05 Octubre 2016
REPENSAR EL LENGUAJE. Es una misión del filósofo, afirma Tomasini Bassols. la gaceta / foto de juan pablo sanchez noli
Para el filósofo mexicano Alejandro Tomasini Bassols, traductor al español de una obra clave de Ludwig Wittgenstein (el Tractatus Logico-Philosophicos) el lenguaje es, más que una convención, una herramienta para experimentar la vida. Eso se infiere, al menos, de sus reflexiones acerca del discurso religioso, o del impacto comunicativo de las redes sociales, entre otros tópicos que él ha abordado en profundidad.
“Creo que el que haya redes sociales y nuevas tecnologías enriquece las posibilidad con nuevos vocabularios, nuevas actividades”, reflexionó el filósofo a su paso por Tucumán, donde participó en el simposio sobre Wittgenstein que organizó la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT. “Lo que es importante es guardar la corrección del lenguaje, que es lo que es lo que han perdido los internautas. Si seguimos así, el de los WhatsApp será la norma, el lenguaje se va transformando y va perdiendo sus vínculos con el pasado. No sé si es positivo o no, es tarea de los académicos de las lenguas velar porque el lenguaje se mantenga con sus formas canónicas de expresarnos. Eso, en nivel general; en el ámbito de la filosofía, los filósofos tradicionales no se ocupan del lenguaje. Inventan sus teorías; y si están hablando con sensatez o no -enfatizó- eso no les preocupa”.
- Y ahí llegamos a Wittgenstein...
- El se fija en las aplicaciones del lenguaje, y muestra cómo el filósofo genera cortocircuitos lingüísticos y problemas que vienen de confusiones de distinta índole; pero la filosofía por otro lado es un show. Y la filosofía de Wittgenstein obliga a repensar todo eso.
- Usted ha trabajado el discurso religioso, ¿porqué le interesa?
- Por sus peculiaridades; el pensamiento de Wittgenstein me permite conciliar requerimientos religiosos con racionalidad, a mí no me obliga Wittgenstein a creer cosas que no puedo probar. San Agustín define la creencia religiosa como aquello que yo no puedo ver; pero la fe ahora se convierte en otra cosa; y hay tanta tergiversación que hasta los sicarios tienen su santa madre. Y eso no es religión; es superstición y pseudoreligión; un tipo que le pide a un ícono que le ayude a matar a sus adversarios es supersticioso, porque le está hablando a un pedazo de madera.
- ¿Cómo observa las estrategias comunicativas del papa Francisco? Su apelación a las redes, por ejemplo...
- Me parece que lo que está haciendo es inteligente; no tiene caso andar orando ante una vela cuando ya hay rayos láser. Pero mi discrepancia está en que una cosa es la creencia en Dios y otra la adopción de una religión en particular; al concepto de Dios lo acuñaron los indoeuropeos en la Edad de Piedra, cuando se creó el lenguaje. Y entonces era un significado para nada teológico. Eso viene mucho después; la teología es una invención del hombre; si usted quiere entender el concepto de Dios tiene que ver cómo se usa la expresión Dios de buena fe: “oh my God, Dios mío, qué pasó aquí, Dios mío, que no le haya pasado nada....” Hay una trivialización del concepto de Dios que responde a una especie de autoengaño de pensar en Dios en una manera muy simplista, como un señor barbudo con el que uno dialoga. Cuando usted dice “Dios existe”, no es que usted tiene una prueba de que hay un objeto, como si fuera una cuchara; no hay una prueba de la existencia de Dios. Pero hay una cuestión moral; si se expresa de cierta manera; si le habla al prójimo de cierta manera, ya sí cree en Dios. Yo creo que creer en Dios es en primer lugar ser usuario del concepto de Dios. Y no es demagógico, es una posición moral, conductual, que tiene que ver con el sentido de la vida. Yo diría que el concepto de Dios es para uso personal.
- ¿Pero esa forma de creer en Dios como un concepto lingüístico, más allá de la fe, no implica acercarse a Dios como una muletilla para tranquilizarnos, por ejemplo, acerca de cuestiones como la muerte?
- La muerte no es un tema del cual se pueda hablar. Como diría Wittgenstein, la muerte no se vive, no hay una experiencia, la muerte es el fin de las cosas. Es que el concepto de Dios tiene que servir en la vida cotidiana, el concepto de Dios opera cuando se muere su padre, cuando nace un niño, el concepto de dios es un concepto expresivo, emocional, de seguridad, de tranquilidad moral. Y lo que quiero es mantener la independencia del concepto de Dios frente a su apropiación por parte de las religiones oficiales; porque es una apropiación del concepto de Dios para poder manipular mejor, porque hay cosas grandiosas, como la música barroca, y las pinturas religiosas, y los vitrales; y las iglesias, todo eso está muy bien... pero esa forma de entender la divinidad en la actualidad ya no es funcional, porque si usted quiere hablar de Dios como de un ser sobrenatural, ya no tiene una concepción coherente de la realidad; yo puedo entender que ese concepto operaba cuando la ciencia no daba las respuestas que da ahora.
- ¿Por qué piensa que es tan eficaz el discurso de ciertas “iglesias televangélicas”?
- La exaltación, la catarsis, el negocio, eso los brasileros lo saben, es un requerimiento espiritual, que ya no me satisface el ir a la iglesia los domingos; el tipo que pasó por una situación especial de exaltación, que lloró, que se sacó todo de encima, pasa un domingo más tranquilo. Con mucha perspicacia ellos detectaron ciertos requerimiento ante gente que no encuentra una salida ante una versión tradicional de la fe. Es que es el discurso lo que es importante, independiente de las circunstancias históricas. Fidel Castro era un hipnotizador de masas; eso no lo hace cualquiera. Fidel los tenía seis hora al rayo del sol: el tipo era un hipnotizador, solo que no usaba el lenguaje de Dios sino el de la revolución.
“Creo que el que haya redes sociales y nuevas tecnologías enriquece las posibilidad con nuevos vocabularios, nuevas actividades”, reflexionó el filósofo a su paso por Tucumán, donde participó en el simposio sobre Wittgenstein que organizó la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT. “Lo que es importante es guardar la corrección del lenguaje, que es lo que es lo que han perdido los internautas. Si seguimos así, el de los WhatsApp será la norma, el lenguaje se va transformando y va perdiendo sus vínculos con el pasado. No sé si es positivo o no, es tarea de los académicos de las lenguas velar porque el lenguaje se mantenga con sus formas canónicas de expresarnos. Eso, en nivel general; en el ámbito de la filosofía, los filósofos tradicionales no se ocupan del lenguaje. Inventan sus teorías; y si están hablando con sensatez o no -enfatizó- eso no les preocupa”.
- Y ahí llegamos a Wittgenstein...
- El se fija en las aplicaciones del lenguaje, y muestra cómo el filósofo genera cortocircuitos lingüísticos y problemas que vienen de confusiones de distinta índole; pero la filosofía por otro lado es un show. Y la filosofía de Wittgenstein obliga a repensar todo eso.
- Usted ha trabajado el discurso religioso, ¿porqué le interesa?
- Por sus peculiaridades; el pensamiento de Wittgenstein me permite conciliar requerimientos religiosos con racionalidad, a mí no me obliga Wittgenstein a creer cosas que no puedo probar. San Agustín define la creencia religiosa como aquello que yo no puedo ver; pero la fe ahora se convierte en otra cosa; y hay tanta tergiversación que hasta los sicarios tienen su santa madre. Y eso no es religión; es superstición y pseudoreligión; un tipo que le pide a un ícono que le ayude a matar a sus adversarios es supersticioso, porque le está hablando a un pedazo de madera.
- ¿Cómo observa las estrategias comunicativas del papa Francisco? Su apelación a las redes, por ejemplo...
- Me parece que lo que está haciendo es inteligente; no tiene caso andar orando ante una vela cuando ya hay rayos láser. Pero mi discrepancia está en que una cosa es la creencia en Dios y otra la adopción de una religión en particular; al concepto de Dios lo acuñaron los indoeuropeos en la Edad de Piedra, cuando se creó el lenguaje. Y entonces era un significado para nada teológico. Eso viene mucho después; la teología es una invención del hombre; si usted quiere entender el concepto de Dios tiene que ver cómo se usa la expresión Dios de buena fe: “oh my God, Dios mío, qué pasó aquí, Dios mío, que no le haya pasado nada....” Hay una trivialización del concepto de Dios que responde a una especie de autoengaño de pensar en Dios en una manera muy simplista, como un señor barbudo con el que uno dialoga. Cuando usted dice “Dios existe”, no es que usted tiene una prueba de que hay un objeto, como si fuera una cuchara; no hay una prueba de la existencia de Dios. Pero hay una cuestión moral; si se expresa de cierta manera; si le habla al prójimo de cierta manera, ya sí cree en Dios. Yo creo que creer en Dios es en primer lugar ser usuario del concepto de Dios. Y no es demagógico, es una posición moral, conductual, que tiene que ver con el sentido de la vida. Yo diría que el concepto de Dios es para uso personal.
- ¿Pero esa forma de creer en Dios como un concepto lingüístico, más allá de la fe, no implica acercarse a Dios como una muletilla para tranquilizarnos, por ejemplo, acerca de cuestiones como la muerte?
- La muerte no es un tema del cual se pueda hablar. Como diría Wittgenstein, la muerte no se vive, no hay una experiencia, la muerte es el fin de las cosas. Es que el concepto de Dios tiene que servir en la vida cotidiana, el concepto de Dios opera cuando se muere su padre, cuando nace un niño, el concepto de dios es un concepto expresivo, emocional, de seguridad, de tranquilidad moral. Y lo que quiero es mantener la independencia del concepto de Dios frente a su apropiación por parte de las religiones oficiales; porque es una apropiación del concepto de Dios para poder manipular mejor, porque hay cosas grandiosas, como la música barroca, y las pinturas religiosas, y los vitrales; y las iglesias, todo eso está muy bien... pero esa forma de entender la divinidad en la actualidad ya no es funcional, porque si usted quiere hablar de Dios como de un ser sobrenatural, ya no tiene una concepción coherente de la realidad; yo puedo entender que ese concepto operaba cuando la ciencia no daba las respuestas que da ahora.
- ¿Por qué piensa que es tan eficaz el discurso de ciertas “iglesias televangélicas”?
- La exaltación, la catarsis, el negocio, eso los brasileros lo saben, es un requerimiento espiritual, que ya no me satisface el ir a la iglesia los domingos; el tipo que pasó por una situación especial de exaltación, que lloró, que se sacó todo de encima, pasa un domingo más tranquilo. Con mucha perspicacia ellos detectaron ciertos requerimiento ante gente que no encuentra una salida ante una versión tradicional de la fe. Es que es el discurso lo que es importante, independiente de las circunstancias históricas. Fidel Castro era un hipnotizador de masas; eso no lo hace cualquiera. Fidel los tenía seis hora al rayo del sol: el tipo era un hipnotizador, solo que no usaba el lenguaje de Dios sino el de la revolución.







