El cigarrillo electrónico también daña la salud, según una investigación argentina

El cigarrillo electrónico también daña la salud, según una investigación argentina

Quienes no lo usan pero comparten el espacio están expuestos al riesgo.

29 Agosto 2017

Los cigarrillos electrónicos (CE) han creado un nuevo personaje humano: el “vapeador”, ese que no puede prescindir del tabaco e intenta minimizar sus riesgos con su cigarrito de plástico. Y es cierto que el vapor del CE es mucho menos tóxico que el humo del tabaco. Pero, decididamente, no es inocuo. Lo comprobó un grupo de investigadores del Conicet donde confluyen especialistas de la Comisión de Energía Atómica y de la Universidad de San Martín, y liderado por el doctor en Química Hugo Destaillats, investigador en la Universidad de California, Estados Unidos. Ellos demostraron incluso que puede poner en riesgo la salud de quienes se exponen a él de segunda mano, bautizados, por analogía, “vapeadores pasivos”.

Según informó la Agencia CyTA-Instituto Leloir, el equipo se basó en un estudio de 2016 (también firmado por Destaillats). En esa oportunidad, se habían identificado en los aerosoles de los cigarrillos electrónicos 30 compuestos, entre los cuales hay algunos potencialmente dañinos porque irritan el sistema respiratorio (acroleína, formaldehído y diacetilo) y/o son carcinogénicos (formaldehído y benceno).    

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En el estudio de este año, publicado en la revista “Environmental Science & Technology”, comprobaron que una persona con niveles altos de consumo (250 pitadas por día) puede exceder la cantidades máximas recomendadas de formaldehído, acroleína y diacetilo. “En otras palabras, ponen en riesgo su salud”, resumió Destaillats.

Pero además comprobaron que los no usuarios también pueden recibir niveles riesgosos de toxinas. En particular, los se exponen a los vapores exhalados en un bar (o lugares con alta concentración de usuarios) donde confluyen muchos “vapeadores” a la vez. “Observamos que tanto el formaldehído como la acroleína excedían los niveles máximos recomendados después de ocho horas de exposición y, en algunos casos, después de sólo una hora”, destacó Destaillats, y explicó que esas concentraciones pueden causar, como mínimo, irritación respiratoria. En cambio, y a diferencia de lo que ocurre con los cigarrillos convencionales, se constató que (salvo casos extremos) no se alcanzan esos umbrales en un hogar donde un “vapeador” convive con un no usuario.

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También se estableció que existe un amplio rango de valores de los compuestos tóxicos, según las condiciones usadas al emplear los cigarrillos electrónicos. Y que el usuario informado podría minimizar los efectos negativos eligiendo vaporizadores y voltajes apropiados.

Prohibiciones

En la Argentina, la ANMAT prohibió ya en 2011 la importación, la distribución, la comercialización y la publicidad del cigarrillo electrónico en todo el territorio nacional. Y los gobiernos de Estados Unidos y de la Unión Europea insisten en proteger a los menores de edad y en restringir la venta y la publicidad de manera semejante a lo que ocurre con los cigarrillos convencionales. Pero en varios países, entre ellos el Reino Unido, las autoridades consideran el CE una forma de asistencia para dejar de fumar, equivalente a los chicles y parches que contienen nicotina.

El trabajo fue financiado por la Universidad de California y el Tobacco Related Diseases Research Program (TRDRP), que se sostiene con los impuestos a los cigarrillos que se cobran en California.

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