"Cuando preguntan quién le puso el nombre, hasta el día de hoy no sé responder. ?El alto de la lechuza? fue invento de la gente; así lo bautizaron los clientes y los amigos que frecuentaban la peña", comenta Pedro Aredes en un paréntesis de los relatos sobre los años 40, cuando nació la tradicional peña tucumana. En esa época su padre (el fundador) atendía, mientras almorzaban en la parrillada, a los pueblerinos que venían y se iban en el tren para hacer las compras en la ciudad.
"El alto de la lechuza" tiene 64 años. Es un imán para los turistas que quieren escuchar folclore, y es además sinónimo de la bohemia tucumana.
"En las primeras épocas, una orquesta tocaba para que la gente se entusiasmara y pidiera más vino", cuenta divertido Aredes, al tiempo en que recuerda los nombres de el "Gordo" Leiva y el "Ciego Pancho" que, entre muchos otros, tocaban y cantaban folclore y tango. Por la noche el panorama era distinto: se hacían tertulias con amigos como el "Amarillo" Irrazábal, Cerón Viaña y León Pardo. Así pasaban las noches con el vino y la guitarra como protagonistas.
Por ese entonces, Atahualpa Yupanqui frecuentaba el local. "Era muy amigo de mi familia, siempre hacían guitarreadas. Yupanqui le puso la letra a la zamba "Viene clareando", que compuso junto a mi tío, Segundo Aredes. Esta peña vio nacer cientos de canciones", agrega emocionado.
Con los años 60 llega una nueva camada de músicos, como Eduardo Rodrigo, Coco Marcos, Tito Segura, los Hermanos Núñez y Juan Falú. "El amanecido" Aredes, quien debe su apodo a los cientos de veces en que el sol lo descubrió en la peña, recuerda esos nombres.
Noches de copas
Los poetas también tenían su lugar en el boliche, como Manuel Castilla y su ladero pianista "el Cuchi" Leguizamón, Roberto Ternán y Pedro Favini. "En noches de copas, ellos pedían servilletas y se ponían a escribir", dice Aredes. Las paredes de la peña acunaron también a Los Carabajal, Mercedes Sosa -quien iba al comienzo de su carrera con su marido- "Los tucu tucu", "Las voces del norte" y el "Chango" Paliza. "Venían músicos de todo el país -comenta Aredes- pero era más íntimo. Cantaban entre todos y se pasaban la guitarra de mesa en mesa. Eso cambió en los 80, cuando comenzamos a contratar números". Entonces llegaron las tablas de escenario, los bafles de sonido, las luces y las guitarras enchufadas.
"Por aquí pasaron los grandes de la música", apunta Aredes, que agrega, con orgullo, que hay folletos turísticos en Europa que mencionan a la peña "El alto de la lechuza" como referente del norte argentino.
Proyectos para mantener viva a la tradición
"El Alto de Aredes" era el nombre con el que llamaban en un principio a la peña. Con el tiempo, cuando durante las reuniones nocturnas pasaban las lechuzas que anidaban en la estación de trenes, el nombre cambió. "Siempre que pasaba alguna se escuchaban insultos. Entonces alguien, nunca pude saber quién, le puso "El alto de la lechuza", comentó Pedro Aredes. El decidió dejar "El alto" en manos de María Inés Bazán y Carlos Lara, aunque todavía sigue yendo durante las noches, como referente artístico de la peña. "Lo refaccionamos, queremos levantarlo. Vamos a hacer que no se pierda en la memoria y lograremos recordarle a la cultura local que este es su lugar para expresarse, y un espacio de encuentro para el ambiente cultural", dijo Inés Bazán.
La nueva pintura, la decoración diferente, un pequeño escenario y cuadros con las caras de los grandes artistas que pasaron por allí iluminan de una manera distinta "El Alto". "Somos referentes nacionales del turismo y de la cultura. La peña festeja sus 64 años y vamos a conservar la esencia y la bohemia de un principio", agregó Bazán.
"Vamos a hacer talleres literarios y concursos de arte, y entregaremos premios. Este año hubo chicos invitados al festival de Cosquín que no pudieron viajar por cuestiones económicas, y es este tipo de problemas los que queremos ayudar a solucionar", concluyó.