Nubes negras sobre los controles

Nubes negras sobre los controles

En el Instituto de la Vivienda habría un mecanismo rápido -paralelo al oficial- para acceder al techo propio, pero en estos días de denuncias se están limpiando los escritorios. La Justicia consolida el statu quo con su parsimonia.

Hay un papelito. Es simple, casi cuadrado. Esa es la llave para abrir una de las puertas. En realidad, hay dos accesos. Uno, el de todos, que tiene una larga cola y final incierto y otro más corto. Este no tiene llaves o, en todo caso, tiene algunas claves.

Mientras algunos hacen cola, los pedidos especiales pasarían por los escritorios de Juan, de Isabel, de Carolina y de Laura. Una vez que obtienen el visto bueno, los requerimientos aterrizarían en el escritorio del coordinador de Planeamiento Habitacional del Instituto Provincial de la Vivienda. Es el propio Miguel Jiménez Augier quien lanzaría el papelito que se convierte en la llave de la felicidad: la casa propia.

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El papelito sale volando y sobrevolaría los escritorios de Gladys y de Teresa, que desde su departamento terminarían dando el OK definitivo. Una vez que se ha cumplido inexorablemente este recorrido, el papelito se convierte, como por arte de magia, en un nuevo hogar. En la otra puerta, que carece de padrinos, anabólicos y favores, la fila continúa. Los que están en el riñón de las decisiones del IPV juran -y cuentan- que esta es una de las formas de acortar los caminos para cumplir con el sueño del techo. Así las autoridades pueden cumplir con el pedido de políticos o de amigos.

En los últimos días, la vida del IPV ha perdido la tranquilidad de antaño. Las principales autoridades han transmitido tal tensión que algunos han pasado partes médicos y otros directamente han elegido pedir licencias. Coinciden estas ausencias con la desesperación de algunos empleados por acomodar algunos escritorios tanto físicos como virtuales. Para los primeros hay quienes han elegido hacer pases mágicos para que algunos papeles no se vean mientras que otros han hechos pases mágicos con el mouse y han conseguido pasar algunos datos que estaban en la red general a personales pendrive. Las descripciones de lo que pasa llegan a la prensa por WhatsApp, aunque se restringe el uso de celular; por e-mail, aunque se controla la utilización de computadoras y por reuniones que atemorizados empleados se animan a comentar.

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La historia del papelito que desafía al tiempo y que achica caminos no es la única que cuentan desde adentro del IPV. También relatan que en las últimas épocas hay algunos empleados que borraron fotos de Facebook y hasta comentarios inocentes. ¿Qué ha ocurrido?

Públicamente lo que se ha sabido es que una empresa, Marán, es de un empleado de un corralón y que ambos dueños son los hermanos Nieva (Martín y Sebastián) que, a la vez, son sobrinos de un funcionario muy importante del IPV como Lucas Barrionuevo. También se sabe que este último fue suspendido después de haber mentido ante las cámaras que no conocía a sus sobrinos. En el mismo programa, el titular del IPV subestimó estas circunstancias como si fuera algo aislado: un error o falla lógicos ante el volumen de millones que maneja la entidad.

Si es así no se entiende el estado de tensión que se vive en el instituto y, mucho menos, la apresurada necesidad del secretario de la Cámara de Constructores, Jorge Garber, por salir a defender la gestión de Durán. El resto de los empresarios se llamaron a silencio como si fueran ignorantes de lo que pudiera ocurrir en el IPV o como verdaderos avales de las palabras de Garber. Por lo bajo, muchos empresarios de la construcción que trabajaron con el IPV dicen lo costoso que es a veces conseguir la adjudicación de obras, pero aceptan que el sistema es así.

Paquidérmicos

Una de las que más ha hablado de la situación del IPV ha sido la senadora radical Silvia Elías de Pérez, quien no sólo acusó de enriquecimiento a Barrionuevo y a Jiménez Augier, sino que fue a la Justicia a ratificar una serie de irregularidades.

La Justicia es paquidérmica. Lenta como un elefante con sobrepeso aún no han logrado averiguar qué pasa en el instituto, si es que algo pasara. No se ordenaron allanamientos inmediatos y la reacción, en el caso de la Justicia provincial, ocurrió varios días después porque, aparentemente, el exceso de tareas impidió ver el programa de televisión donde le creció la nariz a Barrionuevo y, menos aún, pudieron leer algunas publicaciones subsiguientes. En la Justicia Federal aún no pueden avanzar porque el juez Daniel Bejas no autorizó la investigación al fiscal general Antonio Gómez.

Lerdo también ha sido el pedido de auditoría efectuado por el secretario de Hábitat, el tucumano Domingo Amaya, quien una vez que tomó la decisión, dio a conocer que el lunes (mañana) llegarían los auditores. Fue la crónica de una fiscalización anunciada. ¿Habrá sido que después de estos comentarios comenzaron a funcionar los pendrives en el IPV, como relataron empleados afectos a esta oficina pública que alguna vez se sintieron sus diablos?

Pinochos

Desde que José López decidió guardar los bolsos con millones de dólares en un convento, los empresarios de la construcción se sienten marcados por la palabra corrupción y por la sospecha de ser cómplices de la corrupción. Aparentemente, nada de eso ocurre en Tucumán. Los empresarios han aplaudido la gestión de la última década y hasta felicitan a Gustavo Durán por la aguerrida tarea que viene haciendo al frente de la institución. Tampoco a los hombres de negocio les preocupa la tensión que se ha desatado en el instituto. Sólo esperan que cuanto antes se destraben fondos y oportunidades que se añoran de épocas anteriores. Entonces, ¿Por qué se sienten estigmatizados por los bolsos de López? A muchos empresarios que no se animan a decir públicamente lo que suelen repetir en las mesas de café, les van a crecer la nariz como a Barrionuevo.

¿Qué es ganar en octubre?

En el Poder Ejecutivo el inesperado aturdimiento que se vive en el Instituto de la Vivienda pasa inadvertido. Es como si no existiera. En todo caso, lo encuadran dentro la actividad electoral y lo enmarcan en esas denuncias que nunca llegan a nada. La cabeza de los funcionarios y de los principales actores está puesta en la elección. La mayoría mira el 13 de agosto como un obstáculo obligado para llegar al 22 de octubre. Es un trámite ineludible, pero todos los ojos y esfuerzos no están en las PASO. Para Cambiemos y para el peronismo provincial todo se define en octubre y tendrá una exagerada influencia en 2019 cuando el poder se ponga en juego en casi todo el país.

¿Qué es ganar en octubre? La pregunta no tiene una sola respuesta. Tanto Cambiemos como el PJ ponen en juego dos bancas cada uno. Si las retienen, ¿habrán ganado? No, de ninguna manera, eso les servirá para conformarse. La disyuntiva está en el resultado final. Ambos llegan con el antecedente que hace dos años el peronismo le sacó a los rejuntados de Macri unos 100.000 votos. Sobre esa cifra estará la discusión. Ganar o perder tendrá que ver con ese número. En el PJ, si esa diferencia se sostiene o aumenta, el canciller Manzur, el titiritero Alperovich y, principalmente, el general Jaldo habrán sido grandes triunfadores y empezarán la batalla para la próxima. Si eso no ocurre, Alperovich será el menos golpeado porque ni aparece en los afiches y porque es la primera elección donde su apellido no entró a la cancha. En ese caso, el canciller saldrá magullado y el general casi degradado. Para 2019, el titiritero no tendrá problemas de ponerse el saco de candidato de vuelta.

En Cambiemos, la situación es la misma. Si logran acortar la diferencia que quedó desde 2015, podrán argumentar que aún la derrota tiene sabor a triunfo. De lo contrario, será otra derrota más que pondrá con un signo de pregunta la posición del candidato en primer término. Viene de varias caídas en comicios anteriores y, actualmente, tiene en Germán Alfaro y en Silvia Elías de Pérez dos contendientes internos pesados. Sin descartar que Domingo Amaya mira con atención los movimientos que se hacen para desplazarlo. Si Cambiemos no logra revertir esa diferencia, la coalición corre el riesgo de ingresar en una lucha fratricida.

Dos empleos, doble enojo

En el Poder Judicial ni las vacaciones sirven para tener tranquilidad. La sentencia de María Poliche de Sobre Casas y de Beatriz Bisdorff fue un baldazo de agua fría para los Tribunales. Las camaristas determinaron que un secretario judicial notificador salía del Palacio a realizar notificaciones, pero, en realidad, se iba a trabajar como personal trainer. Este proceder de Rodolfo Enrique Neufeld se supo porque él abrió un juicio laboral contra un gimnasio: en el transcurso del proceso se descubrió que en el mismo horario debía estar cumpliendo funciones en la Justicia.

Lo sucedido puso en tela de juicio los controles que se hacen desde superintendencia para asegurar el funcionamiento del Poder Judicial. No debería ser una sentencia judicial la que alerte a Recursos Humanos que hay gente que no trabaja. La Corte Suprema de Justicia va a tener una difícil disyuntiva cuando la causa llegue a sus manos. Si confirman el fallo de Poliche de Sobre Casas y de Bisdorff, deberán revisar los débiles controles y sancionar a sus responsables. Si por el contrario aceptan su reclamo de indemnización, entonces podría quedar como si Neufeld hubiera cumplido correctamente su tarea en la Justicia. La brasa se enciende cada vez más al compás del ánimo del sector judicial al que irrita este tipo de irregularidades y de desigualdades.

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