El centinela “naranja”

El centinela “naranja”

De día, Héctor Medina es fisioterapeuta del seleccionado tucumano; de noche, es un policía de la División Motorizada que patrulla la zona de La Costanera.

LA GACETA / FLORENCIA ZURITA LA GACETA / FLORENCIA ZURITA

La transformación de Héctor Medina comienza a producirse alrededor de las 20.30. Antes de esa hora, atiende su consultorio de fisioterapia deportiva ubicado en Yerba Buena, y también se encarga de tratar las lesiones de los jugadores del seleccionado tucumano de rugby, los “naranjas”. A partir de esa hora, asume su otra identidad. Se quita el ambo, se afeita -sin excepción- y se calza el uniforme de policía motorizado. Una cena ligera si el tiempo se lo permite y parte con rumbo a la intersección de las calles Chile y San Miguel, en la puerta de entrada al peligroso barrio Juan XXIII, más conocido como “La Bombilla”. Allí, donde hace más de medio siglo funcionó el malogrado Instituto de Investigación Cardiovascular, opera hoy la Subjefatura de Policía, sede de la división motorizada.

La rutina es casi siempre la misma. Héctor llega, saluda y pasa a retirar su equipo: arma corta, arma larga, municiones, chaleco balístico, chaleco táctico y demás elementos. De fondo, la potencia del heavy metal ayuda a combustionar el espíritu de sus compañeros de turno mientras se pertrechan para salir de ronda nocturna. Es un ritual más necesario y menos ornamental de lo que parece. Minutos más tarde saldrán a jugarse la vida -como cada noche- en algunos de los barrios más “picantes” de la ciudad.

A Héctor y sus compañeros les toca patrullar el área que comprende los alrededores del Parque 9 de Julio, Barrio Sarmiento, Lola Mora y La Costanera. “Trabajamos por radio con el 911. Ante las necesidades de la gente o eventuales situaciones, nos llaman y somos los primeros en llegar. Y a veces nos encontramos con situaciones muy conflictivas, persecuciones e incluso luchas cuerpo a cuerpo con los sospechosos”, describe. “Se dice que los policías motorizados estamos todos dementes. Por ahí pasamos situaciones que después las contamos como chistes, pero en ese momento no te hacen ninguna gracia. A veces te pasan balazos silbando por las orejas”, grafica.

Así y todo, Héctor se confiesa un apasionado de su trabajo. “Hasta que no lo probás, no lo podés saber. La policía motorizada es una de las llamadas divisiones especiales, porque no es para cualquiera. Por ahí llega alguno que a los dos días ya se quiere ir. A eso sumale que no importa el calor que haga, o si llueve o cae granizo, lo mismo tenés que salir. Es muy sacrificado. Se trabaja seis días y se descansa uno”, explica.

- ¿Y qué es lo que te gusta de un trabajo tan riesgoso y sacrificado?

-Que al ser la primera línea de combate contra la delincuencia, la vemos cara a cara. No es que estamos detrás de un escritorio y nos la vienen a contar. No. Vemos lo peor de la realidad con nuestros propios ojos. Además, acá adentro se vive con mucha pasión. El motorizado es duro y desarrolla un vínculo muy fuerte con su unidad. Se dieron casos de tipos a los que los bajaron de la moto, ya sea por edad o por otras razones, y hasta se enfermaron.

- También se debe generar un vínculo fuerte entre los mismos compañeros, ¿no?

- Por supuesto. Son tipos a los que ves todos los días, a veces más que a tu familia, pero en situaciones mucho más conflictivas, porque acá te estás jugando la vida. Mis hijos se ríen porque dicen que los demás padres salen a trabajar con un maletín y yo salgo armado hasta los dientes, ja ja. Pero bueno, también me gusta esto porque lo que se vive acá tiene bastante en común con el rugby.

- ¿En qué sentido?

- El ambiente es muy parecido al de un vestuario. En lugar de ponerte la camiseta, te ponés el uniforme. Así como te concentrás para salir a jugar, acá lo hacés para salir a patrullar. De fondo, suena el Álbum Negro, de Metallica, como una especie de arenga. Hay un un espíritu de equipo que es fundamental. Sin eso, estás en el horno. Vos encarás una situación y vas para adelante confiado en que el que va atrás te va a cubrir la espalda. Como en el rugby, cuando 14 tipos laburan para que otro llegue al ingoal y haga el try.

- ¿Qué cosas podés ver en La Costanera en mitad de la noche?

- Es muy triste la marginalidad que hay. Ahí notás la ausencia del Estado. Esa misma marginalidad los lleva a la violencia, al alcohol y a la droga. El principal problema ahí es el paco. Ves niños de 10 años con esa porquería que los descerebra. Y en esas noches de invierno que se levanta como una niebla, ves siluetas deambulando como si fuera una película de zombies. ¡Y es que son zombies! Andan perdidos, sin noción del tiempo. Y cuando sienten la abstinencia, pierden los límites y causan muchísimo daño. El abandono es terrible. Y también encontrás gente muy buena, trabajadora, que por circunstancias de la vida le toca vivir ahí, y es estigmatizada. Para conocer cómo son las cosas ahí, tenés que entrar. Desde afuera no lo vas a ver.

- ¿Pensás que el común de la gente no es consciente de eso?

- Los que trabajamos durante la noche, sobre todo, sabemos que hay otro mundo. Otra realidad, muy cruda. En el centro podés ver gente pidiendo limosna, pero en los márgenes hay cosas mucho más duras de ver. En la ciudad hay asentamientos que mucha gente ni escuchó nombrar, y que no están tan lejos de la plaza Independencia.

- ¿Es difícil “despegarse” del policía cuando termina el turno?

- Gracias a Dios, mi otra actividad está muy vinculada al deporte y me ayuda a desenchufarme rápido, pero la cabeza siempre está pensando. Cuando estás de licencia, hacés alguna llamadita a tus compañeros para ver si están enteros. Además, cuando voy por la calle sigo teniendo la mirada de un policía. El trabajo te va agudizando la vista, te permite ver más allá de lo que ve una persona normal. Por ejemplo, nosotros al delincuente ya lo fichamos de lejos, a veces hasta con verlo caminar nomás. Lo mismo pasa con el tipo que adquiere una mirada más técnica a medida que va viendo partidos de rugby. O los mismos médicos, que a veces entran corriendo a la cancha porque vieron cómo se golpeó o cómo cayó un jugador y ya saben que la lesión puede ser grave. Como todo, la experiencia te va perfeccionando.

- ¿Y cuál es el punto de conexión entre dos cosas tan distintas como el rugby y la policía?

- En uno u otro caso se trata de servir. En el rugby, sumar al equipo desde mi lugar, haciendo la fisio. Y en la policía, ayudar al que necesita. A veces, nos toca hacer hasta de bombero, o de médico. Es servir. Básicamente eso.

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