Fernando Stanich
Por Fernando Stanich 29 Septiembre 2015
A partir del octavo mes de vida, los bebés experimentan una angustia que se expresa de varias formas. Por ejemplo, al ver personas que no conocen pueden llorar o no sonreír a todo el mundo, como lo hacían antes, porque ya reconocen la presencia de “extraños”. Sin ir más lejos, los oficialistas comenzaron a padecer un fenómeno similar al de un niñito: el gobernador electo, que antes sonreía ante cualquiera que se le cruzara, hoy se muestra distante y ensimismado. Juan Manzur, vencedor en los comicios del octavo mes del año, empezó a generar angustia entre los oficialistas. Y ni siquiera el saliente José Alperovich o el futuro vicegobernador, Osvaldo Jaldo, logran calmarse frente a la repentina independencia que evidencia el nuevo líder.

El jueves, luego de recibir su diploma, Manzur se encargó de adelantar que abriría el diálogo con todos los sectores, como una de las marcas distintivas de su gestión. Sin embargo, en la Casa de Gobierno se quejan porque Manzur, sin asumir y con su victoria en las urnas aún discutida en la Justicia, ya comenzó a “cortarse solo”. No son pocos los oficialistas que murmuran en contra de la actitud asumida por el ex ministro de Salud de la Nación. “No habla con nadie”, coinciden. Esa frase alcanza hasta al gobernador Alperovich y al ministro del Interior, Osvaldo Jaldo. Ni el mandatario ni su funcionario lo admitirán en público, pero el malestar existe. Con el tranqueño, Manzur venía hasta hace un par de semanas analizando nombres de funcionarios y prioridades de su mandato. No obstante, en los últimos días Jaldo sintió un poco más de frío que lo habitual para esta época del año, según relatan algunos de los dirigentes que pasillean a diario por el hoy histérico Palacio Gubernamental. Alrededor del propio Alperovich se tejen también versiones sobre un “pozo” en la relación con su elegido. Desde hace un buen tiempo, el titular del Poder Ejecutivo repite con prudencia que él no se involucrará en la confección del gabinete de su discípulo. Pero una cosa es decirlo para quedar bien y otra cosa es sentirlo. El gobernador aguardaba, a esta altura de la transición, contar con mayor injerencia en el armado del próximo gobierno o al menos convertirse en una fuente de consulta. Ni uno, ni lo otro. Manzur no abre el juego con nadie respecto de “su” gobierno. Quizá por eso, ayer, en Banda del Río Salí y sin la presencia de Jaldo, Alperovich se encargó de informarle en público a Manzur que ya tenía a su primer funcionario: en un acto, le prometió a la legisladora Camila Khoder que sería coordinadora del Ministerio del Interior. Esto, en compensación por haber perdido la Intendencia de esa ciudad en manos, casualmente, de Darío Monteros, actual coordinador de esa cartera y estrecho colaborador de Jaldo. La consigna, luego de todas las especulaciones que puedan efectuarse, parece ser clara: Alperovich notificó a Manzur que no deberá olvidarse del peronismo y la dirigencia que lo hizo gobernador electo.

En la Capital pasa exactamente lo mismo. Los principales referentes territoriales, entre ellos legisladores y funcionarios, vienen pidiendo audiencia con el sucesor y aún no la consiguen. Es tal el grado de ninguneo que sienten que algunos optan por tomarse vacaciones, como el interventor de la Caja Popular de Ahorros, Armando Cortalezzi, quien ni siquiera fue a la Junta Electoral Provincial a recibir su diploma de concejal electo. El sorpresivo cambio en la posición de Manzur aterra a los capitalinos. Muchos especulaban con que mantendrían sus despachos en la Casa de Gobierno o que podrían conservar a “los suyos”, como contratados o directores de área, pero el hermetismo del aún vicegobernador los mantiene en vilo. Para colmo, la presión es cada vez mayor porque miles de contratos políticos se vencen en la Cámara y en el Concejo Deliberante, junto con el recambio de gestión.

La intranquilidad se exacerba porque se sienten, literalmente, como extraños en su propia casa. Alperovich sólo tiene la cabeza puesta en los comicios del 25 de octubre y Manzur no les da respuestas. Encima de todo, del círculo íntimo del ex ministro de Salud brotan rumores que causan aún más zozobra. Principalmente, porque los nombres que se barajan para la primera línea de su gabinete son de su extrema confianza y de prácticamente nula relación con la estructura del Partido Justicialista, como la familia Yedlin o Eduardo Garvich. El ex secretario administrativo de la Legislatura y hombre clave durante el paso de Manzur por la Nación es una fija para reemplazar a Jorge Jiménez en el Ministerio de Economía.

Por ahora, la molestia se traduce en pataleos y en rezongos. Es que la mayoría de los oficialistas espera que este estilo personalista de su nuevo jefe sea pasajero, producto de aquel fenómeno de la “angustia del octavo mes”. Sin embargo, muchos recuerdan con preocupación que, en 2008 y a los pocos meses de asumir al frente de la Legislatura, Manzur lanzó una frase tajante: “dicen que tengo a la Cámara en un puño: admito que es así”. ¿Por qué, entonces, habría de cambiar una vez que accediera al Poder Ejecutivo?

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