El 2010 los argentinos hemos celebrado el bicentenario pero hemos reflexionado muy poco sobre su significado, dice Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia nacional de Educación. Ahora que estamos en el Bicentenario de la Independencia, razona que una de las reflexiones principales es la discusión sobre los rasgos identitarios. “Se ha potenciado la idea de que efectivamente existen rasgos a veces difíciles de definir”, explica Barcia, doctor en Letras, lingüista, investigador universitario y docente, que hoy, a las 10.30, disertará en el auditorio de la FET (San Martín 421) sobre “Los rasgos de identidad de los argentinos y la educación. Balance del Bicentenario”.
Este asunto de las dificultades de los argentinos para definirse lleva mucho tiempo. “En el Centenario se dio una situación tensa debido a la inmigración y a la diversidad de orígenes -explica-. Se había generado una especie de cosmopolitismo cultural que era desparejo porque los inmigrantes no tenían alto nivel cultural pero tenían sus voces, su idioma y demás. En esa etapa se generan distintas actitudes. Algunos ven el riesgo de que se esté poniendo en peligro la identidad argentina que no estaba muy del todo definida. Otros, en cambio, piensan que hay que integrarlos; y otros que se preocuparon, como Roque Sáenz Peña, que al aplicar la ley 1.420 le da integración a toda esta gente, porque la escuela es la mejor incluidora de todas y eso hizo que todos los hijos de los inmigrantes aprendieran los símbolos nacionales, la historia nacional y se fueran incorporando al país”.
También hubo otros factores, dice Barcia. El periodismo escrito primero, con la función que cumplió el diario para enseñar a leer el castellano, y después, en los años 20, la radio fue otro factor integrador. “El peligro que se daba era que se perdiera el perfil de fisonomía propia por esta especie de batiburrillo enorme que había, que a algunos los alegraba y a otros los aquejaba. Ya cuando Miguel Cané vio cómo venía la mano con la inmigración recuerda aquella frase famosa de hacer un cerco en torno a nuestras mujeres para protegerlas... sin embargo después hubo, gracias a Dios, mixturas entre los inmigrantes, que por trabajadores consiguieron dinero, y la aristocracia que iba perdiendo poder económico”.
La Argentina aluvial
Allí surgieron -analiza- los planteos acerca de cómo iba a ser Argentina a partir de entonces: “De los países de América latina, después de México, Argentina es el que tiene mayor caudal de ensayos de indagación de nuestra realidad”, explica, y dice que es por al menos dos razones: “Primero, porque somos narcicistas y nos gusta que nos hablen todo el tiempo de nosotros, o hablar nosotros de nosotros mismos. Y la otra es que tengamos inseguridad acerca de quiénes somos. En esa época -año 11 o 12- estaba José Ingenieros visitando Nápoles. Un amigo le escribe y le dice ‘José ¿cómo es Nápoles?’ - ‘Como la Boca, pero con menos italianos’, le responde. Está mostrando de qué manera esto que, con lindísimo adjetivo, llamó ‘la Argentina aluvial’ José Luis Romero. Fue por un lado una especie de sacudimiento pero por otro lado un camino hacia la reflexión sobre nuestra propia identidad. Nos forzó a empezar a preguntarnos quiénes somos, dónde estamos parados, qué tenemos de propio, qué de ajeno, qué hemos asimilado”.
¿Qué pasa en el segundo centenario y en el de la Independencia? “Yo creo que hay dos dimensiones a tener en cuenta: una es la sensación de júbilo y la otra es reflexionar qué ha pasado en esos 100 años. Esta segunda etapa no se cumplió debidamente a nivel de difusión popular, de revisión popular. Sí un conjunto de intelectuales, politólogos, publicó algunos libros interesantes pero el balance nos deja un sabor amargo de lo poco”.
Barcia propone avanzar sobre el tema. “Si hablamos de rasgos para todas las regiones argentinas... ¿qué tiene que ver un hombre de Salta o Tucumán con un porteño? Por ahí salta una primera discusión, que puede ampliarse mucho. En segundo lugar, en todos los niveles sociales”, explica. “Al hacer un arqueo de nuestro ensayismo de indagación nacional yo he ido sacando unas 10 o 15 notas. La idea es esta: tenemos tres tipos de rasgos identitarios. 1) Los positivos, como el hecho de la fácil comunicación. Somos abiertos, expansivos, locuaces, expresivos; somos el país que más gesticula de toda América. 2) Los negativos, como la tendencia anómica o esta especie de frustración permanente de todo argentino de que sus sueños no se realizan. T 3) El tercer tipo es ambiguo. Son rasgos que depende de cómo se los vea. Usted me dice que el argentino es muy vivaz para responder; pero si el argentino se acostumbra a que las respuestas sean rápidas, ‘a atarlo con alambre’, como dice Ignacio Copani, no hay planificación después. El sistema de vida va contra lo que es la organización.”
Desde esas características, dice Barcia, conviene analizar el papel de la educación “para convertir esos rasgos en algo positivo”.