Fracaso: la clave de futuros éxitos

Fracaso: la clave de futuros éxitos

Una nueva tendencia les está dando revancha a los fracasados. En todo el mundo abundan las charlas sobre “el éxito del fracaso”. En los próximos días se realizará una nueva edición del evento “Fuckup Nights” en Tucumán, en el que personalidades cuentan sus errores para que el público pueda sacarles el jugo y convertirlos en herramientas de aprendizaje.

06 Agosto 2017

Es todo lo contrario al éxito. Es lo que nadie ha planeado tener. El fracaso. Odiado y temido. Crucificado por años. Escondido en el fondo del cajón. Llorado. Reprochado. Defendido por muy pocas personas.

Hasta que aparece entre signos de pregunta. ¿Y si realmente pudieras usar el fracaso como un escalón para tener éxito? El planteo se hace principalmente en el ámbito de los emprendedores. Y se ha extendido tanto que se convirtió en una moda hablar de los errores. Hoy se los valora como elemento de aprendizaje, se los pone en escena y hasta se les da un toque de humor.

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Aprovechando esta épica del fracaso apareció el movimiento Fuckup Nights. Surgió en México en 2012, como una charla de amigos que cruzaban historias acerca de sus yerros en proyectos y negocios. Ahora se replica en 233 ciudades de 77 países. Incluso esta tendencia llegó a las empresas como actividad motivacional para los empleados.

El formato consiste en que emprendedores, personas conocidas o no tanto cuentan la historia de alguna equivocación importante en su carrera. Lo hacen en siete u ocho minutos y a través de imágenes que le van poniendo ritmo a la exposición. Al finalizar cada disertación se abre el micrófono para las preguntas del público. Quieren saber cómo ese ser que fracasó hizo para recuperarse y qué enseñanza les dejó el error, qué cosas harían diferente si tendrían que volver a empezar.

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En Tucumán esta experiencia se hizo en 2014 y 2015. Y vuelve el mes que viene: el 7 de septiembre específicamente. El espectáculo es libre y gratuito. Pero hay que anotarse porque el cupo es limitado, aclara el organizador, Gerardo Werchow, del Buró Coworking (podés hacerlo ingresando al sitio FuckUp Nights Tucumán).

Adiós al tabú

¿Por qué hoy está mejor visto el fracaso? “En el fondo creo que hemos visto que se aprende más de las historias de fracaso que de las de éxito. Por suerte estos errores están dejando de ser un tabú y somos más tolerantes”, remarca Werchow.

Por otro lado, sostiene que asumir los errores en público ayuda a cerrar una historia, reconocer que fracasamos. “Es bueno admitirlo y ponerlo en palabras; esto nos permite identificar qué fue lo que no funcionó y qué grado de responsabilidad tuvimos”, remarca.

Cuenta que en el campo del emprendedorismo, se sabe que en algún momento se van a equivocar. La idea es “fracasar rápido y barato”.

En el caso del relato de fracasos en empresas, Werchow cuenta que las historias fortalecen los vínculos y se genera una mayor empatía entre jefes y empleados. “Vivimos en una cultura del éxito y estamos educados para no decir cuando te va mal -sostiene-. Creo que la persona que lo admite y lo cuenta es alguien muy generoso”.

Como una bendición

La psicóloga Graciela Chamut, experta en recursos humanos, sostiene que en general los argentinos sólo queremos ser primeros, los mejores. Equivocarnos nos hace sentir inferiores, incapaces y perdedores. “No obstante, en los últimos años algunos movimientos están comenzando a ver el fracaso como una parte integrante de la vida, del aprendizaje, desmitificando el error como algo que condiciona a la persona para siempre, o que lo ubica en una categoría diferente y descalificada”, explica.

“Sin embargo, esta nueva mirada permisiva hacia el fracaso no debe perder de vista las condiciones del proyecto en sí (no objetivos imposibles o inalcanzables), y el compromiso de la persona (“diferencia entre el que está comprometido con el proyecto y aporta su esfuerzo y motivación, y el alegre inútil que funciona como diletante, y al que le da lo mismo cualquier cosa”)”, resalta.

Chamut es partidaria de ver al fracaso como una etapa natural del aprendizaje y como un resultado posible de mejorar, y no como un congelamiento definitivo de las opciones u oportunidades. “En general es bueno reconocer los errores siempre que haya intención de mejora, capacidad de análisis de las variables críticas para el resultado y propósito de corrección”, destaca. No duda en considerar al fracaso una clave de futuros éxitos: “sí, es raro que haya éxitos sin fracasos intermedios, pequeños, medianos o grandes. Es el costo del aprendizaje, el descubrimiento de nuevas opciones, y a veces suelen ser una verdadera bendición, al aportar datos o posibilidades que no hubieran sido tenidas en cuenta de otro modo. Significa que hubo toma de riesgos (razonables) y por sobre todo, la asunción de la responsabilidad en la toma de decisiones”.

Para capitalizar el fracaso, Chamut aconseja ser positivos, pensar que la vida siempre nos dará otra oportunidad de hacerlo mejor. “Si somos capaces de hacer un análisis objetivo, de ver la forma de decidir y accionar en cada paso, estaremos avanzando varios casilleros para mejorar nuestras acciones posteriores, y nuestra capacidad de una mejor y mayor calidad de vida”, resalta.

Para finalizar, cuenta esta anécdota: “a Edison con su invención de la bombilla eléctrica, le preguntaron cómo se sentía al tener éxito después de más de mil experimentos fracasados. Su respuesta fue que no sufrió 1.200 fracasos, sino un solo experimento exitoso que tuvo 1.200 etapas de prueba”.

JOSÉ GOLDMAN
la clínica que no pudo ser
Al médico José Goldman (43) la idea de tener una súper clínica especializada en neurología y neurocirugía le parecía lo máximo. Era su gran sueño desde que había vuelto a Tucumán luego de haber estado durante siete años haciendo su especialidad en Jerusalén. Allí había aprendido técnicas de avanzada y hasta le había tocado atender al mismísimo primer ministro de Israel. Alquiló un terreno baldío donde levantaría la majestuosa clínica, habló con un arquitecto e invirtió plata y largas horas comprando por internet equipamiento para su proyecto. “Tenía una obsesión por traer a Tucumán la mejor tecnología médica, así los pacientes más complejos no tendrían que verse obligados a viajar”, recuerda el profesional.
Tenía varios trabajos (en un hospital y en el sector privado) para hacerles frente a la gran cantidad de gastos que había asumido. Tiempo después no podía ni pagar el alquiler del terreno baldío y poco a poco vio cómo ese gran sueño empezaba a desvanecerse.
Pero lo que Goldman percibió como el mayor fracaso ocurrió un día en que le tocó asistir a una paciente en grave estado y tuvieron que trasladarla para atenderla en otra provincia. En el camino, la joven murió. “Ese fue un punto de inflexión que me llevó a apurarme y a armar servicios de neurocirugía donde ya estaba trabajando, sin pensar en hacer una clínica sino en tener el mejor quirófano para que ya no tuviéramos que trasladar a nadie”, relata el profesional.
“Lo que aprendí fue que me resultaba imposible abarcar todo, y que existían muchas trabas e impedimentos no contemplados por mí que fueron apareciendo -explicó-. Tanta dedicación en tratar de cumplir esa idea me restaba tiempo en mi vocación verdadera de servicio al paciente. Pero los objetivos se pueden concretar trabajando en equipo. Fue así que logre formar dos servicios de neurocirugía de altísimo nivel en dos instituciones ya existentes”.

> JOSÉ GOLDMAN
La clínica que no pudo ser
Al médico José Goldman (43) la idea de tener una súper clínica especializada en neurología y neurocirugía le parecía lo máximo. Era su gran sueño desde que había vuelto a Tucumán luego de haber estado durante siete años haciendo su especialidad en Jerusalén. Allí había aprendido técnicas de avanzada y hasta le había tocado atender al mismísimo primer ministro de Israel. Alquiló un terreno baldío donde levantaría la majestuosa clínica, habló con un arquitecto e invirtió plata y largas horas comprando por internet equipamiento para su proyecto. “Tenía una obsesión por traer a Tucumán la mejor tecnología médica, así los pacientes más complejos no tendrían que verse obligados a viajar”, recuerda el profesional.
Tenía varios trabajos (en un hospital y en el sector privado) para hacerles frente a la gran cantidad de gastos que había asumido. Tiempo después no podía ni pagar el alquiler del terreno baldío y poco a poco vio cómo ese gran sueño empezaba a desvanecerse.
Pero lo que Goldman percibió como el mayor fracaso ocurrió un día en que le tocó asistir a una paciente en grave estado y tuvieron que trasladarla para atenderla en otra provincia. En el camino, la joven murió. “Ese fue un punto de inflexión que me llevó a apurarme y a armar servicios de neurocirugía donde ya estaba trabajando, sin pensar en hacer una clínica sino en tener el mejor quirófano para que ya no tuviéramos que trasladar a nadie”, relata el profesional.
“Lo que aprendí fue que me resultaba imposible abarcar todo, y que existían muchas trabas e impedimentos no contemplados por mí que fueron apareciendo -explicó-. Tanta dedicación en tratar de cumplir esa idea me restaba tiempo en mi vocación verdadera de servicio al paciente. Pero los objetivos se pueden concretar trabajando en equipo. Fue así que logre formar dos servicios de neurocirugía de altísimo nivel en dos instituciones ya existentes”.

> MIGUEL MARTÍN                                                                                                                                                        El programa que, al final, nadie veía

“Por más que crean que soy un humorista exitoso, tengo una sarta de fracasos en mi carrera”, arranca Miguel Martin. Y detalla que aunque un programa de televisión que se emitía por canal de aire -“Manyines”- le dio la posibilidad de ganar un premio Martín Fierro, ese ciclo fue quizás el más fracasado de su carrera. “Soy analista en sistemas porque mis padres me decían que tenía que estudiar algo serio, nada de teatro. Me fui a Buenos Aires y hasta tenía trabajo. Pero un día, en 2007, me volví. Ahí me sumé al grupo República del Tucumán. Tiempo después, aunque era un éxito, decidimos separarnos y hacer ‘Manyines’. Hacíamos radio, teatro y tele. Nos iba bien. Pero yo quería hacer todo: los guiones, la producción y actuar. Ahí estuvo el error. Empezamos a derrapar en la televisión; teníamos pérdidas de plata constantemente”, confiesa, sin apartarse del tinte cómico. “Llegamos a un momento horrible en el que nadie ni siquiera nos veía. Por suerte, los teatros los seguíamos llenando y en la radio nos iba bien”, añade. Cuenta Martín que finalmente admitieron el fracaso y sacaron el programa del aire. “Lo que digo siempre es: si te gusta algo y lo hacés con mucha pasión, aunque en algún momento te vaya mal, probablemente tengas éxito”, enfatiza. Sostiene que el fracaso es un gran maestro. “Y está bueno contarlo porque la gente agradece esa sinceridad. Hay que revisar los errores -subraya-. Yo aprendí que es imposible querer abarcar todo en un emprendimiento. Zapatero a tus zapatos”.

> MERCEDES PAZ
Aquella derrota...
Uno puede creer que en el caso de los deportistas es más común el fracaso, tanto como el éxito. La ex tenista Mercedes Paz admite que cada derrota cuesta muchísimo. Lo primero que recuerda es una frase que su papá le decía siempre en los peores momentos: “el que nunca nada hace, nunca se equivoca”.
Dice que hasta ella misma se sorprende de la intensidad con la que ha vivido.
Definió al fracaso como un hecho que sirve para hacer un viaje por dentro de uno mismo. Fue ganadora de tres torneos, llegó a ser número 28 del ranking mundial. Del total de partidos que jugó, ganó 280. ¿Y saben cuántos perdió? 279. “Tuve un montón de pequeños fracasos”, admite. Pero hay uno que le dolió hasta el fondo del alma y que lo sintió como el “gran fracaso”. “Fue en el 92. Me enfrentaba con Mónica Seles. Ella venía de 45 días sin jugar. Entré a la cancha con mucha confianza, convencida de que ganaba. Perdí 6-0 y 6-0. Nunca en mi vida había sentido esa humillación y vergüenza. Fue durísimo. Quise borrar esa noche para siempre”, confiesa.
Trató de poner la mente en frío y pensó: “no hay mal que dure 100 años”. Entonces, empezó a recordar con gracia ese partido. “Haber tenido una crisis es como quedarse en un cuarto oscuro, con miedo, paralizada, con desesperación, con muchas preguntas. Y sin dudas es un momento ideal para sacar las cosas malas y buenas, y reflexionar. Cuando la confianza está muy para abajo, a mí me sirven los pequeños logros. Creo que la voluntad es el principal músculo que debemos ejercitar”, reflexiona la ahora empresaria. Y termina con esta frase: “hay que tenerle miedo a no intentar algo, no al fracaso”.

CUATRO CLAVES PARA ENFRENTAR EL FRACASO
 
1.- Llamá al fracaso de otra manera. Decile “experiencia”.

2.- Usa el fracaso como un escalón. Identificá lo que hiciste mal y tratá de no repetirlo.

3.- No escondás tus fracasos. Sentite orgulloso de haber sido valiente para tomar el riesgo.

4.- Cambiá el enfoque, revisá tus motivaciones, preguntate: ¿qué tanto querés eso en lo que has errado?

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