Recorridos por un Buenos Aires que se desvanece

CRÓNICA

EL BUENOS AIRES DE OBERDÁN ROCAMORA

JORGE ASÍS   

(Sudamericana – Buenos Aires) 

El Buenos Aires de Oberdán Rocamora reúne notas publicadas en el diario Clarín por Jorge Asís, entre 1976 y 1980, con su célebre seudónimo. El periodista Oberdán Rocamora camina las calles de la ciudad “indiferente”, se detiene en todas las esquinas en las que hay un café, convoca los rostros, las voces y las vidas de transeúntes imborrables: los entrevista para asentar, fugazmente, el polvo del olvido. Así, aparecen los habitantes que “reman”, “pedalean”, aquellos que “empatan el día” y la vida, los “seres que soportan”, los estafadores, los vivos, los poetas y músicos, las muñecas y mujeres rotas, los payasos, los locos lindos, los enamorados de una espera.

Se funden la ciudad con sus personajes, un país y una época, “como se funden las ciudades en la niebla” (Waldemar Verdugo Fuentes). Hay retratos de la Argentina de las “tablitas”, de las tasas de interés en las vidrieras, de la especulación, de la “mediocracia” que se transforma progresivamente en “miedocracia”, de los argentinos que sienten la cédula de identidad como parte vital para mantener el alma y el cuerpo: “hasta cuando sueño la tengo cerquita, es lo más importante de mi vida”.

Las instantáneas se complementan y revelan el itinerario de una mirada. Por ello, en la última sección del libro llamada “Rally”, Rocamora se embarca como copiloto en el Rally Vuelta a la América del Sur, realizado en 1978, y confluyen en él las tarea s del periodista y del protagonista; debe observar lo que sucede, conducir un automóvil y escribir acerca de un continente, sus ciudades y sus gentes. Primero en un Citröen Ami 8 y luego en un Torino, recorre junto a otros pilotos desde Buenos Aires hasta Caracas, pasando por el Amazonas, y se dirige de nuevo hacia el sur, para llegar a Ushuaia y regresar al punto de partida. Rocamora se reconoce en las siluetas y las acciones de otros, comienza a comprender todo lo que está en juego en una aventura como ésta. Intuye entonces que la carrera, y también la escritura, son una metáfora de la vida: “es la eterna persecución de uno mismo”.

© LA GACETA

MÁXIMO HERNÁN MENA   

El porteño en su selva *
Fragmento de El Buenos Aires de Oberdán Rocamora
Por Jorge Asís


Porteño, gigante mínimo, tierno salvaje, hombre o mujer de mil caras o máscaras, estado de ánimo; un montón de vacilaciones, de obstáculos, de contradicciones; un depósito de recursos, de defensas, un buscador insaciable; un dramático y eterno aspirante a la terca felicidad.
La guita, hermano, that is the question. No hay que ser un analista demasiado lúcido (basta con ser sincero) para afirmar que fue la guita la que, literalmente, nos enloqueció; nos abrevió intensamente la alegría, nos tensionó la risa y nos obligó al acecho, nos despojó la serenidad, nos tornó inmediatamente ácidos, amargos, ansiosos, desesperados. Cada vez es más difícil continuar siendo un buen tipo en Buenos Aires; no tener conflictos graves que limitan, no encrucijarse en laberintos borgeanos en los que no aparece la luz. No hay derecho: cada vez es más difícil ser -simplemente- feliz.
La ciudad, hoy, es una tómbola; una aventura, un palo enjabonado, un empecinamiento o un error, un asombro permanente, una mole repleta de rincones que generalmente transitamos sin descubrir, un escenario del que no nos alejamos lo suficiente como para verlo, admirarlo. La ciudad es un amigo al que no suele visitarse con frecuencia, es un persistente verso, un café y una ventana, quizás un tango pero improbablemente un tanguero, un par de calles, cierta “ella”; la ciudad es un duro ejercicio diario, una riesgosa imposibilidad de olvidar la cédula, una hembra multifacética y bonita que suele mirarnos con desidia o indiferencia, y a la que, a cada día, es más improbable conquistar. Es acogedora pero cruel, maternal pero implacable.

* Sudamericana.