"La gran apuesta": la codicia de algunos que pagan todos

Un filme que se mete de lleno en el mundo de las grandes especulaciones bancarias y financieras.

EN CRISIS. Ryan Gosling recibe la presión de inversores en “La gran apuesta”, que trata la especulación de 2007. EN CRISIS. Ryan Gosling recibe la presión de inversores en “La gran apuesta”, que trata la especulación de 2007.
07 Enero 2016
DIRECCIÓN: Adam McKay. AÑO: 2015. GÉNERO: comedia dramática. ORIGEN: Estados Unidos. CON: Christian Bale, Brad Pitt, Marisa Tomei, Ryan Gosling, Selena Gómez y Steve Carell. DURACIÓN: 130 minutos. CALIFICACIÓN: apta para mayores de 13 años.

Estados Unidos suele verse a sí misma críticamente en los cines con victorias o derrotas bélicas, en biopics de personajes históricos o en películas sobre episodios de violencia explícita dentro de su país, hechas velozmente. Pero no es tan común la relectura de hechos todavía recientes relacionados con sectores del poder real, como es el financiero, de donde surgió en 2007/2008 una crisis económica global que todavía afecta al planeta. Apenas se atreven a contar algunas biografías puntuales, como con “El lobo de Wall Street”, pero se elude al sistema en su conjunto.

Una excepción fue “Demasiado grande para caer”, estrenada en 2011. En esta misma línea se inscribe “La gran apuesta”, que se estrenará hoy en los cines tucumanos y ya está transformada en una de las candidatas más firmes a la temporada de premios de EEUU. Si bien aún no se anunciaron los postulados para los Oscar, acumula candidaturas para los Globos de Oro, los del Sindicato de Actores y los Satellite Awards.

El elenco está saturado de actores taquilleros, comenzando por Brad Pitt (su apoyo fue total, ya que puso a su compañía Plan B a cargo de la producción), seguido de Christian Bale, Steve Carell y Ryan Gosling, entre otros, y con el aporte femenino de la madura Marisa Tomei.

La dirección recayó en Adam McKay, quien también estuvo a cargo de escribir el guión basado en el libro de Michael Lewis sobre la crisis financiera nacida de la burbuja económica creada con la especulación en el precio de las viviendas y las hipotecas sobrevaluadas. No le fue nada mal: ya ganó la estatuilla a director revelación que otorgó la Hollywood Film Awards. Su anterior película más recordada es “El reportero: la leyenda de Ron Burgundy”, de frecuente exhibición por cable, pero poca historia en las salas.

La historia (se advierte a los espectadores que es real) gira alrededor de cuatro especuladores que previeron el colapso económico y decidieron apostar contra el aumento de los precios de las acciones cuando todo era un festival en espiral creciente. Vivían en medio de la permuta de deudas contraídas por ciudadanos comunes, la que generó un mercado de bonos basura de baja cotización, causante de la crisis global. El estilo elegido es la comedia dramática con toques de realismo absurdo, para dejar al desnudo el mundo de los banqueros y sus objetivos.

El guión no se queda en los nombres de los responsables más conocidos y de las pérdidas más estruendosas, sino que trabaja también sobre personajes casi anónimos, esos inversores de riesgo que aprovechan una banca al borde del abismo producto de la codicia, del desenfreno y de la ausencia de controles estatales. Y la empujan más allá aún en algunos casos, todo a partir de maniobras surgidas de datos que eran de conocimiento público y que nadie quería ver, en medio del optimismo y de la soberbia de la libre regulación natural del mercado.

“Lo que nos mete en problemas no es lo que no sabemos, sino las cosas de las que estamos seguros pero no son ciertas”, se lee en la cita de Mark Twain que abre el filme. Es que la realidad es, por momentos, demasiado evidente como para creerla, como cuando el fracaso de la mayoría significa el éxito para unos cuantos. Y como muestra, habría que hacer doble función con “El precio de un hombre” (ver “La moral...”).

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