Investigadores del Conicet y de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) trabajan en el desarrollo de fármacos eficaces y más inocuos que los actuales.
Descubrieron, por ejemplo, que extractos hidroalcohólicos de plantas de la Puna argentina poseen una alta actividad antiinflamatoria. En estudio de laboratorio in vitro, los investigadors probaron bloquear enzimas que favorecen la producción de mediadores de la inflamación.
“Logramos validar científicamente las propiedades antiinflamatorias de 13 plantas medicinales”, dijo a la agencia CyTA-Leloir la doctora María Inés Isla, del Instituto de Bioprospección y Fisiología Vegetal (Inbiofiv), que depende del Conicet y de la Facultad de Ciencias Naturales e Instituto Miguel Lillo de UNT.
Según consigna la revista “Journal of Ethnopharmacology”, entre las especies con potencial para transformarse en “aspirinas” verdes figuran la tola (Parastrephia lucida), la tramontana (Ephedra multiflora) y pájaro bobo (Tessaria absinthioides). Sin embargo, los investigadores advirtieron que se trata de estudios preliminares.
“Pretendemos seguir estudiando estas especies vegetales en líneas celulares y animales de experimentación para demostrar su actividad antiinflamatoria en organismos complejos, y si todo sale bien, más adelante, en humanos”, indicó la doctora María Rosa Alberto, profesora de la UNT e integrante del Laboratorio de Investigación de Productos Naturales (Lipron) del Inbiofiv que lidera Isla.
La inmensa mayoría de los fármacos antiinflamatorias comerciales inhiben únicamente la enzima ciclooxigenasa, involucrada en la producción de mediadores de inflamación. Sin embargo, Alberto explicó que las plantas estudiadas también bloquean otras enzimas que desempeñan un papel clave en diferentes enfermedades inflamatorias crónicas, incluyendo asma y alergias.
“Es importante la búsqueda de productos alternativos sin efectos secundarios indeseables para tratar las inflamaciones crónicas”, indicó otra de las autoras del trabajo, Romina Torres Carro, becaria doctoral del CONICET en el INBIOFIV. También participaron del trabajo Samanta Thomas-Valdes, Felipe Jiménez-Aspee y Guillermo Schmeda-Hirschmann, de la Universidad de Talca, Chile.