De fondo se escucha un sonido de bronces que juega con una base clásica de blues, algo lógico y normal en casa de un saxofonista. El que habla por teléfono a la distancia desde el porteñísimo barrio de Boedo es Nicolás Álvarez, el invitado especial para que esta noche, en Casa Managua, se disfrute de versiones de temas del jazz tradicional.
Junto a él estarán tres músicos tucumanos, en una fusión de experiencias y formaciones: Rony López en bajo, Leo Vera en guitarra y Javier Podazza en batería. Especializado en saxo tenor, Álvarez integra Virgilio Jazz Quinteto desde hace cuatro años (ya sacaron dos discos, “Templario” y “Tres años después”, con composiciones de sus propios integrantes), y participa en otros formaciones de cuarteto, ensamble y big bands.
- ¿Vas a presentar temas tuyos esta noche?
- Mi idea era ir a veranear a Tucumán y surgió esta presentación. Como voy por poco tiempo para ensayar cosas nuevas con los otros músicos, preferimos tocar standars. Quiero abrir puertas con gente nueva, porque me gusta mucho tocar en el interior; siempre tuve una gran respuesta del público, es otro clima y otra sensación en las relaciones. Conocí a Leo Vera por Facebook cuando me enteré del Festival Internacional de Jazz que organizó el año pasado, y me comuniqué con Rony López, que de inmediato se puso a armar todo de modo muy generoso.
- ¿Cómo empezaste con el género en general y con el saxo en particular?
- Soy de Bariloche, y comencé a los 10 años con Gabriel Costa. La música me envolvió de lleno y sobre todo el jazz, que era la especialidad de mi primer profesor, en especial los de la época clásica como Charlie Parker. Al escucharlo se estructuró una pedagogía del maestro hacia el alumno, hasta que decidí que era este el camino por el que quería andar y me dediqué a pleno. Estoy logrando vivir dignamente como músico aunque, como bien sabemos, el arte es un poco duro. Podría ser algo más amable, pero hay que meterle el hombro.
- ¿Costa te abrió tu ingreso al jazz?
- Sí, yo no estaba muy enterado de lo que era. Escuchaba más rock nacional, que me encanta. La cabeza se me abrió la primera vez que lo escuché tocar dixieland, improvisando en vivo. Me enamoré del género, y en particular me incliné hacia el hard bop, porque me gusta la fuerza de las melodías con varios vientos al mismo tiempo.
- ¿Te fuiste de Bariloche por decisión o por imposición de no tener desarrollo posible allí?
- Ví las perspectivas de dónde estaba y a dónde quería llegar y tenía que seguir con lo mío en otro lugar. A Bariloche, como pueblo, le falta todavía abarcar más espacio en lo cultural en lo referido al consumo de la sociedad. No había mucha movida cuando me fui; ahora se está abriendo un poco más hacia lo que me estoy dedicando. Y elegí Capital Federal porque están los grandes referentes con quienes tomar clase. Antes pasé por el conservatorio de música clásica de General Roca y desde 2007 estoy radicado en Buenos Aires. Es una lucha grande, porque hay muy pocos lugares donde tocar jazz y que se pueda trabajar bien, aparte de los dos o tres clubes más conocidos.
- ¿Buscás la construcción de un estilo propio?
- Lo que trato de hacer es componer temas míos en el estilo del hard bop, pero no creo posible encontrar algo más nuevo y lindo que ese género, que lo que hizo John Coltrane.
- El jazz es muy generoso en cuanto a permitir fusiones. ¿Sos permeable a ellas?
- Todo lo que aporte en la fusión es lindo, te abre panoramas y te permite entender distintas cosas que suenan a la vez. En la música hay que saber escuchar, porque todo le aporta su color al jazz. Lo mismo pasó en su momento con el tango.