Instantáneas del mundo exterior e interior de un escritor

Instantáneas del mundo exterior e interior de un escritor

Inteligente cruce de crónica, ensayo, aguafuertes y autobiografía novelada

CLAVE. Mairal elude la trampa en la que caen otros autores y evita la solemnidad y la épica cuando habla de sí mismo. CLAVE. Mairal elude la trampa en la que caen otros autores y evita la solemnidad y la épica cuando habla de sí mismo.
03 Septiembre 2017

MISCELÁNEA

MANIOBRAS DE EVASIÓN

PEDRO MAIRAL

(Emecé - Buenos Aires) 

“¿Qué hace un escritor cuando no escribe?”, propone la contratapa de Maniobras de evasión. La pregunta es confusa, hasta quizás un poco engañosa. Y es que los textos que componen este libro (escritos en primera persona, breves, previamente publicados en revistas o en blogs, en unos pocos casos inéditos) retratan un panorama bastante más amplio de la experiencia de un escritor: su papel como figura en el mundo literario -que incluye premios, conferencias, viajes, fiestas–, pero también sus vínculos familiares, sus obsesiones, sus miedos, el sexo, el ejercicio cotidiano de la escritura como problema y como remedio.

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En Maniobras… se mezclan la crónica, el ensayo, las aguafuertes (y, uno imagina, algo de ficción), y con ese material el autor construye una especie de autobiografía novelada, un mapa constituido por instantáneas del mundo exterior e interior de un escritor.

Mairal evita la solemnidad y la épica –esa trampa en la que suelen caer los escritores cuando hablan de ellos mismos– y narra con una prosa limpia y elegante, que se modula sin esfuerzo entre lo coloquial y lo lírico. Vale destacar su particular oído para la metáfora, rubro que la gran mayoría esquiva y en el que casi todos fallan. Transcribo, como ejemplo, una de singular sencillez y belleza: “Los camiones repletos de toneladas de semillas nos peinan a contramano”.

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Algunos de los textos de Maniobras de evasión están cargados de un humor agudo e inteligente; otros son conmovedores, en particular los que hablan sobre la vejez y la enfermedad de la madre. Todos son interesantes, y producen esa rara sensación de estar leyendo algo a la vez profundo y divertido. Quizás, al final, Mairal termina respondiendo la pregunta formulada en la contratapa de este excelente libro: un escritor es, quizá a su pesar, siempre un escritor, aun cuando no escribe, incluso cuando se emborracha en una fiesta, cuando camina sin rumbo por una ciudad desconocida, cuando intenta evitar las interrupciones de la vida moderna para, de una vez, sentarse a escribir.

© LA GACETA

Máximo Cheín

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