La “Macrieconomía”, un año después

La “Macrieconomía”, un año después

LA HERENCIA. Macri recibió la gestión mientras se vivía una “estanflación”. twitter @mauriciomacri LA HERENCIA. Macri recibió la gestión mientras se vivía una “estanflación”. twitter @mauriciomacri
17 Diciembre 2016

Eduardo Robinson - Consultor y economista

Una nueva gestión implica evaluar la herencia recibida. La actual, impulsada desde hace un año por el presidente Mauricio Macri, recibió una macroeconomía con múltiples desequilibrios. Elevada inflación, desorden en el mercado cambiario producto del ilógico cepo, subsidios crecientes en las tarifas de servicios públicos, muy bajo nivel de inversión y un clima de inversiones fuertemente deteriorado por la arbitrariedad de las decisiones económicas que impiden proyectar inversiones. El resultado de este cóctel es que la pobreza, en promedio en el país alcanza un tercio de la población y por se estima que en el NOA y NEA ese porcentaje es más elevado.

La actual gestión recibió la economía en un proceso de “estanflación”, es decir, inflación con recesión. El camino elegido para alcanzar la reactivación fue: normalizar disfuncionalidades. Es decir, disminución de subsidios a tarifas, unificación del tipo de cambio, eliminación de retenciones, arreglo con holdouts, recuperar la credibilidad del Indec. Sin embargo, entre estas medidas, estuvo y está ausente una agenda de ir a reformas más profundas. Se optó por el gradualismo fiscal. Esto es no recortar el gasto público de manera brusca, procurar mejorar el clima de negocios, lo que despertó confianza fuera de Argentina y expectativas alentadoras en el contexto interno, al tiempo que se redujo el margen de discrecionalidad. En paralelo, la política monetaria que lleva adelante el Banco Central es restrictiva. Esto es, el Banco Central, absorbe dinero del mercado, y sube las tasas de interés. Es decir, combina política fiscal laxa, con política monetaria dura. Y, ¿cuáles son las consecuencias de esta combinación? Al seguir creciendo el gasto público, produce atraso del tipo de cambio en momentos que el problema de fondo es precisamente el financiamiento. No se ve que ni las provincias ni los municipios hayan racionalizado el gasto público, por lo tanto el que termina pagando el sobredimensionamiento estatal es el sector privado. Lo que implica, menos inversión, porque la presión. Por su parte, la política monetaria contractiva, reduce la posibilidad que el Banco Central emita moneda para financiar al sector público. Esto contribuye a estabilizar las expectativas inflacionarias, hace que el Banco Central recobre credibilidad. Hoy la economía tiene un desequilibrio fiscal, que tiene como piso un 5% del PBI. ¿Cómo financiarlo? La idea original del gobierno es que el crecer la economía el peso del sector público disminuya y se reduzca el déficit con la reactivación. Ahora, no está clara la dirección de la causalidad. Dar señales de mayor disciplina fiscal, que reduce la presión fiscal, mejora la competitividad y alienta la inversión, o, si alcanza para destrabar el proceso reactivador con mantener el nivel de gasto y mientras tanto recurrir al endeudamiento. Lo que los inversores potenciales ven como positivo es que no haya arbitrariedades, establecimiento de controles excesivos, intervencionismos, aislamiento internacional y que el gobierno haya evitado una profundización de la crisis heredada. Pero, balancean este aspecto con, dudas sobre la sostenibilidad fiscal, dado que no se establecieron instituciones fiscales que hagan más creíbles las metas de reducción del déficit. Nadie quiere invertir y pagar más impuestos. Lo concreto es que en la medida que no crezca la inversión, la reactivación no se transformará en crecimiento.

De hecho, el problema de fondo que se discute en estos días en realidad no es el impuesto a las Ganancias, sino la solvencia fiscal de Nación y provincias. Si bien en 2017, se espera una reactivación de la economía, la pregunta es si será o no sostenible.

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