

Roberto Espinosa - LA GACETA
Un abrazo de sikus, violines, guitarras, cajones peruanos, charangos, flautas dulces, alborotan una comparsa y acarician el alma de Mercedes Sosa durante la Vigilia de la Memoria, en la noche del miércoles en el Centro Cultural Virla. Los changuitos de la Orquesta Chivo Valladares, guiados por los gestos maestros de Rony López, se zambullen con fervor en la música, haciéndole honor al creador de “Subo”. Se entreveran luego con Coqui, Claudio y Adrián Sosa para interpretar “Juana Azurduy” y “Cinco siglos resistiendo”.
La imagen y la voz de la “Negra” siembran emoción en el auditorio y les hace un guiño a los tres sobrinos que comienzan a desandar canciones con el pecho ancho de afecto y de memoria. “Lo que en el pasado cierto jugaron con nuestra suerte no saldrán por inocentes el día del juicio justo...”, canta el trío.
“Todavía cantamos” y “Como la cigarra” se van metiendo en los bolsillos de la noche. El teclado de Francis Moreno y la flauta traviesa de Carla Guzmán emponchan las voces y las liberan. Los humildes se trepan con fuerza a esa zamba, nacida en los boliches, donde el grito alza su llama, su canción de largas lunas sabe la siembra y el agua...
Cada uno tiene su instante solista: Coqui (“Cantora del pueblo”, “País”), Claudio (“Canto puro”, “Una canción posible”), Adrián (“La de los Humildes”, “Canción del derrumbe indio”). Sentimiento y garra hermanan a las voces de distintos timbres y colores que enriquecen la interpretación. “La memoria apunta hasta matar a los pueblos que la callan y no la dejan volar libre como el viento...” la canción de Gieco sacude el recuerdo de esa noche larga que sembró muerte y desaparecidos.
La “Chacarera del olvidao”, “Corazón libre” (no los dejes, corazón, que maten la alegría, remienda con un sueño tus alas malheridas) y “Razón de vivir” laten en el aire. En las butacas, el orgullo se dibuja en el rostro de Chichí y Cacho Sosa, hermanos de la “Negra” y tatas de los muchachos. El Himno Nacional en la voz de Mercedes es una incitación a no olvidar, una mano abierta al amor y al encuentro.








