Por Carlos Páez de la Torre H
15 Abril 2017
JOSE AGUSTÍN MOLINA. Su amigo porteño lo instaba a abandonar el pequeño escenario tucumano.
Como es conocido, el doctor José Agustín Molina (el famoso “Obispo Molina”) tuvo gran amistad con fray Cayetano Rodríguez. Este quería llevarlo a Buenos Aires, pero el tucumano se mostraba reticente a dar semejante paso.
Rodríguez lo animaba, en carta del 26 de febrero de 1815. “Conocemos las ataduras que te ligan, y que cada hermanita, cada sobrina, se cuelga de tu cuello y te ejecuta. Este ataque mujeril es violentísimo para un corazón como el tuyo, sensible, amoroso y apegado a tu familia. Pero ¿vivirás siempre aislado y reducido al ameno círculo de Tucumán, sin ver más horizontes? ¿Tan humilde eres que no aspiras a más fortuna que la que te entra por los ojos? Eres Jasón. ¿Cuándo quieres labrar tu mérito y graduar tus ascensos?”
Consideraba Rodríguez que “esto deben considerar las hermanitas y sacrificar la complacencia de verte a su lado, a la conveniencia de tu persona. Jamás habría sido (Diego Estanislao) Zavaleta lo que es, metido en Tucumán”. Le dolía “verte sepultado en la obscuridad sin aspirar a cosa interesante, y lo que es más, metido entre esos lobos que no pierden ocasión de devorarte. Aquí tienes en qué ejercitarte, hay quien te estima, quien conoce tu mérito, quien lo haga conocer y quienes hagan por ti”.
Zavaleta había renunciado y el Provisor era Valentín Gómez. “Mira abierta una puerta para empezar a su lado y más, cuando él me acaba de repetir esto mismo para que te lo escriba. En fin, habla con Balcarce. Este va resuelto a traerte. Es tu amigo y ha anticipado oficios a tu favor. No apuro más la materia, porque te diré cosas que te harían venir a pie. El amor es elocuente, pero más es tu corazón si tratas de escucharlo, y en este contraste, la razón es el juez. Óyela de buena fe. Para venir no es menester trepar el Aconquija”.
Rodríguez lo animaba, en carta del 26 de febrero de 1815. “Conocemos las ataduras que te ligan, y que cada hermanita, cada sobrina, se cuelga de tu cuello y te ejecuta. Este ataque mujeril es violentísimo para un corazón como el tuyo, sensible, amoroso y apegado a tu familia. Pero ¿vivirás siempre aislado y reducido al ameno círculo de Tucumán, sin ver más horizontes? ¿Tan humilde eres que no aspiras a más fortuna que la que te entra por los ojos? Eres Jasón. ¿Cuándo quieres labrar tu mérito y graduar tus ascensos?”
Consideraba Rodríguez que “esto deben considerar las hermanitas y sacrificar la complacencia de verte a su lado, a la conveniencia de tu persona. Jamás habría sido (Diego Estanislao) Zavaleta lo que es, metido en Tucumán”. Le dolía “verte sepultado en la obscuridad sin aspirar a cosa interesante, y lo que es más, metido entre esos lobos que no pierden ocasión de devorarte. Aquí tienes en qué ejercitarte, hay quien te estima, quien conoce tu mérito, quien lo haga conocer y quienes hagan por ti”.
Zavaleta había renunciado y el Provisor era Valentín Gómez. “Mira abierta una puerta para empezar a su lado y más, cuando él me acaba de repetir esto mismo para que te lo escriba. En fin, habla con Balcarce. Este va resuelto a traerte. Es tu amigo y ha anticipado oficios a tu favor. No apuro más la materia, porque te diré cosas que te harían venir a pie. El amor es elocuente, pero más es tu corazón si tratas de escucharlo, y en este contraste, la razón es el juez. Óyela de buena fe. Para venir no es menester trepar el Aconquija”.
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