La plaga de los “candados de amor” trasciende París y “ataca” otras ciudades

En Francia y EEUU, estos “relicarios” ocasionan problemas. Pero en otras partes del mundo, no sólo les tomaron cariño: ganan plata con ellos.

COLAPSADA. Una de las rejas del Puente de las Artes, retirada en junio. Reuters. COLAPSADA. Una de las rejas del Puente de las Artes, retirada en junio. Reuters.
06 Noviembre 2015
Justin Sablich / The New York Times

Cuando se quitaron aproximadamente 40 toneladas de amor eterno (cerca de 700.000 candados, a modo de relicarios, dando testimonio de promesas de unión infinita) del puente Des Arts en París el 1 de junio, el amor como lo conocemos no terminó, a pesar de la efusión de lamentos en los medios sociales.

Los candados-relicarios cunden en París y en muchas otras ciudades de todo el mundo, donde los turistas están determinados a depositarlos como un ritual para marcar un viaje romántico. Pero que ello sea algo bueno depende del ayuntamiento. Y los funcionarios los perciben como un flagelo o como una atracción.

Es lo primero en París, donde es posible que haya más relicarios que nunca antes.

Unidos para prohibir  

“La gente que no ha estado en París no puede entender lo malo que es”, comentó Lisa Anselmo, cofundadora de nolovelocks.com, una ONG cuyo objetivo es educar a la población sobre el daño que pueden causar los candados. “Cuando viajamos a otras ciudades como turistas, deberíamos pensar en nuestro impacto sobre la gente que vive en ellas”.

La petición en línea, en la que la organización solicita que París prohíba estos “relicarios” suma ya más de 10.000 partidarios.

Usando una fórmula basada en cuántos candados dijo el ayuntamiento que había quitado del Pont des Arts, Anselmo estimó que ahora hay aproximadamente 1.5 millón en la ciudad, pegados a 11 puentes y varios edificios emblemáticos, incluida la Torre Eiffel.

En el principio

Estos cerrojos de amor se convirtieron en una locura en Roma hace casi una década, por inspiración de una exitosa novela, y París se convirtió en la siguiente escala hace más de cinco años.

Si se quitaron los “recuerdos” del Pont des Arts en junio fue porque un año antes había colapsado una sección de la cerca a causa del peso. El ayuntamiento quitó las rejillas y las remplazó, temporalmente, con paneles pintados por artistas callejeros.

Ahora, el ayuntamiento está instalando paneles de vidrio antirreflejante en el puente y espera completar el trabajo para enero. Se hará algo similar en otro de los puentes que se está llenando de candados, el Pont de l’Archeveché, cerca de Notre Dame, a principios del año entrante.

“Hay muchísimas otras formas de decir Te amo”, dijo en junio Bruno Julliard, vicealcalde de París encargado de la cultura. “El mensaje que mandamos es que tiene que parar esta práctica”.

El colmo

París todavía tiene que promulgar una prohibición en toda la ciudad y, a pesar del esfuerzo por alentar a los turistas a optar por tomarse selfies y publicarlas en las redes sociales con la etiqueta #AmorSinCandados, sigue habiendo legiones de visitantes decididos a “fijar” su amor donde encuentren un espacio.

“La gente cuelga candados en los letreros que dicen No cuelgue candados”, dijo Anselmo. “Hasta los hay colocados en basureros”.

Experiencia neoyorkina

Desde que empezaron a aparecer en París, estos “relicarios” se han propagado en varias otras ciudades en todo el mundo.

De repente aparecieron tantos en el puente de Brooklyn, en Nueva York, que el Departamento del Transporte del ayuntamiento tuvo que empezar a quitarlos en el verano de 2013.

Desde esa dependencia se consignó que los candados representan un peligro para la infraestructura y los coches en el puente, y que se quitaron 9.363 entre el uno de enero y el 25 de septiembre de este año.

Otras ciudades, no obstante, reciben bien la tendencia.

Vendidos por Internet

En el pueblito escocés de South Queensferry, se organizó un acto para recaudar fondos, en las vísperas del 50° aniversario del puente Forth Road, para una beneficencia local.

El ayuntamiento vendió 3.000 candados en un sitio web, detalló Chris Waite, gerente de comunicaciones de Forth Road Bridge y se recaudaron más de 15.000 dólares. Eso sí: las autoridades se cercioraron antes de que el puente pudiera sostenerlos.

“Aprendimos de la experiencia en París y proporcionamos paneles especialmente diseñados, suficientemente fuertes para soportar el peso”, agregó Waite.

Vayan al parque

George Affleck, del consejo municipal de Vancouver, en la Columbia Británica, se enteró de lo que era un candado de amor durante una visita a París en 2012.

“En ese momento no afectaban ese puente, pero pensé que era bastante interesante observar a las personas compartir su amor y expresarlo con este relicario”, puntualizó Affleck.

Tres años después, a Affleck se lo conoce en Vancouver como “el concejal del amor” por sus esfuerzos continuos para encontrar una ubicación permanente en la ciudad para que los turistas, y también los vecinos, coloquen los relicarios de amor.

Los relicarios habían comenzado a aparecer espontáneamente en puentes y bardas por todo Vancouver hace unos años y, al final, causaron inquietudes respecto de la infraestructura y la seguridad, en particular de los puentes que no se construyeron para soportar el peso de los candados. Y hubo que quitarlos.

Los esfuerzos de Affleck llevaron a que la junta de parques de Vancouver concretara una encuesta en agosto, lo que permitió que los habitantes opinaran sobre una ubicación permanente para los relicarios.

En octubre, la ciudad aprobó el parque Reina Isabel como el futuro hogar para una instalación artística a la que se pueden colgar esa promesas de amor sin fin.

“No es una idea nueva, pero le daremos una especie de giro vancuverita”, manifestó John Coupar, el presidente de la junta de parques del ayuntamiento.

La idea de convertir estos “relicarios” en arte ya se puso en práctica en otras partes, incluidas Toronto, Moscú y varias ciudades europeas.

Moraleja

¿Podría una zona designada para los relicarios ayudar a resolver el problema en París?

“No, ese barco ya zarpó. El problema es demasiado grande para controlarlo o contenerlo”, sentenció Anselmo. “No es posible decir: Se pueden colgar relicarios aquí, pero no allá. Ahora es una manía”.

Si bien colgar relicarios en forma no regulada puede causar problemas, está claro que los turistas disfrutan esa actividad y es probable que sigan haciéndolo donde se los permitan.

“La gente quiere reconocer los momentos de su vida”, notó Coupar, “y el amor es algo importante para las personas”.

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