Que no se malentienda
31 Mayo 2015
Muchos padres dan chirlos a sus hijos. Pero… ¿Ese chirlo inscribe el NO? Otros padres no castigan a sus hijos. Pero… ¿Dicen que NO? Lo importante es que los seres humanos vivimos en un mundo que precisa de leyes. ¿Se imaginan lo que sería un espacio sin prohibiciones? Lo más probable es que nos mataríamos unos a otros. Es imprescindible que los padres incluyan a sus hijos en un sistema de prohibiciones que les organice la vida… es decir, cuáles son los deberes y las responsabilidades de cada uno.

¿Puede lograrse esto sólo con hablar, “explicar”? La verdad es que la palabra entra con un borde de violencia. Violencia ética, diría el psicoanalista Zizek. Podrá ser con un chirlo, con alguna sanción, o con un NO rotundo. En todos los casos no es con la palabra comprensiva (y cómplice) de los padres, psicólogos y pedagogos. Un chirlo (una sanción) en el momento justo no trae ninguna consecuencia mala en la vida de los hijos. Por el contrario. La ausencia de sanciones trae la indeseable consecuencia (palabras de Freud) de que el niño quede en el capricho y en la imposibilidad de resolver sus cosas en el futuro.

No se malentienda: no estamos hablando de maltrato infantil. Hablamos de que la función de un padre no es la de un amigo, sino la de una persona grande que garantiza el funcionamiento de las leyes. Y esa función no puede ser cínica, aparente, blanda. Cuando no se insta a respetar las leyes, ahí sí tenemos problemas serios: ya que no se demarca simbólicamente lo prohibido. En ese caso el niño o luego el joven, buscarán un auto-castigo que es mucho peor que el chirlo: las adicciones, las enfermedades, los hechos de violencia, son muchas veces el resultado de esa ausencia de sanción. En definitiva, es más fácil ser comprensivo que decir NO. Lo invisible es que, en la supuesta comprensión se esconde la complicidad de los padres, maestros y psicólogos con el desborde y la angustia de los hijos.

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