Desventuras preelectorales

Desventuras preelectorales

El Gobierno nacional desembarcó artillería en la provincia. En lo electoral el Pro y sus aliados no logran amalgamar un equipo de trabajo. En la vereda del frente, el oficialismo consolida los roles del gobernador y del vicegobernador

La entrevista a Sebastián García de Luca publicada ayer en LA GACETA es una radiografía. Está claro que el secretario de Interior de la Nación se siente muy cómodo en la gestión. Cuando habla de política, sin embargo, le empieza a crecer la nariz.

Una de sus sentencias más contundentes las dijo cuando se le preguntó sobre la situación de Cambiemos en la provincia. “Bien”, fue la primera palabra que usó. Y Cambiemos no está bien. El PRO no goza de buena salud. El radicalismo es una multiprocesadora que tritura todo y si es propio, mejor. El peronismo que acompaña a esta coalición está predestinado a tener actores de reparto en escena. Al intendente Germán Alfaro, eso no le molesta, por ahora. En cambio a Domingo Amaya ocupar los segundos planos lo debe poner todo colorado.

En el lenguaje cotidiano el prefijo “pro” es muy utilizado para dar impulso positivo: “Es proactivo”, suelen decir. Se ha instalado tanto que el prefijo ha devenido sustantivo y hay quienes cuando se entusiasman con algo sentencian: “esto me parece muy pro”. No tiene ninguna connotación política, sólo quieren decir que va a ser muy bueno. En la política tucumana, Pro está siendo sinónimo de división, de discusión y adopta un sentido negativo.

Los legisladores Alberto Colombres Garmendia y Luis Brodersen llegaron por el Pro a la Legislatura, pero ahora juntos no pueden ni firmar un comunicado de prensa. La mayor división entre ellos son aquellos poco claros gastos sociales que Colombres Garmendia no tuvo problemas de recibir y que Brodersen, no sólo no percibió, sino que además fue a la Justicia para que se declare el ilícito.

La mayor complicación para el Pro es una falta de conducción. Cuando Mauricio Macri se convirtió en presidente dejó instalado el “sí, se puede” como eslogan. Muchos entusiastas de la política se subieron al metrobus del Pro, pero se bajaron en las primeras estaciones. No encontraron su lugar y rápido se les fue el entusiasmo político. Aún cuando el que gobierna el país se apellida Cambiemos, está claro que todo sigue digitándose en Buenos Aires. El federalismo sigue sin ser un tema central y menos en la interna política. Está forma de actuar hace que los dirigentes del Pro encuentren que los principales operadores ante el Poder Ejecutivo Nacional son un radical (José Cano) y un peronista (Domingo Amaya). Está claro que no es alentador este esquema y menos para los novatos de la política tucumana. El Pro sí tiene dos personas que pueden abrir las puertas del cielo macrista: uno es el diputado nacional Facundo Garretón, quien no tiene mucha empatía con los dirigentes tucumanos y menos con aquellos que sienten que sembraron durante mucho tiempo para cosechar y que cuando fueron a la huerta del Pro, el dedo de Macri lo señaló a él y lo hizo diputado. El otro es Pablo Walter, quien tiene amores y odios en su espalda, cosechados por haber sido un verdadero saltimbanqui de la punta derecha de la cancha política. Tanto Garretón como Walter tienen las llaves que muchos desearían tener.

Otros botones de muestra

De Luca demostró ser un hábil declarante: ¿Aspiran a llevar una lista de Cambiemos o del Acuerdo para el Bicentenario?, se le consultó. “Trabajamos para la consolidación de Cambiemos”. No sabe, no contesta. ¿Domingo Amaya tiene que estar en la fórmula? “Es una discusión a futuro, los rescato a los dos (por Cano). Otra vez tiró la pelota a fuera. ¿Sacar cuántos diputados implica ganar? “Lo importante es consolidar una alternativa de gobierno y es un tema más complejo que una cantidad…”.

La verdad que De Luca no declara es que Tucumán aún no tiene dirigentes, que el Pro y el Gobierno nacional tienen que seguir jugando con las figuras que ya están instaladas y que, además, el futuro electoral está en las plazas más populosas como Capital Federal, Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. Repetir buenas elecciones en esos distritos le permite soñar al Pro y a su Cambiemos. En esa estrategia Tucumán no es trascendental, aunque siempre es una base experimental. Por eso, José Cano recibió un fuerte respaldo esta semana. Hubo un sorprendente desembarco de huestes nacionales en Tucumán. El justificativo fue la tormenta que hasta trajo al Presidente Mauricio Macri. También aterrizó Guillermo Dietrich y finalmente, De Luca. Todos respetaron el diálogo con las autoridades provinciales, pero ninguno se olvidó de subrayar el certificado de nacimiento político del gobernador Juan Manzur. Todos recordaron su ADN kirchnerista. La estrategia del gurú Jaime Rolando Durán Barba está a flor de piel. Para ganar hay que destruir al enemigo y el único enemigo es el kirchnerismo, es la consigna.

Dos caras de la misma moneda

Uno era la invención misma de José Alperovich. El otro era el hombre que cuando tuvo que jurar (momentos centrales en la vida de uno si los hay) estuvo seguro de gritar que juraba en nombre del mejor gobernador que tuvo Tucumán en toda su historia, José Alperovich. Siempre se especuló que se llevaría a las patadas como solía ocurrir con las fórmulas gubernamentales del Tucumán de fines de siglo. Nada de eso ocurrió. Hoy son la cara de una misma moneda. Ahora que vienen las elecciones estarán más amalgamados aún. Las elecciones le dan mayor fortaleza a esta moneda. Si el oficialismo tucumano llegara a ganar, habrán ganado Juan Manzur, Osvaldo Jaldo y José Alperovich, que desde atrás dice que trabaja fuerte para que le vaya bien a Juan. Pero, si les va mal electoralmente y pierden, no hay dudas de que habrá dos perdedores: Manzur y Jaldo. Alperovich, que nunca descarta un nuevo mandato como gobernador, podrá decir: yo nunca perdí una elección. Hoy no tengo el control del gobierno. Y, así tácitamente, habrá dicho que los perdedores son Juan y Osvaldo. Por eso, más que nunca el gobernador y el vice, les guste o no, son las dos caras de una misma moneda.

Está semana que pasó y que nunca más volverá, dejó en claro los roles que tienen uno y otro. El canciller Manzur hace lo que mejor sabe: sonríe y mira hacia adelante manteniendo las mejores relaciones posibles con quien se le plante adelante, y si es de la Nación, mejor aún. La otra cara es la del general Jaldo. El se ocupa de la tropa tucumana y de los problemas internos y desenvaina su espada y pelea y vocifera como si fuera Kim Jong-un ante los embates de Donald Trump.

El canciller y el general pelean en el territorio. Alperovich los mira de reojo, los sorprende y hace movimientos que los deja descolocados. El último fue la visita a La Madrid del ex gobernador. ¿Por qué fue con algunos dirigentes, entre ellos su hija y no con el canciller o el general? ¿Por qué fue? ¿Por qué no fue antes con las autoridades de su Gobierno, ya que además de haber sido senador es asesor del Poder Ejecutivo? ¿Por qué antes, cuando era mandatario principal, se movía con las luces de la televisión siempre encendidas, ahora lo hace en las sombras de su pequeño equipo? El tiene las respuestas, Jaldo y Manzur tienen las preguntas hacia el líder que tanto los maravilló a ambos. Los interrogantes se vuelven a abrir cuando la dupla del Gobierno deja trascender una lista de candidatos a diputados (Pablo Yedlin, la bandeña Gladys Medina y el taficeño Roque Alvarez, uno de cada sección electoral). Desde el alperovichismo se habla de otra: Yedlin, Miriam Gallardo de Dip y el ministro del Interior, Miguel Acevedo. Llama la atención esta guerra de guerrillas dentro del oficialismo y amenaza ser mayor si los líderes no la frenan. Salvo que no quieran hacerlo.

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