
FRANCISCO SOLANO. La pintura que se exhibe en una sala de la Academia Nacional de la Historia. en Buenos Aires (completa) . FOTOS DE la gaceta / archivo

Sebastián Rosso - LA GACETA
La palabra Tucumán evocaba las imágenes más fabulosas a comienzos del siglo XVII y mediados del siguiente. Veamos dos: la primera es obra de Guamán Poma de Ayala, quien para dar imagen a su referencia toponímica, realizó el dibujo que publicamos. Hijo de familia de incas, se había formado entre españoles, para los que trabajaba como traductor. Era oriundo de Ayacucho: al final de su vida, escribió y dibujó su famosa “Nueva Crónica y Buen Gobierno”, que terminó en 1615, el año de su muerte. Se trata de una crónica y largo repaso de la historia del Perú, dirigida al rey Felipe III. El dibujo tiene la inscripción “La ciudad de Tucumán”, en su parte superior.
La segunda, sin fecha confirmada, pero seguramente no menos de una centuria después, es una pequeña porción de una obra de pintores de un taller de la zona del Collao. Durante gran parte de la colonia, esta zona alrededor del lago Titicaca, albergó importantes talleres de pintura, que se vendían en todo Sudamérica. El óleo que vemos, hoy se exhibe en una sala de la Academia Nacional de la Historia, en Buenos Aires. Aquí el venerado San Francisco Solano, reina espiritualmente sobre las ciudades de Paraguay y de Tucumán. El sacerdote franciscano que hiciera milagros a fines del siglo XVI, sobrevuela las tierras por las que peregrinó. Arriba a la derecha, una de las urbes tiene inscripto el nombre “Tucumán” y parece ser la misma, o similar a la que había imaginado Ayala mucho antes. El Museo Histórico de la Provincia Nicolás Avellaneda, tiene una pequeño grabado que repite la misma composición, de Solano y las dos ciudades, seguramente contemporáneo a la pintura.
Fantasía
Tenemos que aclarar que, las más de las veces, esa referencias “al Tucumán”, aludían a una vasta región, muchas veces desconocida, y cuyas ciudades eran sólo imaginadas. También tengamos en cuenta que al referirse a una ciudad de ese Tucumán, lo hacían por lo general a su ciudad cabecera, o sea, a Santiago del Estero. Pero también podría ser a las demás de la jurisdicción: San Miguel, Salta, Jujuy, Catamarca o La Rioja.
Sea cualquiera de ellas, la fantasía desborda esas imágenes. Como vemos, nada tenían que ver con ninguna de ellas. Ni entonces ni después. Eran sólo dos evocaciones fantásticas, que se imaginaban una urbe amurallada -sin dudas porque fue sometida a asedios-. Mientras Guamán Poma, la miraba desde el aire, los del Collao, la ponían a la altura de los ojos de alguien que estuviera llegando a sus puertas. Con ángeles y pájaros flotando sobre una bucólica escena de monjes cultivando la tierra. Con una prosperidad que duele. Una ciudad con casas de dos y tres pisos, con un gran número de torres, miradores y campanarios que nos gustaría haber tenido. Con banderas al viento, con parejas paseando muy cómodas por una gran plaza central, frente a una descomunal catedral. Una ilusoria versión de una riqueza y un buen pasar. Digno de cuentos.








