La víctima del ataque racista es una abogada de 32 años

La víctima del ataque racista es una abogada de 32 años

“Ella quería detener el odio”, dijo la madre de la mujer asesinada por el supremacista blanco James Alex Fields Jr. Heather Heyer participaba de una marcha contra grupos neonazis en Charlottesville

HOMENAJE. El lugar donde fue atropellada a propósito Heather Heyer se cubrió de flores y mensajes.  reuters HOMENAJE. El lugar donde fue atropellada a propósito Heather Heyer se cubrió de flores y mensajes. reuters
14 Agosto 2017

CHARLOTTESVILLE, Estados Unidos.- La joven que murió atropellada por un supremacista blanco en la jornada de violencia racista de ayer en Estados Unidos fue identificada como Heather Heyer, una joven abogada de 32 años que se había sumado a la contramarcha antirracista para repudiar la presencia de grupos neonazis en su ciudad, Charlottesville.

“Heyer fue atropellada por un vehículo cuando ejercía pacíficamente su derecho a la libertad de expresión (...) Este acto de violencia sin sentido desgarra nuestros corazones colectivos”, declaró el gobierno municipal en un comunicado, citado por la agencia de noticias EFE.

Publicidad

La madre de Heyer, Susan Bro, declaró que su hija, una asistente en un estudio de abogados local, era una persona muy comprometida con la realidad social y había decidido marchar para expresar su repudio a toda forma de racismo. “Trataba de poner fin a la injusticia”, contó su madre en una entrevista con el portal de noticias The Hufftington Post.

Clamor por justicia

“A Heather no le movía el odio, sino detener el odio, acabar con la injusticia”, aseguró, y pidió que la muerte de su hija no se convierta en motivo para generar más odio, sino en un “clamor por la justicia, la igualdad, la equidad y la compasión”.

Publicidad

La Policía local también informó que el atacante que mató a Heyer se llama James Alex Fields Jr. y es un hombre blanco de 20 años. Se encuentra detenido y el FBI comenzó a investigar oficialmente el caso.

Columnas de neonazis y decenas de milicianos armados como militares que decían “proteger a la nación” inundaron el sábado la ciudad universitaria, una localidad de unos 50.000 habitantes, para una manifestación en un parque público que había sido bautizada como “Unir a la derecha”.

Allí los esperaba otra protesta, una de simpatizantes antirracistas y pacifistas.

Primero empezaron los empujones y golpes de parte de los supremacistas blancos contra los manifestantes que los repudiaban. La violencia llegó a su máximo nivel cuando Fields Jr. apuntó con su auto a la multitud antirracista y aceleró para atropellarlos. Mató a Heyer y dejó una veintena de heridos.

Poco antes, las autoridades habían declarado el estado de emergencia y ordenado a todos abandonar las calles.

La manifestación de los supremacistas blancos había sido convocada por varias organizaciones de ultraderecha en el centro de Charlottesville para protestar contra la retirada de una estatua en esa ciudad del general confederado Robert E. Lee, considerado un símbolo de la defensa de la esclavitud y el racismo que marcó la historia de Estados Unidos y que aún sigue muy presente. (Télam)

PUNTO DE VISTA

Esta vez Trump no prometió "fuego e ira"

Gabriele Chwallek - Agencia DPA

El presidente estadounidense, Donald Trump, ha sido casi siempre criticado por lo que ha dicho. Esta vez ha desatado enojo por lo que no ha dicho.

La tibia reacción a la escalada de la violencia en la manifestación de extremistas de derecha en Charlottesville ha llamado la atención por el contraste con la fuerza con que afrontó la crisis norcoreana, cuando amenazó con responder con “furia e ira”.

Algunos habían esperado algo de esa furia y esa ira frente lo ocurrido en el estado de Virginia, donde un hombre embistió a manifestantes antirracistas, mató a una mujer y dejó a 19 personas heridas.

“Trump balbucea ante una tragedia”, tituló ayer un artículo de opinión el “Washington Post”.

Los críticos lo acusan de ser evasivo para condenar a la ultraderecha, que ha encontrado una nueva legitimación con su victoria, como en Charlottesville.

Muchos de esos supremacistas blancos llevaban pancartas con la cara de Trump e incluso el antiguo líder del Ku Klux Klan David Duke declaró que ha llegado un “punto de inflexión” para el movimiento, que quiere “cumplir las promesas” del presidente.

Lo que quedó claro el sábado es lo espantosamente lenta que fue la reacción de Trump. Las escenas de neonazis que golpeaban a manifestantes con bastones, y que iban con capuchas del Ku Klux Klan y banderas confederadas, llevaban tiempo copando las pantallas cuando los periodistas comenzaron a preguntar qué está haciendo Trump.

Primero actuó la primera dama Melania, por Twitter: “Nuestro país alienta la libre expresión de una opinión, pero no nos permitimos comunicarnos sin odio en nuestros corazones. De la violencia no sale nada bueno”.

Le siguió Paul Ryan, máximo funcionario republicano en la Casa de Representantes, fue más claro al condenar la violencia. Pero eso no detuvo los golpes.

El gobernador de Virginia, Terry McAulife, ya había declarado el estado de excepción en Charlottesville, cuando Trump (tan afecto a Twitter) seguía sin mover un dedo. Cuando finalmente lo hizo, dijo: “TODOS debemos estar unidos y condenar el odio. No hay lugar para este tipo de violencia en América”.

Ni una palabra contra el racismo. Luego fue peor: no sólo parecía decidido a no nombrar las cosas por su nombre, intentó retratar la violencia “como una plaga crónica más allá de las partes”, según el “New York Times”. Condenó el odio “de muchas partes” y no el de la extrema derecha.

Pero, lo que faltó en las declaraciones de Trump, quedó claro en las reacciones de la web neonazi “The Daily Stormer”. La publicación celebró que Trump no hubiera dicho nada: “ninguna condena en absoluto”. (DPA)

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios