
El pequeñísimo botón del traje de una muñeca de lana. La cola con pelos de un zorro tejido. Una etiqueta con un sello de lacre negro para identificar a su diseñador. Y así, una infinidad de guiños microscópicos que sólo -y no tan sólo- los fascinados por el diseño de autor pueden apreciar, fueron los detalles que conquistaron al grupo curatorial de la Feria Puro Diseño, que ayer se reunió en las oficinas del Instituto de Desarrollo Productivo (IDEP) para definir quiénes serán los tucumanos que podrán participar de la próxima edición, que tendrá lugar del 14 al 17 de septiembre en Buenos Aires.
Para esta segunda edición del año se presentaron 17 diseñadores locales de objetos, indumentaria, marroquinería y mobiliario. De ellos, entre 10 y 12 podrán exhibir sus productos en la feria.

“A nosotros se nos hace cada vez más difícil dejar afuera de la selección a algunos participantes, porque todos conocen cuáles son los estándares de calidad y de diseño que se buscan para la feria. Pero necesariamente tenemos que descartar por una cuestión de espacio físico”, confiesa Marcela Molinari, directora de contenidos de Puro Diseño. Junto con su colega Andrés Gotelli, también de Buenos Aires, y los tucumanos Matías Röhmer y Belén Páez (Universidad de San Pablo-T) y María Lombana (UNT) conformaron el equipo de curaduría.
Los criterios de selección más fuertes son la originalidad del producto, la calidad de las terminaciones y la coherencia con el resto de la feria, explicó Gotelli. “Nosotros hacemos este trabajo en todo el país, entonces podemos tener una mirada amplia de la feria. Queremos que lo que se presenta tenga una coherencia, por eso hablamos de una curaduría más que de una selección”, agregó.

“Tucumán es una provincia que ofrece un gran surtido de diseñadores, no es que haya una única idea fuerza. Como rasgo distintivo del diseño local encontramos una conciencia del trabajo conceptual, no se inspiran tanto en la provincia, por ejemplo, sino en las propias ideas de los diseñadores, es algo muy interesante. Y también la gran cantidad de detalles que suman a los productos, es algo que a mí particularmente me llama la atención y me gusta mucho, porque agrega valor”, dijo por su lado Molinari. Se busca que sean productos con sello propio, buena calida de terminación y que, al mismo tiempo, sean vendibles en el mercado. Del equilibrio entre inspiración y visión comercial depende el éxito de un diseñador, señalaron los curadores.
Además de toda la inspiración, lo que esperan los curadores es que los productos incluyan un componente fuertemente contemporáneo. “Si bien se retoman técnicas antiguas o materiales de otra época, es importante que el producto sea moderno, que tenga que ver con las tendencias de consumo de la época”, advirtió Molinari.
“Es un problema cuando los diseñadores se anclan en algo muy del lugar, en lo más típico, en lo más obvio, que queda muy limitado a ser vendido sólo acá o a gente que viene como turista. Y la feria es una oportunidad de comercialización lo más amplia posible”, agregó Gotelli y, al contrario de lo que podría pensarse, esa tendencia a inspirarse en lo típico de la geografía no es algo propio de las provincias del norte. “Es algo que pasa en todos lados, pero de a poco los diseñadores se van alejando del cliché”, concluyó.