Escándalo y conspiración

Escándalo y conspiración

Recuerdo la charla de 2011 en la Universidad del Deporte de Colonia, Alemania. El primer nombre fue el de Julio Grondona, que a los 80 años se encaminaba a su noveno mandato seguido como presidente de la AFA. Luego Ricardo Teixeira, que tenía 69, y que iba para su séptimo período en la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF). Y, finalmente, el paraguayo Nicolás Leoz, de 83, que aspiraba a ocho mandatos seguidos en la Confederación Sudamericana de Fútbol (CSF, Conmebol). En 2015, hacía la cuenta ante los asombrados colegas europeos, pensaban sumar 240 años, 91 sentados en sus tronos. Casi un siglo de poder que se creía eterno. Los tres estaban invitados a la gran fiesta de los Juegos Olímpicos de Río 2016, al cumpleaños número 100 de Joao Havelange, el pionero, el verdadero “Padrino”.

Teixeira, acusado junto con Havelange de cobrar coimas de ISL (ex empresa de marketing de la FIFA) fue el primero en irse y no pudo cumplir su sueño de celebrar un gran Mundial en Brasil y lanzarse en 2015 como candidato a suceder a Joseph Blatter en la FIFA. A Teixeira lo reemplazó su vice, José María Marín, 83 años. La puerta de salida siguió con Leoz, también implicado en el escándalo de ISL, y reemplazado por otro vice, el uruguayo Eugenio Figueredo, también de 83 años. Marín y Figueredo, sabemos, están hoy en una cárcel de Zurich. Y Leoz, ya de 86, se autointernó en su sanatorio de Asunción, donde es un todopoderoso, aunque el gobierno paraguayo ya inició los trámites para su extradición a Estados Unidos. Los tres están entre los siete arrestados por orden del FBI, por el nuevo y último episodio de corrupción que shockeó a la FIFA. Un escándalo que fue tapa mundial en estos últimos días, pero que fue insuficiente para frenar una nueva reelección de Blatter, que el viernes inició su quinto y más difícil mandato. Lo cesará, si llega, en 2019, con 83 años.

El tercer miembro del trío todopoderoso, Grondona, murió en 2014, a los 83 años, apenas después de terminado el Mundial de Brasil. Su mano derecha de los últimos tiempos, el CEO de Torneos y Competencias Alejandro Burzaco, sigue prófugo, también él en la lista de las 14 personas imputadas por el FBI en un escándalo que, ante todo, apunta a largos años de coimas en la concesión de derechos de TV y marketing en los torneos de la región. Pero Burzaco no forma parte del Sub 80. Es una generación mucho más joven, vinculada con los negocios de la TV. Leoz, Marín y Figueredo, los tres popes de la Conmebol incluidos en la lista, ya estaban haciendo las valijas. No así Burzaco y Mariano y Hugo Jinkis. Por eso, el golpe del FBI jaquea más al negocio de la TV de la región que al de la conducción deportiva. Dirigentes de Federaciones y también ejecutivos de TV. Por eso está esperando también ahora su momento un viejo conocido del negocio, el uruguayo Paco Casal, dueño de GolTV.

También cayó en la redada de Zurich Rafael Esquivel, presidente de la Federación de Venezuela desde 1987, 28 años en el poder, antes de Hugo Chávez y después de Hugo Chávez.

En rigor, toda la Conmebol está obligada a dar explicaciones, porque, según el FBI, las cuatro Copas América de 2015 a 2019 (incluida la edición extra de Estados Unidos 2016) implican un supuesto soborno de 100 millones de dólares a las 10 Federaciones afiliadas, pagados por Datisa, la empresa creada para asociar a Traffic (viejo socio), junto con Torneos (Burzaco) y Full Play (Jinkis). El chileno Sergio Jadúe ya demostró que ese dinero no fue a su bolsillo personal sino que quedó asentado en los libros de la Federación de su país. El colombiano Luis Bedoya será investigado por el gobierno de ese país, el boliviano Carlos Chávez anunció conferencia de prensa para el lunes y en Argentina quedó bajo peligro Torneos, que fue allanada por la Justicia, mientras el gobierno amenaza una intervención. El FBI anuncia 25 nuevos nombres. El fútbol sudamericano inició una nueva era. Bajo los coletazos de la vieja guardia. Sus prácticas secretas y cuasimafiosas. Y ahora también dividida, según se advirtió en la reelección del lunes de Blatter, que ya no tiene el apoyo unánime de la región. La Conmebol se siente parte del Tercer Mundo. Pero sabe que su historial de títulos y crack es del Primero. Y algunos de sus dirigentes saben que una alianza con la UEFA podría hasta plantear la posibilidad de un Mundial paralelo.

El “arrepentido” sudamericano que dio información a cambio de reducción de pena fue el brasileño José Hawilla, de Traffic. Lo mismo hicieron el estadounidense Chuck Blazer (era el número 2 de la Concacaf) y el triniteño Daryan Warner (hijo de Jack Warner, que era el número 1 de la Concacaf). Por sus confesiones cayó también en Zurich el caimanés Jeffrey Webb, el nuevo presidente que había arribado a la Concacaf para “limpiar” la era de corrupción de Warner-Blazer. La redada, entonces, golpeó a todo el fútbol latinoamericano. Europa y Africa, por su parte, podrían ver dirigentes implicados en la otra investigación paralela contra la FIFA, que está a cargo ya no del FBI.

La Justicia suiza investiga la asignación de los Mundiales 2018 y 2022 a Rusia y a Qatar. Es un tema aún más delicado para el fútbol mundial, porque incluye una lucha geopolítica, que puede hacer recordar viejos tiempos de la Guerra Fría. A Sudamérica ese tema no le interesa. Ayer celebró la confirmación de que mantiene sus cuatro plazas y media para el Mundial de Rusia 2018. O donde se juegue.

Ayer, acaso más relajado tras la reelección del viernes, Blatter apuntó más claramente a la teoría de la conspiración. Justicia de Estados Unidos (que perdió ante Qatar su deseo de hacer el Mundial 2022), prensa y hasta premier de Inglaterra David Cameron (derrotados ante Rusia en la votación del Mundial 2018) y la UEFA de Michel Platini, que pidió su renuncia antes de la votación. La sucesión de los hechos, el poder de los desplazados, da pie a Blatter para su especulación. La impunidad de sus 17 años en la FIFA también.

Solo en los últimos años Blatter contrató jueces, fiscales y auditorías externas para comenzar a limpiar la casa. Pero todos terminaban siendo empleados suyos y sus dictámenes quedaban condicionados. Aún así, más de un tercio de miembros del Comité Ejecutivo debió salir por la puerta de atrás. Cayeron dirigentes que parecían intocables: Havelange, Teixeira y el propio Warner.

¿Qué pasará ahora? Habrá que ver cómo avanza la furia de la UEFA, falta de autocrítica. ¿No encontró acaso un mejor candidato que un príncipe jordano de 39 años que no tenía siquiera el apoyo de su propia Confederación asiática? ¿Cree realmente que todos los que votan a Blatter son corruptos? ¿No percibe que la arrogancia de muchos de sus dirigentes es temida especialmente en Africa, que teme que, sin Blatter, los poderosos clubes europeos tengan piedra libre para dejar de ceder a sus jugadores a las selecciones nacionales? Y habrá que ver cómo avanza también la investigación del FBI.

Todos sabíamos, y desde hace años, que la FIFA era centro de corruptelas. Bastó que Estados Unidos lo dijera para que tomara estado de verdad. Que se sepa, por ahora el FBI presentó alegatos que luego deberán ser probados en sede judicial. Es cierto, los datos de los arrepentidos encontraron comprobación en cuentas bancarias. La denuncia es más que sólida. Pero sigue siendo una acusación. Occidente lo da por hecho. Fue toda una paradoja escuchar ayer a un dirigente africano respondiéndole a un periodista inglés del mismo modo que lo hace el abogado defensor de algún tiburón de Wall Street: “Nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario”. Blatter anunció ayer que seguirá dando batalla.

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