

› PUENTE DE ESPÍAS
DIRECCIÓN: Steven Spielberg. AÑO: 2015
GÉNERO: suspenso, drama. ORIGEN: EEUU.
CON: Tom Hanks, Mark Rylance, Alan Alda, Amy Ryan, Austin Stowell y Scott Shepherd.
DURACIÓN: 141 minutos.
CALIFICACIÓN: apta para mayores de 13 años.
Se puede encarar “Puente de espías” por varias entradas; todas igualmente interesantes:
- En lo referido a la historia, se basa en hechos reales, lo cual le resulta atractivo para un alto número de espectadores en todo el mundo y es fuente habitual de películas de EEUU.
- A partir de allí, Matt Charman escribe el guión que luego fue reelaborado con las manos expertas de dos de los escritores más consagrados de Hollywood, garantía en sí mismos de cuidado y calidad, como son los hermanos Ethan y Joel Coen.
- El protagónico es encargado a Tom Hanks, con un papel de hombre sufrido y expuesto a situaciones extremas que ya ha transitado eficientemente en otros dramas.
- Y, por último, en la dirección está el gran Steven Spielberg, quien sabe contar un relato de tensión de principio a fin con pocos baches aunque se conozca de antemano cómo termina, como lo tiene harto demostrado.
Así, cualquiera de las introducciones que se elija resultará efectiva para invitar al público a las salas para presenciar un producto que se asienta en uno de los equipos artísticos más prestigiosos de la industria.
La denominación “puente de espías” no es oficial, sino una construcción periodística con la que se identificó al puente Glienicke en territorio germano, una frontera entre la administración que respondía a Alemania Oriental y las de las potencias occidentales en el sector americano de Berlín. A la mitad había una línea blanca: ese era el punto de intercambio de espías capturados durante la Guerra Fría en territorio enemigo.
El estreno de ese sitio tuvo lugar en febrero de 1962, entre el soviético Rudolf Abel, capturado en Estados Unidos, y el piloto americano Francis Gary Powers, quien pilotaba un avión U-2 derribado sobre suelo ruso por un misil. Este episodio real le da el nombre al filme, el que se remonta cinco años antes, cuando Abel fue capturado por el FBI y se le encomendó su defensa al abogado James Donovan (interpretado por Hanks en el filme), cuya experiencia se centra en los juicios por seguros, lejos de los casos penales y sin experiencia política. En vez de cumplir con la idea por la cual lo convocaron -de no hacer nada ni ser eficiente- se involucra en su labor y busca demostrar la inocencia de su defendido, lo que le vale el repudio de buena parte de una sociedad norteamericana embebida de un nacionalismo fanático.
Un lustro después del proceso, Donovan se transformó en un negociador oficioso entre los dos regímenes más poderosos del mundo para conseguir el intercambio de detenidos en un Berlín partido y supercontrolado, donde se está en riesgo en todo momento. La misión siempre transita por la cuerda floja, con el protagonista a punto de caer y la certeza de que la advertencia de Abel (Mark Rylance, ya mencionado para un posible Oscar como mejor actor secundario) de que muchos pretenden que el intercambio fracase se concretará al fin.
En sí, Spielberg encara dos películas -y si fuese hace 40 años habría un descanso al medio para el giro en la historia-. El nexo entre la primera y la segunda parte es el idealista Hanks, quien parece estar más solo y con tanto peligro como en “Náufrago”, enmarcado en los atractivos juegos dialécticos de los Coen.








