La lección de Gepetto
20 Agosto 2017

Por Honoria Zelaya de Nader - Para LA GACETA - Tucumán

En el campo de la literatura infantil el tema de la relación padre-hijo es convocante. ¿Y esto por qué? Porque invita a reflexionar sobre el desempeño de la figura paterna en la que ya en los cuentos tradicionales como en las producciones no folklóricas la ternura comprensiva es infrecuente. Claro está, que tal registro espeja épocas en las que regía la pedagogía del autoritarismo y en la que los roles de padre y madre ocupaban compartimentos estancos diametralmente opuestos.

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En consecuencia, ¿cómo no sorprendernos que hacia la segunda mitad del siglo XIX se le haya entregado a la infancia un texto en el que la figura del padre se aleja de inflexibles rigores para inscribirse en el plano de la persuasión? ¿Y más aún que la ausencia de la madre sea apenas sentida por el protagonista porque ese padre sabe de ternura y solicitud, sin que todo esto no represente un discurso revolucionario? ¿Cómo no rescatar en los tiempos que corren el mensaje que Carlo Lorenzini - más conocido como Collodi - le brinda a la infancia en Las Aventuras de Pinocho? ¿Acaso la historia del muñeco no opera como un amplio y fiel espejo en el que todos nos podemos reflejar? “Cada cual atienda su juego y el que no una prenda dará” parece decirnos Collodi desde un elocuente alegato filial, ya que “atender” el rol de padre supone trabajar en un taller siempre activo de vida afectiva, en caso contrario “la prenda” es irrecuperable. Pero volvamos a Pinocho. Asumimos que no hay quizás en todas las páginas de la literatura infantil un episodio de mayor conciencia paterna incrustado en el más responsable amor respecto a la educación de los hijos como aquella anécdota inscripta en el capítulo VIII en la que Gepetto durante el más crudo invierno europeo vende su única prenda de abrigo para comprar la cartilla que su hijo necesita para ir a la escuela.

¡Cuánta elocuencia refleja tal escena en horas en la que la irresponsabilidad de tantos padres ante la educación de sus hijos adquiere ribetes dramáticos! ¡Cuántos Gepettos necesitamos que sean capaces de vender su chaqueta para salvar a tantos otros Pinochos! No sólo a las víctimas del alto índice de analfabetismo que nos golpea sino también a aquellos que soportan la tradición del despojo afectivo y el desamparo de la soledad. Orfandad que jamás podrá compensarse con bienes materiales. Urgente es asumir el cabal sentido paternal que se funda en la comprensiva entrega. La tesis de Collodi en Pinocho destrona necios autoritarismos y subraya que no se inculca la saludable relación del niño con los libros, por mandato o por falsos prejuicios, como el de creer que la educación afectiva es cosa de mujeres. La anécdota de la chaqueta, un símbolo cabal. Sólo el arte brinda al hombre la secreta intuición de su ser. El diálogo enmarcado en la chaqueta bien puede ser interpretada como el máximo equivalente de sentimiento verbalizado en la relación padre-hijo. Gepetto representa al artífice enamorado de su obra. Pinocho más que un hijo engendrado es el hijo que se talla febril y pacientemente al que se le transfiere la propia vida hasta convertir la madera en hombre. Hace unas tardes un pequeño desde la estatura de sus tres años me preguntó ¿Por qué Pinocho es de madera? No pude darle por cierto la respuesta que hoy comparto. Es de madera porque Collodi quiso simbolizar en ese muñeco a todos aquellos seres que nacen y mueren como títeres porque en su historia personal no encontraron un Gepetto que los acercara al libro. Aprender a leer no sólo es descifrar los signos del código. Tampoco sólo comprender un texto. Es educar la sensibilidad y la imaginación.

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© LA GACETA

Honoria Zelaya de Nader - Miembro de Número de la Academia Argentina de Literatura Infantil Juvenil

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