El “récord” de Thalía es nada más que un mito

Dos especialistas en sexología consideran que la cifra divulgada por la mexicana (50 orgasmos en una noche) es una exageración para vender su imagen de “bomba sexual” a los medios.

16 Enero 2016

Un parámetro muy lejano a la realidad

Inés Páez de la Torre - Psicóloga experta en sexología 

La confesión reciente de Thalía está relacionada con el destape de las nuevas generaciones. Hay más interés sobre la sexualidad, investigaciones sobre la salud y el conocimiento del cuerpo que son altamente valorables, pero a la vez existe el riesgo de que circule información que es errónea, que no se ajusta a ciertos estándares. La revelación de la actriz se vuelve peligrosa porque crea en las mujeres la expectativa de lograr esa meta. Una persona común que se guíe de esa declaración siente frustración porque compara la performance sexual de Thalía con la suya; su autoestima baja, puede experimentar culpa o culpar a su pareja por no alcanzar la cantidad de orgasmos que experimenta la cantante o por ni siquiera llegar a uno.

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Existe un mito sobre los orgasmos múltiples. Está instalado en la sociedad que la mujer que pueda llegar a tenerlos es más deseada por los hombres o mujeres, más atractiva, o menos reprimida y lo cierto es que depende de muchos factores. No existe un secreto o una forma puntual para alcanzar un multiorgasmo. La sexualidad es una dimensión tan diversa y rica en matices y subjetividades, que encasillarla en números y generalizaciones resulta, invariablemente, un recorte incompatible con su naturaleza.

Nuestra sociedad está expuesta a estereotipos  de belleza y éxito, difundidos por la publicidad, donde las modelos y vedettes son un parámetro muy lejano al real. Lo mismo ocurre con su sexualidad.

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Además existe otra problemática que se visibiliza con esta confidencia. La relación sexual se reduce a la penetración como única forma de acceder a un orgasmo. A la visión coitocéntrica se le debe, por ejemplo, el hecho de que muchos chicas y chicos, aunque hayan experimentado orgasmos haciendo “todo menos eso”, se sientan vírgenes. 

Sigue arraigada la creencia de que constituye la mejor forma de expresión sexual -la legítima, normal y verdadera- y que todo intercambio erótico, para ser considerado genuino y “de calidad”, debería desembocar en el clímax final.

El orgasmo no condiciona el sexo

Amelia Iris del Sueldo Padilla . Médica sexóloga

Cualquier actividad que conlleve goce o placer, de tipo sexual, a nivel íntimo o psicológico  genera endorfinas, y estas tienen impacto sobre el cuerpo: la piel luce más joven, se fortifica el cabello, se fortalece el sistema inmune, pero no necesariamente debe haber muchos orgasmos para ello. La satisfacción no depende exactamente de la cantidad de orgasmos alcanzados.

Cualquier persona tiene derecho a gozar más allá del clímax final. Lo ideal sería que la mujer se permita disfrutar una relación amorosa donde haya caricias, afecto, abrazos. Un vínculo que contemple a la persona en su integridad emocional y corporal. Existen muchos casos de mujeres anorgásmicas que gozan de una sensualidad extrema porque se permiten obtener placer, sentir con toda su piel una relación.

Históricamente nos inculcaron una idealización del amor romántico y del matrimonio, ligando la relación sexual a la procreación. Esta reducción significa una condena para aquellas mujeres que no se casan y que sienten que no pueden obtener goce más allá del casamiento.

La declaración de Thalía rompe el tabú al hablar de sexo, pero pasa de lo orgásmico simple a lo múltiple, dejando de lado la mayoría de las performances femeninas. La posibilidad de la autosatisfacción queda truncada. Mucho menos puede expresarse. Ni hablar de las relaciones entre mujeres, justificando la heteronormatividad a la que estamos sujetos. 

Debemos revisar y combatir los estereotipos a los que estamos sometidas, puesto que provienen de un discurso y de una cultura patriarcal consolidada en nuestra sociedad. Los medios de comunicación legitiman las relaciones entre mujeres y hombres poderosos, con dinero, muchas veces atravesadas por la misoginia y el maltrato.

 La desmitificación de estos vínculos y de la imagen de la mujer como “bomba sexual”, que sólo satisface a políticos y empresarios, es una consigna primordial para aceptar nuestra sexualidad, la de los otros, y para conocer nuestro cuerpo a fin de poder alcanzar una plena satisfacción. 

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