Un doctor honoris causa se alza contra la lógica amigo-enemigo

Un doctor honoris causa se alza contra la lógica amigo-enemigo

Un alemán estudioso de la cooperación jurídica latinoamericana recibió la máxima distinción académica de la UNT. Von Bogdandy criticó la idea política antagónica que nutre a los populismos actuales

EL LAUREADO CON SU TÍTULO. Von Bogdandy exhibe su diploma entre los aplausos de la decana Seguí, la rectora Bardón y el vicerrector García. la gaceta / fotos de jorge olmos sgrosso EL LAUREADO CON SU TÍTULO. Von Bogdandy exhibe su diploma entre los aplausos de la decana Seguí, la rectora Bardón y el vicerrector García. la gaceta / fotos de jorge olmos sgrosso
18 Agosto 2017

Una zamba casi nacida en Monteros, “La Tempranera”, y un tango universal, “Adiós, Nonino”, interpretados con violín y bandoneón, abrieron la ceremonia que la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) dedicó al científico alemán Armin von Bogdandy, quien desde ayer es doctor honoris causa al igual que Jorge Luis Borges, Mercedes Sosa y Ricardo Alfonsín, como el propio catedrático señaló tras recibir el diploma. Se trata de una distinción a un estudioso del derecho internacional en general y del derecho constitucional latinoamericano en particular: en suma, a un creyente de esos “castillos en el aire” fundados en la cooperación entre sociedades que parecen la única tabla de salvación posible frente a los nacionalismos acorazados en el poder de la violencia.

En vez de hablar -en español- sobre la construcción de un derecho común y transnacional, Von Bogdandy diseccionó la idea que lo juzga imposible y hasta antinatural: la lógica amigo-enemigo descripta en el ensayo “El concepto de lo político”, que un compatriota antisemita suyo, Carl Schmitt, publicó en 1932. Sí, el pensamiento binario popularizado como “grieta” es más antiguo que la Segunda Guerra Mundial. Y tan actual como la agonía de Venezuela. “Lejos de estar en vías de extinción, el fenómeno desgraciadamente se fortaleció con la experiencia de Polonia, y con (Donald) Trump, (Vladimir) Putin y (el turco Recep Tayyip) Erdogan”, advirtió el director de uno de los institutos de la célebre organización Max Planck, que acumula en su vitrina 18 premios Nobel.

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“¿Esto es todo?”

La conferencia magistral del doctor Von Bogdandy fue el puntapié de una actividad concebida a su medida, la “Cumbre internacional. La construcción de un derecho común latinoamericano” que concluye hoy. El acontecimiento atrajo a estudiantes, profesionales, y especialistas locales y foráneos al aula magna de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Al acto inaugural asistieron la rectora Alicia Bardón, que luego se quedó a escuchar al académico laureado, y el vicerrector José García. Representaron a la unidad académica anfitriona la decana Adela Seguí y el profesor Sergio Díaz Ricci, quienes se ubicaron en el estrado junto al homenajeado y a las autoridades de la UNT.

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El acto solemne no pudo sustraerse a la impuntualidad vernácula ni a los contratiempos técnicos. Pero, como no hay mal que por bien no venga, el desperfecto del equipo de audio fue subsanado con una muy afinada entonación a cappella del Himno Nacional, improvisación que la rectora aplaudió con ahínco.

Luego Díaz Ricci presentó a Von Bogdandy con una laudatio que se remontó al sabio alemán Alexander von Humboldt, polímata que el fundador de la UNT, Juan B. Terán, admiraba hasta el punto de que un busto suyo fue colocado en el mismísimo Rectorado (la otra escultura evoca al italiano Dante Alighieri). En esencia, el profesor de Derecho Constitucional y vocal del Tribunal de Cuentas consideró que el honoris causa entregado ayer era un acto de justicia para con la matriz germánica de la universidad que otorgaba el título. Después elogió a su destinatario como un pensador influyente con impronta “humboldtiana”.

“Al principio, en América Latina no se hablaba de un derecho constitucional común. Este fenómeno jurídico comenzó a debatirse en el Instituto Max Planck de Von Bogdandy. Se trata de una idea que descansa sobre tres conceptos clave: diálogo, integración social y pluralismo”, subrayó Díaz Ricci. Y añadió: “de Von Bogdandy rescato también el concepto de que ya nadie tiene ‘la última palabra’ y de que, por ello, hay que esforzarse por convencer y argumentar para evitar la hipótesis de decisión arbitraria”.

Seguí, por su parte, reforzó las alabanzas al académico visitante y redobló la apuesta. “Contraigo el compromiso público de abrir una cátedra libre para estudiar el derecho común latinoamericano”, dijo. Tras este anuncio, violín (Adriana Bru) y bandoneón (Jesús Canaviri) comenzaron a ejecutar el “Gaudeamus igitur”, y Von Bogdandy recibió la medalla, la carpeta y el título inherentes a su condición de doctor honoris causa. Contento como el que más, abrió el tubo de plástico y exhibió su pergamino. Al tomar el micrófono, comentó que nunca había estado tan lejos de su Heidelberg natal. Y cuando se disponía a programar el cronómetro para ingresar de lleno en la clase magistral que había preparado, alguien de la organización le sopló que la conferencia empezaba más tarde. “Entonces, ¿esto es todo?”, preguntó con una espontaneidad que el público festejó como antes Bardón había festejado el Himno a cappella.

Ramillete aniquilador

“El derecho común latinoamericano es una herramienta para la globalización. Es un gran proyecto de cooperación internacional: un ‘castillo en el aire’ para Carl Schmitt”, dijo Von Bogdandy a modo de introducción. Y de inmediato explicó lo que se proponía: analizar este paradigma a la luz de la lógica amigo-enemigo, que, según su criterio, es la llave para entender el derecho y la política. “Todos la conocen y la usaron. El argentino Ernesto Laclau (intelectual de cabecera del kirchnerismo) se formó con Schmitt”, precisó. Y explicó que esa dialéctica había sido elaborada por uno de los juristas que más justificó el Gobierno de Adolf Hitler, y que mientras el derecho común latinoamericano propone diálogo y universalismo, Schmitt propone antagonismo y particularismo (preferencia excesiva que se da al interés particular sobre el general).

De la lógica amigo-enemigo se desprende un ramillete de ideas aniquiladoras de la posibilidad de un derecho público internacional, según Von Bogdandy. Por ejemplo, que el Estado supone la forma más civilizada de una violencia que es positiva e inevitable en un orden donde cada comunidad está en conflicto con las demás y donde el Estado existe porque debe defenderse de otro Estado, amenaza que justifica su existencia. “Para ese esquema, el extranjero es un enemigo”, resumió.

La vigencia del particularismo de Carl Schmitt obliga a redoblar los esfuerzos por la cooperación internacional. “El derecho doméstico de cada país debe leerse con el derecho internacional. El futuro de uno depende del otro”, advirtió el doctor honoris causa de la UNT. Von Bogdandy fue aún más lejos e invitó: “si queremos vencer el particularismo hay que transformar la idea de los perdedores de la globalización que nutre a los populismos actuales. El constitucionalismo latinoamericano es un avance en ese rumbo y por eso me da tanto gusto trabajar con ustedes”. Y con esas palabras bajó el telón de la escena que había empezado con los acordes penetrantes de “Adiós, Nonino” y “La Tempranera”.

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