

En la Patagonia esta tendencia está instalada desde hace rato. De hecho, la cerveza industrial ha perdido aceptación en detrimento de las artesanales y las tiradas, un menú imprescindible en los bares cerveceros. También es más frecuente que cada consumidor elabore su propia cerveza en casa.

“En el sur están 10 años adelantados en este tema. Tiene que ver con que el clima es óptimo para el cultivo de la malta y el lúpulo, que junto con el agua y la levadura son los ingredientes fundamentales de la cerveza. Sin embargo, en cuanto a la elaboración, el clima no incide. Tal vez en el proceso de enfriado, que es importante, en Córdoba o en la Patagonia se gasta menos electricidad que en Tucumán en verano, porque hace menos calor. Pero de ahí en más en cualquier lugar del mundo se puede elaborar cerveza”, explica el biotecnólogo, que además viajó a una de los paraísos cerveceros del mundo: Australia. “Es el país no europeo que más cerveza artesanal produce”, cuenta.

Mientras se multiplican los cerveceros “de garage” también lo hacen los pequeños emprendimientos que apuntan a comercializar el producto. Uno de los grandes frenos en estas latitudes, explica Mauvecín, pasa por el tema del envase. “Si producir un litro de cerveza nos cuesta, supongamos, $ 7, la botella y la etiqueta salen $ 10. El material es caro, las botellas no se fabrican acá, entonces se nos encarece con el flete”, señala.

¿Y si las envasáramos en botellas de plástico, como a las geseosas? Según Mauvecín, el único impedimento pasa por el prejuicio de los consumidores. “Es un rechazo como con el vino con tapa a rosca -indicó-. Sería muy difícil de instalar, aunque acá nos facilitaría mucho las cosas”.

Gonzalo Martín (cervecero amateur)

“Yo arranqué como hobby, molestando con un amigo al que le salía muy bien la cerveza. Aprendí de verlo y me fui comprando las ollitas para mejorar la producción. La verdad: es algo sencillo de hacer. Y sí, claro que me gustaría dar un saltito comercial. Hace 10 días entuve en Córdoba y en Buenos Aires y la movida que hay es tremenda. Quisiera estar preparado cuando la cosa explote en serio”.

La industria ya no conforma al consumidor

Roque Caro es docente de Cultivos Industriales, de la Facultad de Agronomía, y desde hace varios años se dedica a la producción de cerveza y a la formación de productores. Es además sommelier de cervezas y tiene a su cargo el curso “Evaluación sensorial de cervezas”, en esa Facultad. “Más que centrarnos en la producción, lo que buscamos es formar una cultura cervecera; es algo más amplio que abarca la gastronomía, el maridaje con las comidas, una experiencia completa”, sostiene.

Según el docente, el boom de la producción de cervezas artesanales es mundial y responde principalmente a que la industria no está logrando explotar la enorme diversidad de la cerveza. “Hay más de 120 estilos de cerveza, pero son nichos que los están cubriendo los cerveceros artesanales, porque los industriales no lo hacen. A la gente le gusta explorar nuevos sabores, experiencias diferentes, ya no se conforma con lo poco que ofrece la industria”, opina.

Caro explica que la mayoría de las microcervecerías comienzan como un hobby en casas o entre amigos y después se expanden hacia las posibilidades comerciales. “Hay un interés muy creciente y una historia que recién está comenzando a escribirse”, se entusiasma.

Así crece en Tucumán una microcervecería

Un estruendo metálico sacude las paredes del departamento de Hernán Lorusso e inmediatamente va a ver si le había pasado algo a su vecino, Agustín Paz. “No pasa nada, estoy embotellando”, le responde el compañero de piso. “Ahí descubrí que estaba haciendo cerveza, por gusto personal. La probé y me pareció distinta a todas las artesanales que se hacían en Tucumán”, recuerda Lorusso. Hoy es el encargado comercial de Walnuss, la microcervecería tucumana que más litros por mes produce (2.500, con vistas a expanderse al doble) y que se comercializa en varios bares locales como cerveza artesanal tirada.

Agustín viajó al sur para ponerse en contacto con los miles de microcerveceros de la Patagonia y se casó con el proyecto. Dejó su trabajo y ahora es el brewmaster (maestro cervecero) de la pequeña empresa que llevan adelante con su hermana, Karina, y con Lorusso. “La llegada de las cervecerías artesanales subió la vara muchísimo. Una vez que probás una artesanal las otras ya te parecen cualquier cosa. Es un camino de ida”, opina. Lorusso destaca la colaboración permanente entre los cerveceros artesanales: “nos ayudamos entre todos, nos damos una mano. Eso es muy bueno, porque nadie quiere pisarle la cabeza a nadie”.

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