Una instalación construida por 7.000 arañas

El artista Tomás Saraceno, que trabaja entre la ciencia y el arte, presentó una obra con telarañas. Los ácaros tejieron un frágil laberinto.

CON DISTINTAS FORMAS. El artista tucumano agregó la luz y el sonido a los diferentes diseños. mamba CON DISTINTAS FORMAS. El artista tucumano agregó la luz y el sonido a los diferentes diseños. mamba
10 Abril 2017
Durante seis meses, 7.000 arañas hicieron su trabajo; pertenecían a la colonia Parawixia bistrata, y fueron traídas especialmente de Paraguay, Chaco y Formosa y Brasil. Estuvieron instaladas en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, y cuando el viernes se abrió la muestra “Tomás Saraceno: Cómo atrapar el universo en una telaraña”, se pudo ver qué obra habían hecho ellas y el artista tucumano.

Tejieron un laberinto verdadero, frágil, a gran escala, con diseños orbitales circulares y otros con formas alargadas; esquinas pobladas con decenas de pequeñas redes y lugares de la sala cruzados sólo por filamentos de seda solitarios. Al acercarse aún más, pueden apreciarse diminutas motas de polvo enganchadas en los hilos; algunos ácaros habrán corrido la misma suerte.

Tomás Saraceno nació en Tucumán pero creció en Italia, donde su familia se instaló durante la dictadura. Estudió Arquitectura en la Universidad de Buenos Aires y hace años que vive en Alemania. En los principales países del mundo su obra es valorada, pero esta es la primera vez que expone en Argentina.

La ciencia y el arte se balancean con total naturalidad en la obra de este arquitecto nacido en 1973, al punto de que sus singulares creaciones llaman la atención por igual tanto desde la Bienal de Venecia como del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), y desde el Museo Metropolitano de Nueva York hasta la Nasa, siempre a raíz de sus investigaciones en torno a las telas de arañas, un proyecto que ya lleva casi 10 años y que lo convirtió en la única persona en el mundo que posee una colección de telas de arañas.

En las salas

En la primera sala, miles de arañas -que ya no están- han tejido kilómetros de telas de finísimos hilos de seda que prácticamente brillan en la sala casi en penumbras, una pieza rara de describir y clasificar. Hay que moverse con cuidado y observar detenidamente para no perderse los detalles de esta construcción original. En tanto, en el subsuelo, los visitantes pueden asistir a una suerte de concierto cósmico, protagonizado por una araña, su fascinante tela y las partículas de polvo presentes en el espacio, cuyos movimientos producen un sonido que amplificado retumba en el ambiente.

Una Nephila suspendida de un hilo teje su telaraña frente al público. Un haz de luz torna visible el polvo en el interior de la sala oscura. Mediante algoritmos, el movimiento de las partículas en suspensión y las vibraciones provocadas por la araña en la tela se transforman en sonidos y notas musicales reproducidas por 32 altavoces. El público, el artrópodo y el polvo forman parte de un único ensamble rítmico; una música de fondo, interpretada en vivo, puede escucharse.

“Siempre tratamos de quitar el polvo de los muebles y de barrer las telarañas. La muestra es una forma de iluminarlos y de presentarlos de una manera distinta”, afirma el artista en una entrevista que le hizo la agencia Telam.

Polvo cósmico

Las partículas presentes en la sala bailan proyectadas sobre una pantalla y Saraceno asegura que entre ellas hay también algunas procedentes de otras galaxias, parte de esa lluvia imperceptible de polvo cósmico -tan antiguo como el universo-, que cada día atraviesa la atmósfera y cae en la Tierra. Es posible entonces tumbarse a oscuras en los almohadones repartidos por el suelo y fijar la vista en la pantalla para transformar esos puntos diminutos en estrellas lejanas que se mueven a cámara rápida, estremecerse cuando colisionan unas contra otras y pedir un deseo si tenemos la suerte de que alguna, fugaz, cae frente a nosotros.

Mapas

El discurso científico se fusiona con una veta poética cuando Saraceno describe, con entusiasmo, sus proyectos: “Las arañas siempre largan un hilo cuando caminan, así que una telaraña es siempre un diagrama de una ciudad-grilla o la huella de un recorrido. Nos olvidamos que una telaraña es siempre un mapa de su movimiento. Me gusta pensar que más que un mapa del pasado, de su recorrido, es también un mapa del futuro”, observa el artista. “Hace 140 millones de años que las arañas están en la tierra. Esta muestra implica ponerlas en el centro de la escena. Es entrar en confianza con esta especie y la posibilidad de colaborar en todo sentido, algo que las especies tienen que hacer más profundamente. Salir del antropoceno, de esta era centrada en el hombre, para poder, en algún momento, vivir y coexistir con otras especies”, dice a Telam. Y prosigue: “Cuando una araña lanza sus hilos al aire, el viento y el calor las eleva y se transforman en aéreas, sus hilos durante el vuelo son proyecciones de sus futuros caminos, y dependiendo de cuán largas sean esas líneas, el viento las llevará en diferentes direcciones”, añade.

La exposición concitó gran atención no sólo del público sino de la prensa internacional que dedicó extensas notas a la muestra.

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