Suegras modernas: son menos entrometidas y más compinches

Suegras modernas: son menos entrometidas y más compinches

El cambio de rol de la mujer favoreció la relación con las nueras. Las abuelas están más ocupadas con trabajo, cursos y proyectos.

“SIN COMPETENCIAS”. María Cristina y María del Milagro consultan juntas un libro y se dan consejos sobre recetas de cocina y otros quehaceres de la casa. “Ella vale oro”, dice la suegra. LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARÁOZ. “SIN COMPETENCIAS”. María Cristina y María del Milagro consultan juntas un libro y se dan consejos sobre recetas de cocina y otros quehaceres de la casa. “Ella vale oro”, dice la suegra. LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARÁOZ.
Los chistes insisten en dejarlas mal paradas. Que son neuróticas. Entrometidas. Controladoras. Obsesivas. Falsas. A María Cristina Pérez (58 años) esas bromas no le quitan el sueño. Con María del Milagro Barrera (28 años), la esposa de su hijo Gustavo, conforman la dupla más temida en el universo familiar: la de nuera y suegra. Sin embargo, ellas se sienten como madre e hija. Salen, se divierten, charlan, se miman y hasta duermen juntas.

¿Será que la relación de ellas es la excepción que confirma la regla? Para nada. Este vínculo, que siempre estuvo cargado de negatividad, está cambiando, dicen los expertos. Hoy las abuelas están más ocupadas en trabajar, hacer cursos y viajar. En fin, tienen menos tiempo para entrometerse en la vida de sus hijos. Diversas encuestas también confirman esta tendencia: seis de cada 10 mujeres creen que la relación con sus suegras/nueras es buena y está basada en el respeto y el compañerismo, de acuerdo a un estudio realizado por la Universidad Abierta Interamericana y publicado en varios sitios web. Un dato sorprendente: el 70% de las encuestadas aseguró que su suegra le ha dado la razón en algún momento, aún cuando eso significaba llevarles la contra a sus hijos.

Sinceridad

María del Milagro asegura que nunca tuvo conflictos con su suegra. Hace siete años que está casada con Gustavo, con quien tienen un hijo de casi tres años y otro que viene en camino. “La clave de nuestra buena relación es que siempre fuimos muy sinceras”, dice. “Compartimos mucho; a ella le encanta regalarme cosas. Siempre está presente. Puedo contar con ella para lo que sea, nunca tiene un no. Busca la solución a todo”, remarca. Luego, cuenta una anécdota que la pinta de pies a cabeza a María Cristina: “es tan servicial que un día vino a casa a quedarse con mi hijo porque yo tenía que salir. Cuando regresé me había planchado una montaña de ropa y me había acomodado todos los placares”.

A María Cristina, que es docente en dos colegios, le brillan los ojos cuando escucha hablar a la esposa de su hijo. “Lo principal es que la respeto mucho. Creo que cuando se forma un nuevo hogar el protagonismo le corresponde a la pareja; por lo tanto desde el primer día me planteé que no iba a ser la suegra que opina y dispone sin que nadie lo pida. Trato de ser cariñosa, discreta y generosa. Y otro detalle: siempre me comunico antes de llegar a su casa”, cuenta.

Después, pide permiso para hacer una aclaración entre risas: “si no hay quejas de mi nuera será porque la suegra trabaja mañana y tarde”.

Precisamente esa es la razón que esgrimen los expertos cuando hablan del nacimiento de una nueva relación entre suegras y nueras. Por lo general, las madres de los esposos ya no son amas de casa que viven la vida a través de sus hijos. Tienen sus propios proyectos y trabajos. Están tan ocupadas que a veces son los propios hijos y nueras los que les piden a la abuela que “no se borre”.

Cambios

La licenciada Beatriz Goldberg, autora del libro “Suegras: técnicas y estrategias para la supervivencia” admite que hubo cambios en la última década y que la relación de suegras y nueras se ha aggiornado, a tal punto que algunas mujeres que se separan lamentan tener que perder a sus suegras. Sin embargo, aclara que aún se ven conflictos. “Aunque sean modernas y tengan cosas que hacer, las suegras pueden encontrar momentos y motivos para generar situaciones tensas”, señala. Y aprovecha para dejar en claro que esta relación es históricamente tensa: “siempre hubo y competitividad en esta dupla de mujeres”.

Goldberg tiene su propia “escala de Ritchter” para medir la magnitud de los conflictos que pueden ocasionar las suegras. Y en ese sentido precisa que el hombre es el responsable de que haya o no armonía en la relación entre su madre y su pareja.

“Es el hombre quien debe mediar y poner la cara. A él le corresponde poner los límites, conciliar. Hay que hablar de frente y hacer pactos para que no haya ofensas ni uno u otro se sienta usado”, recomienda. De su largo listado de consejos, Goldberg rescata estos: “lo mejor es no competir con la nuera ni pensar ‘mi hijo ya no me quiere’. Otra cosa: no dar información en un almuerzo familiar o hacer consultas populares, que den lugar a que una suegra opine y sea tildada de ‘metiche’. Siempre es bueno anunciar un tema cuando ya fue decidido por la pareja”.

La lucha será larga

Aquellas suegras que encontraron un equilibrio entre ayudar y no ser densas (esto es, según Goldberg, no reclamarle al hijo constantemente “ya no me querés, ya no venís a ver”), hoy son un eslabón esencial en la vida familiar. No obstante, pasarán muchos años hasta que logren deshacerse de la imagen de bruja, de los chistes que las dejan mal paradas y ¡hasta del carnaval carioca!, que sigue poniendo en boca de los recién casados y sus amigos los coloridos y ruidosos espantasuegras.

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