Una exploración minuciosa del cerebro de los argentinos

Una exploración minuciosa del cerebro de los argentinos

Manes y Niro rastrean las características que nos definen

18 Diciembre 2016

DIVULGACIÓN

EL CEREBRO ARGENTINO

FACUNDO MANES Y MATEO NIRO

(Planeta - Buenos Aires) 

El reputado neurocientífico Facundo Manes, junto a Mateo Niro, se pregunta, con nosotros, cómo es el cerebro argentino; cuáles son sus rasgos más generales y sus funciones más específicas. A pesar de ser un cerebro como el de cualquier humano en la Tierra, el cerebro argentino es diferente, sui generis, dado que nuestro país, nuestra cultura es única y define mediante las costumbres, las tradiciones, las experiencias, nuestras historias compartidas, a este peculiar cerebro.

Tras una breve introducción que busca amalgamar los diversos paradigmas científicos desde los cuales los autores auscultan, diagnostican y definen a este cerebro argentino, el libro avanza con el tono de una cordial exposición oral, de una clase dialogada, no magistral. Esa simpleza en la argumentación hace que su lectura sea placentera e informativa. Mientras el lector avanza en sus 400 páginas de variados temas confluyentes en el cerebro y sus funciones sociales, lo informativo muta en vocativo, y se nota el impulso casi épico, de naturaleza patriótica, con la difícil finalidad operativa de cambiar la realidad.

En este sentido, el auténtico objeto de estudio sobre el cual discurre el libro, no es el cerebro propiamente dicho, sino su producto, tan importante como el mismo universo (véase: principio antrópico, Alan Watts, o alguna confesión de Agustín de Hipona), esa substancia invisible, intangible, cuya existencia no se da en el espacio sino en el tiempo y de la cual no podemos escapar sin dejar de ser: la mente. Así, el boceto de una mente argentina, del conjunto de costumbres, conductas, códigos morales, es el verdadero objeto, siempre bien detallado, del libro.

Una sola incomodidad surge en su lectura: el hábito, también argentino, de exponer patologías diversas para ejemplificar matices del comportamiento del cerebro. Y es que la muerte o su posibilidad, o su natural símbolo, la enfermedad, siempre incomodan un poco a quienes saben disfrutar de los diálogos y las sobremesas.

Finalmente, Manes y Niro saben muy bien de qué está hecha una gran nación: de grandes conductas, de personas responsables, pero también de personas felices, de cerebros operantes, eficientes, fértiles, curiosos, empinados, y no de pobres cerebros inacabados por una deficiente educación, un maltrato ancestral por la chatura de la dominación y la pereza mental. Esa es la ardua, la escabrosa finalidad épica de El cerebro argentino, cuya complejidad se dijo de la mejor manera en la simple sentencia que usan los autores para describir su propósito: hacer un país mejor.

© LA GACETA

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César Di Primio


Una manera de pensar, dialogar y hacer un país mejor
Fragmento de El cerebro argentino*
Por Facundo Manes y Mateo Niro 
Nuestra gran apuesta como Nación en este siglo XXI debe ser el conocimiento. La educación, la creatividad, la innovación, la ciencia y el capital humano y social son y serán cada vez más en el futuro la frontera que separe a los países prósperos de los que no lo son. Y los argentinos tenemos que decidir en qué lugar queremos estar.
Puede resultarnos tranquilizador pensar que “estamos condenados al éxito” o que nuestras frustraciones son consecuencia de aquellos otros que no quieren que nos vaya bien. Pero no es así. Esta decisión depende de nosotros.
El progreso y el desarrollo futuro no son inevitables. Son el resultado, en gran parte, de las decisiones que tomemos en el presente. Y podemos tomar decisiones correctas o fallar. Lo que no podemos es no tomarlas. Es la comunidad en su conjunto la que debe diseñar e intentar alcanzar su mejor futuro.
El mundo se está transformando de manera drástica. Esto que hoy estamos viviendo tiene poco que ver con lo vivido hace 20 o 30 años nada más. Son cambios que impactan en la manera de relacionarnos unos con otros, en la comunicación, en el acceso a la información, en el universo del trabajo, en los viajes, en la salud, los modos de enseñar y de aprender. También a gran escala en los países, sus sociedades y sus economías.
El futuro se acerca rápidamente y es difícil anticipar que forma tendrán los trabajos de próximas generaciones. Pero sabemos que estos trabajaos serán distintos a los de hoy. De acuerdo a especialistas, 5 millones de puestos de trabajo desaparecerán en el 2020 a manos de la tecnología. También sabemos que aquellos países que inviertan en el capital mental de sus ciudadanos contarán con una ventaja competitiva, porque podrán preparar a sus jóvenes en las habilidades necesarias para crecer y responder a las demandas laborales del siglo XXI. Ubiquemos a la educación como la prioridad máxima de la sociedad civil argentina para anticipar estos cambios y garantizar que los niños de hoy, adultos del futuro, tengan las capacidades para vivir y desarrollarse plenamente.
Hoy los países más desarrollados y aquellos que aspiran a serlo, apuestan a consolidar sociedades del conocimiento, en donde valores como la verdad, la creatividad, la justicia y el trabajo colectivo atraviesan una visión de país ¿Cuáles son las metas que persiguen las sociedades del conocimiento? Educación de calidad para todos (todos son todos); protección prioritaria de los cerebros en desarrollo; la ciencia y la técnica atravesando estamentos y colaborando con las políticas de los Estados, de las empresas y de las instituciones del tercer sector; la innovación en el corazón de la inversión productiva; el impulso de la infraestructura; la tecnología como herramienta aliada; instituciones sólidas y transparentes; el cuidado del medio ambiente; y el establecimiento de estrategias a largo plazo.
* Planeta.

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Una manera de pensar, dialogar y hacer un país mejor
Fragmento de El cerebro argentino*
Por Facundo Manes y Mateo Niro 


Nuestra gran apuesta como Nación en este siglo XXI debe ser el conocimiento. La educación, la creatividad, la innovación, la ciencia y el capital humano y social son y serán cada vez más en el futuro la frontera que separe a los países prósperos de los que no lo son. Y los argentinos tenemos que decidir en qué lugar queremos estar.
Puede resultarnos tranquilizador pensar que “estamos condenados al éxito” o que nuestras frustraciones son consecuencia de aquellos otros que no quieren que nos vaya bien. Pero no es así. Esta decisión depende de nosotros.

El progreso y el desarrollo futuro no son inevitables. Son el resultado, en gran parte, de las decisiones que tomemos en el presente. Y podemos tomar decisiones correctas o fallar. Lo que no podemos es no tomarlas. Es la comunidad en su conjunto la que debe diseñar e intentar alcanzar su mejor futuro.

El mundo se está transformando de manera drástica. Esto que hoy estamos viviendo tiene poco que ver con lo vivido hace 20 o 30 años nada más. Son cambios que impactan en la manera de relacionarnos unos con otros, en la comunicación, en el acceso a la información, en el universo del trabajo, en los viajes, en la salud, los modos de enseñar y de aprender. También a gran escala en los países, sus sociedades y sus economías.

El futuro se acerca rápidamente y es difícil anticipar que forma tendrán los trabajos de próximas generaciones. Pero sabemos que estos trabajaos serán distintos a los de hoy. De acuerdo a especialistas, 5 millones de puestos de trabajo desaparecerán en el 2020 a manos de la tecnología. También sabemos que aquellos países que inviertan en el capital mental de sus ciudadanos contarán con una ventaja competitiva, porque podrán preparar a sus jóvenes en las habilidades necesarias para crecer y responder a las demandas laborales del siglo XXI. Ubiquemos a la educación como la prioridad máxima de la sociedad civil argentina para anticipar estos cambios y garantizar que los niños de hoy, adultos del futuro, tengan las capacidades para vivir y desarrollarse plenamente.

Hoy los países más desarrollados y aquellos que aspiran a serlo, apuestan a consolidar sociedades del conocimiento, en donde valores como la verdad, la creatividad, la justicia y el trabajo colectivo atraviesan una visión de país ¿Cuáles son las metas que persiguen las sociedades del conocimiento? Educación de calidad para todos (todos son todos); protección prioritaria de los cerebros en desarrollo; la ciencia y la técnica atravesando estamentos y colaborando con las políticas de los Estados, de las empresas y de las instituciones del tercer sector; la innovación en el corazón de la inversión productiva; el impulso de la infraestructura; la tecnología como herramienta aliada; instituciones sólidas y transparentes; el cuidado del medio ambiente; y el establecimiento de estrategias a largo plazo.


* Planeta.

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